CAPITULO 16

FLORES, IMPRUDENCIAS Y CONSECUENCIAS

AMARANTA

El desayuno de aquel domingo después de mi fiesta de cumpleaños fue un verdadero desastre. Todos estaban muy ambientados, y contentos pero yo no me sentía cómoda. Iván no dejaba de mirarme, era obvio que le gustaba, y no voy a negar que a mi me movía el tapete, muchísimo, pero yo estaba consciente de que Iván jamás me tomaría en serio.

Después de terminar de desayunar, me fui a leer al par de columpios de aquel inmenso jardín, una de las revistas de moda que me regaló mi tía Hortensia se llamaba “TU” y me encantaba. Cada que nos venían a visitar me traía algunas novedades que conseguía en las librerías de la ciudad de México, sobre todo revistas de diseño y de flores, que ella sabía que me gustaban mucho. Bueno, lo de las flores era más por tradición y herencia, nací entre flores y he vivido entre flores. Iván se burlaba de mí siempre que salía el tema de las flores en las sobremesas con la familia. Era insoportable. A los pocos minutos, llegó Iván y se sentó en el otro columpio.

—Me gustas— Dijo directamente. Cuando reaccioné no supe que pasó pero nos estábamos besando y mamá, que no se de donde salió, pegando el grito el cielo.

Salí corriendo de ahí, caminé y caminé, hasta llegar a la alameda. No tenía idea de a donde ir. Estaba enojada, avergonzada, me sentía confundida, solo quería correr a buscar a Rafa y abrazarlo y no separarnos nunca. Eran cerca de la una de la tarde, así que, sin pensarlo, comencé a caminar. Llegué a los arcos, realmente ya estaba muy cerca de la casa de mi novio que vivía en bosques del Acueducto y fui a buscarlo.

Ahí estaba Rafa, lavando su coche. Al verme, se sorprendió. Habíamos quedado en vernos por la noche.

—¿Estuviste llorando?

—Mi mamá y yo… peleamos… —Y comencé a llorar de nuevo. Él no dudó en abrazarme y me llevó dentro de su casa.

—¿Y tus papás?

—Se fueron al rancho el fin de semana. ¿Quieres hacer algo? Me voy a ir a arreglar y nos vamos. Si quieres prende la tele.

Nerviosa, asentí, y subimos a la sala de tele. Su casa era muy moderna, con estancias grandes y muebles muy modernos. Nada que ver con el estilo rústico y medio pasado de moda de la mia. Tenían antena parabólica, un lujo que no todas las familias podían darse,  por lo que había una gran variedad de canales de televisión para ver. Mi papá quería comprarse una pero mi mamá decía que era una pérdida de tiempo pasar los fines de semana solo viendo televisión.

Puso el canal de MTV, y se perdió en un largo pasillo. Cuando salió, bañado y vestido, nos subimos a su auto, comenzó a manejar sin rumbo.

—¿Quieres hacer algo loco?

—¿A qué te refieres? — Le dije.

 —Te invito a comer a San Miguel de Allende.

—Estás loco…— mis papás me matan si se enteran.

—Ya están vueltos locos porque te marchaste, aprovechemos.

No lo dudé ni un segundo. Rafael me daba mucha seguridad, estaba dispuesta a hacer locuras con él. Decididos, tomamos la carretera a San Luis y nos desviamos a San Miguel de Allende, justo después de pasar por el entronque de Santa Rosa.

Nunca me había ido de pinta, y menos fuera de la ciudad. A la mitad del camino, nos paramos en una gasolinera y Rafa compró unas chelas

—¿Chelas?—Pregunté confundida.

—Una, no pasa nada.

Asentí recordado que en mi viaje a Europa, mi abuela Maggy había tenido una conversación conmigo muy simpática, me dijo que ella no quería que nunca nadie me volviera a ver la cara, como me pasó cuando me fui a el Qiu con mi amiga y que ella me enseñaría a tomar con moderación para que nunca pasará malos papeles enfrente de la gente, y juntas tomamos algunas cervezas, la verdad fue muy divertido convivir con mi abuela de esa manera.

Me pasó una lata, yo la tomé a mi ritmo, pero Rafa se la tomó muy rápido.

Al llegar a San Miguel, metimos el auto en un estacionamiento cerca de la catedral. Luego caminamos sin rumbo, compramos algunas botanas y al final entramos a un restaurante, no recuerdo el nombre “San Miguelito”, o algo así. Tenía unos muros llenos de cuadros y el menú era elegante y caro. Muy caro. Después de comer y pagar la cuenta, me dijo que el restaurante tenía habitaciones en la planta alta, que las rentaban para huéspedes. Lo miré confundida.

—Tengo que dormir antes de volver. Tomé mucha cerveza.

Asentí, no tenía muchas más opciones, al final, éramos novios, ¿qué podía pasar? Pensé. Ya nos habíamos besado mucho, y ya habíamos pasado a segunda base y un poco más, pero era raro que tuviéramos tiempo totalmente solos. Siempre había un chaperón en casa, y en la suya, nunca habíamos estado solos. Solo un par de veces que me habían invitado a comer con sus padres y abuelos.

Entramos a la habitación, se quitó los zapatos y se acostó. Luego con la palma de la mano, me indicó que me acostara a su lado. Me senté cohibida y el comenzó a besarme, sus besos se volvieron más intensos y sus caricias más intensas. Unas horas después, nos habíamos entregado, esa tarde perdí mi virginidad, Rafa fue lindo conmigo esa tarde. Después de nuestro encuentro pasional, me sentí un poco más segura de estar con él y nos quedamos dormidos un rato, cuando desperté, estaba comenzando a oscurecer.

—¡Rafa!—Lo desperté. —Es super tarde, ya vámonos.

Miró su reloj asustado, como si no recordara donde está. Luego me vio tapada con las cobijas y me dio un beso. Nos vestimos y corrimos al estacionamiento, como si con ello fuéramos a llegar más rápido a Querétaro. Sabíamos que nos castigarían por ello, por llegar tarde a casa, por habernos escapado sin avisar, por preocupar a nuestros padres, sobre todo porque los dos éramos hijos de familia. Había reglas y debíamos cumplirlas o perdíamos beneficios.

—¿Estás arrepentida?— Me dijo. Yo negué con la cabeza y nos besamos antes de subir al automóvil y salir a toda velocidad de San Miguel de Allende. La carretera estaba tranquila, no había mucho tráfico, y Rafa manejaba muy rápido. Mientras el se concentraba en manejar, yo ponía música. Recuerdo que llevaba un cassette de música en español, veníamos riendo por la letra de una canción que no tenía sentido, pero era divertida “Martha tiene un marcapasos…” de los hombres G, luego le siguió la canción de “Te quiero”. Tomó mi mano y besó mis nudillos. Eso hizo que mis mejillas enrojecieran y al volver la cara al frente, una carreta con un caballo se nos atravesó. Rafa trató de esquivarlo, y auto giró sobre la carretera mientras yo gritaba llena de pánico. Cuando desperté, Rafa estaba blanco del susto, repitiendo mi nombre una y otra vez. “Ami”, “Ami”, “Por favor despierta Ami”. El auto no estaba de cabeza, pero nos habíamos estrellado en una barda de contención y las puertas estaban atoradas. Había vidrios rotos por todos lados, y el estéreo seguía funcionando, con otra canción del mismo grupo “Voy a pasármelo bien…”. Desesperada comencé a gritar y a golpear el aparato para que se apagara.

—Rafa, ¿dónde estamos?

—Ya estamos cerca de Jurica ¿Puedes moverte? — Asentí con la cabeza y me puse a llorar, era lo que mejor sabía hacer en esos momentos de crisis y angustia.

—Tranquila Ami, saldremos de aquí, estamos bien. Mi papá me va a matar, pero estamos bien.

Rafa trató se salir por la ventana, pero, estábamos totalmente atrapados entre el muro y unos árboles, mismos que impidieron que rodáramos a una cuneta. Yo seguía llorando y Rafa me miraba pensando qué hacer. A los pocos minutos, llegaron unas personas a auxiliarnos, no sé como lo hicieron, pero lograron quitar una de las puertas y al final pudimos salir.

—¡Ah! —Grité cuando por fin alguien me ayudó a levantarme. Mi brazo dolía y Rafa cojeaba. Me desmayé del dolor y al despertar, íbamos en una ambulancia acompañados de un par de paramédicos. Rafa no de dejaba de pedirme perdón mientras tomaba mi mano izquierda, mi brazo derecho era el fracturado.

Nos llevaron a la Cruz Roja. El padre de Rafa ya estaba ahí. En ese momento desconocía como se enteraron del accidente, pero dicen que las malas noticias corren rápido. Cuando me llevaron a Rayos X y trataron de acomodarme para la radiografía, volví a desmayarme del dolor. Sólo alcancé a escuchar “me parece que es la clavícula” y a lo lejos escuché la voz de mis padres gritando “Ami”. Sabía que habría consecuencias, Rafa y yo estaríamos castigados tal vez, el resto de nuestras vidas, al menos el resto de la preparatoria.

Cuando desperté, estaba en el quirófano. El doctor Herrera me tranquilizaba, diciéndome que tuvieron que enyesarme y que debería estar inmóvil 28 días y pasaría el resto de la noche en el hospital.

—¿Dónde está Rafa?—Fue lo único que pude pronunciar.

—Tus padres te esperan — me dijo, mientras me arrastraban en una camilla fuera de aquel lugar.

No quería ver a mi mamá, mucho menos a papá. Estaba tan avergonzada, me había fugado y me había portado mal, hice todo lo que una chica de quince años, según sus padres y la sociedad no debe hacer. Me fui de pinta, me entregué a mi novio sin ningún tipo de precaución y tome mucha cerveza. Lo que para los padres significa: Me porté muy mal.

Cuando mi madre entró a la habitación, su mirada era dura. Mi padre se encontraba atrás de ella, con las manos sobre los hombros de mamá, como intentando frenarla a ser demasiado dura conmigo.

—Perdóname mamá. — Intenté decir, y comencé a llorar.

LILY

Buscamos a Amaranta en todos los sitios posibles durante horas. Fuimos a casa, a la casa de mi madre, a casa de sus amigas y por supuesto a casa de Rafa, no había nadie. El vecino nos dijo que se iban al rancho los domingos y volvían cerca de las seis de la tarde. Ya eran las cuatro. Le dejamos un recado, que se comunicara con nosotros en cuanto volvieran.

Hortensia y Eugenio visitaron las plazas comerciales, los cines y los sitios a donde Ami va con sus amigos a tomar o comer algo.

Mi corazón estaba destrozado de no saber nada, se la había tragado la tierra. Mi cabeza solo se repetía “No importa lo que hayas hecho, solo vuelve a casa”.

Rodrigo ya había movido sus contactos, la policía estaba pendiente del reporte, aunque era pronto para reportarla como desaparecida.

Cerca de las siete de la noche, sonó el teléfono. Era el papá de Rafael, habían recibido nuestro mensaje. Tampoco sabían nada de Rafa, pues no los había acompañado al rancho. 

Mis esperanzas de que estuvieran juntos en algún lado se volvieron prioridad, Rodrigo se puso histérico.

—Más le vale a ese idiota que no le ponga las manos en encima…

—Rodrigo, por ahora con que los encontremos bien me doy por bien servida.

—¡Se fueron el en coche! Le diré al licenciado Robles que les dé las placas del automóvil.

El papá de Rafa estaba avergonzado. No tenía idea de a donde podrían haberse marchado. Su mamá estaba callada, en silencio, no decía nada, me miraba de reojo.

Mi madre, sin perder el juicio, llevó agua caliente, café y té para las visitas. Hortensia y Antonio, volvieron junto con Iván. Solo ver al chamaco ese me puse de mal humor. No era buena influencia para Amaranta, pero que estuviera sola con Rafa, no era ninguna garantía de que estuviera a salvo.

Una media hora después, sonó el teléfono. Habían reportado un accidente, con las características del coche de Rafa y llevaban ya en la ambulancia al conductor y su acompañante a la Cruz Roja.

Los padres de Rafa y nosotros, salimos disparados. Dejando en casa a mi hermana y su familia. Al llegar al hospital, nos topamos con Rafael, sentado en la sala de espera, con los ojos rojos y resignado a recibir el peor castigo de su vida.

—¿Dónde estaban?— Le gritó su papá. El agachó la mirada, estaba nervioso y preocupado.

—Fuimos a comer a San Miguel y se nos hizo tarde.

—¿Bebiste?

Agachó la cabeza y su papá algo le dijo al oído.

—Olvídate del coche, ve buscando un trabajo, porque te saldrá caro pagar tu chistecito.

Rodrigo y yo estábamos en la recepción, esperando noticias, cuando el doctor Herrera salió a explicarnos.

—Tiene rota la clavícula, ya la hemos inmovilizado, deberá estar así 28 días. Por lo demás, ella está bien. En un momento podrán pasar a verla.

Suspiramos. Rodrigo y yo seguimos al médico para encontrarnos con Ami, quien al vernos lloró como Magdalena y no se cansó de pedirme perdón.

Sin duda, la señora Betty, la mamá de Rafa, fue a buscarme a la florería, unos días después del accidente. Cabe mencionar que llamaba todos los días para preguntar por mi hija. El día de su visita, y llevó un cesto de golosinas a Ami, y me pidió tiempo para charlar.

—Lily, no sé donde meter la cabeza de la vergüenza, este muchacho sobrepasó los límites. ¿Cómo está Ami?

—Bien, desesperada por que no puede hacer muchas cosas, pero está bien.

—Mi marido sigue muy molesto con Rafael. Le ha castigado el Nintendo, salidas, y por supuesto que el coche fue pérdida total y no tiene la intención de comprarle otro.

—Son adolescentes, es lo que saben hacer mejor, tomar decisiones estúpidas. Mi hija y yo… discutimos y para ella, lo más razonable fue marcharse e ir a buscar a Rafa. Se les ocurrió irse a comer a San Miguel sin avisarle a nadie.

—Mi hijo me contó todo. Rafael quiere venir a verla, pero teme que no la dejes. No le ha tomado las llamadas.

—Comprenderás que está castigada hasta nuevo aviso. Pero hablaré con mi esposo, a ver si accede. ¿Rafa está bien de sus pies?

—Solo fue un esguince en los tobillos, ya está mucho mejor. ¿Tú bebé como va?

—Bien, gracias. Creciendo.

—Quince años de diferencia es mucho.

—Así lo quiso Dios. — Le dije sonriendo. Betty Hurtado, mi posible futura consuegra y yo hicimos amistad, aunque mi marido y el suyo, se trataban con cierto recelo. Ami era una novia exigente y Rafa era un muchacho precoz. Mi marido no se fiaba.

Una semana después, el doctor dejó que Ami fuera al colegio. Mi hermano Sebastián la llevaba y la recogía cuando Rodrigo no podía, y hacía de alcahuete para que hablara con Rafa un rato a la hora de la salida.

Amaranta llegó con los ojos llorosos varios días. Pensé que había discutido con Rafa, pero no me contaba nada. Un par de semanas mas tarde, me llamaron de la dirección del instituto. Unas chicas pusieron una manta en la entrada del colegio, insultando a Ami. No supieron quien fue, y si lo sabían, no tenían pruebas. Pero corrieron por los pasillos del colegios el rumor de que Ami y Rafa se habían escapado a San Miguel juntos un fin de semana completo, y por eso habían tenido ese accidente.

Sin duda, a la edad de Ami, mantener una reputación, y más en un colegio de carisma religioso era muy importante.

—Son solo chismes — dijo mi marido.

—¿Pero es cierto que tuvieron un accidente? — Agregó el “hermano Ronaldo”, coordinador académico del colegio.

—Así fue. Pero me parece de muy mal gusto, que pese al desafortunado accidente, anden calumniando a mi hija y a su novio. Mi hija es una buena alumna, y su conducta en la institución es intachable. Así que, con el respeto que me merece, encuentran a los responsables de estas injurias o tendré que poner una demanda por acoso y difamación.— Dijo Rodrigo fúrico.

El hermano Ronaldo solo asentía con la cabeza.

—Encontraremos a los responsables. Solo creíamos necesario que se enteraran de esto, pues Ami ha estado desanimada desde hace unas semanas.

Amaranta volvió con nosotros a casa, en el camino estuvo en silencio absoluto. Luego, la acompañé a su recámara, y creí que era el momento oportuno para charlar.

—Amaranta, sé que esto está un poco fuera de control. Qué quizá las exnovias de Rafa estén molestas, o hayas ofendido a alguien y estén tratando de perjudicarme. Pero quiero que confíes en mí, me cuentes que es lo que te pasa para poder ayudarte.

—No necesito tu ayuda mamá. Yo puedo resolverlo.

—¿Estás segura? Prometo no juzgarte ni regañarte. Antes que nada, soy tu mamá y haré lo que esté en mis manos para verte feliz. Hija tienes tres semanas llorando, llegas con los ojos vidriosos. Pensé que ver a Rafael en la escuela te haría sentir mejor.

—El papá de Rafa lo tiene trabajando en cualquier tiempo libre disponible. A penas me ha podido llamar para saludarme de vez en cuando. Y … además… — Agachó la mirada, pensando en como debía decirme las cosas — Mamá… yo…

Negué con la cabeza, sospechaba lo que intentaba decirme.

—Rafa y yo…

Confirmé mis sospechas. Amaranta era una niña, aunque su cuerpo reflejara lo contrario. Una chica de quince años que no tenía la madurez emocional para comenzar con una vida sexual. Si estaba embarazada, sería madre y abuela casi al mismo tiempo, el corazón comenzó a acelerarse, y mi coraje y frustración también. Sin embargo, era la primera vez que Ami me confesaba algo tan fuerte, había confiado en mí, si explotaba y me enojaba, la perdería de nuevo. Me tragué el orgullo y las ganas de partirle la cara a Rafael.

—¿Se cuidaron?

Negó con la cabeza. Ami pudo haber quedado embarazada y eso me tenía con las hormonas, las emociones y mi autocontrol descolocados.

—Mamá… tengo miedo —y se puso a llorar. Tuve que hacerme a la idea de que esa era la peor parte. No sé de donde saqué la fuerza para controlar mi ira y el coraje que sentía por no haber tenido esta charla con ella antes.

—Tendré que llevarte al doctor. Salir de dudas…

—¿Crees que estoy embarazada?— Dijo apanicada.

Mi corazón se apachurró, recordé cuando mi madre me rogaba para que saliera a conocer chicos, y yo rogaba porque Amaranta fuera un poco menos alocada, pero siempre fue una niña muy inquieta.

Esa tarde, fuimos a la clínica Alcocer a visitar al doctor, le hicieron una prueba de sangre, y no quedaba más que esperar los resultados de la prueba de embarazo.

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería

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