Capítulo 6

ORQUIDEA FUERTE Y SOLITARIA

Él había salido a hablar por teléfono, para avisar a sus padres que habíamos tomado la decisión de viajar por carretera,  Yo estaba tan cansada que me quedé dormida esperando. Después de la boda y el viaje a la ciudad de México, de verdad estaba agotada, todo se juntó y me cayó de peso, de repente, al abrir los ojos sentí una extraña sensación en mi pecho. En el buró estaba su cartera, pero no estaban las llaves del auto, lo cual me parecía extraño. ¿Por qué no había regresado a la habitación?

Me levanté y me vestí rápidamente para salir a preguntar en la recepción si sabían algo de Rodrigo. El recepcionista me dijo amablemente que lo vio salir en busca de un teléfono al pueblo de San Sebastián, a unos cinco minutos en coche, pues el del hotel estaba “muerto” y solo tenían disponible un radio de onda corta. Habían pasado varias horas, de que esto había sucedido, por lo que era obvio que algo no estaba bien.

—¿El teléfono sigue muerto? Necesito hacer una llamada urgente.

—Así es señorita… lleva días así… Ya lo reportamos, pero aún no vienen los técnicos de Chilpancingo.

—¿Hay algún modo de ir al pueblo? Un taxi o autobús…

—Si señorita, le puedo pedir un servicio de taxi por el radio si lo desea.

 Asentí y volví a la habitación por mi bolsa y su cartera, dejé el equipaje en la habitación y me marché al pueblo en un taxi, un Datsun pintado de blanco con rojo. Pregunté por los sitios donde había cabinas telefónicas, solo había una, justo en un restaurante, junto a una cantina que tenía servicio 24 horas y un hotel de paso. El taxista me cobró lo que le dio la gana, pero no tenía humor para regatearle. Me bajé a la caseta telefónica con mi objetivo claro, dar con el paradero de mi marido.

—Disculpe señorita— le dije a la mujer que, con cara de pocos amigos, hojeaba una fotonovela— quisiera saber si en la madrugada vino alguien a hacer una llamada. O  no sé si tengan algún registro de las llamadas, estamos hospedados en un hotel a cinco minutos de aquí  y sé que vino a buscar un teléfono,  estoy muy angustiada porque no regresó…

—Ay Seño, ¿no se le habrá ido de parranda? Ya ve como son todos los hombres,  de todas formas, yo no estuve de guardia por la noche. Mi marido es el que se queda, pero si quiere revisar, si tenemos una bitácora de llamadas.

No me causó gracia su comentario, además, aunque lo hubiera hecho, yo tenía su cartera. Revisé aquel viejo cuaderno, no había ninguna llamada registrada a Querétaro o a Guanajuato. Entonces, me di cuenta de que Rodrigo nunca llegó a San Sebastián.

—Señorita, ¿hay alguna caseta de policía por aquí? Quisiera hacer una denuncia, o al menos pedir ayuda. Tal vez le pasó algo.

—Uy señito, pues puede ir a buscar al comisario. Ellos tienen radio, pueden preguntar si hubo algún accidente en la carretera, aunque si hubiera pasado algo, pues aquí es pueblo quieto, uno se entera luego luego de esas cosas.

Asentí, le pedí las indicaciones para llegar a la comisaría y solicitar apoyo. Justo cuando entré, iba llegando una patrulla, se bajaron dos policías uniformados, cortésmente, me saludaron y entraron junto a mí.

—¿En qué podemos ayudarla señorita? — Dijo uno, mirándome de los pies a la cabeza, supongo que no estaban acostumbrados a ver muchos turistas por esos rumbos.

—Verá, señor… de madrugada mi esposo salió del hotel Mirador a buscar un teléfono, y no regresó. Estoy preocupada…

—¿Qué vehículo traía?

Saqué de mi bolsa la nota del coche rentado en la ciudad de México.

—Un Renault… — dijo uno de ellos. Se miraron a los ojos —. Señora, nos acaban de notificar que encontraron un automóvil que volcó en la carretera en la madrugada. Hemos pedido apoyo para verificar el estado del vehículo, ya que es barranco y no sabemos qué tan fácil sea acceder. No quiero preocuparla, pero por las características del vehículo, podría ser el de su esposo.

En ese momento, perdí todos mis sentidos, pasaron mil ideas en mi cabeza, dejé de escuchar al comandante, perdí el equilibrio y no supe de mí.

5 AÑOS DESPUÉS 1981

—¡Amaranta! ¡Apúrate! Ya son las 8:40, vamos a llegar tarde.

—Voy mami…

La niña salió corriendo por el corredor principal de la casona, aquella que nos heredó la tía Teresa al morir, la que causó que conociera a Rodrigo, la situación que dio un vuelco a mi vida de 180 grados.

—Mi vida, mira como traes el cuello del uniforme, todo chueco— Le acomodé a Amaranta con delicadeza el suéter y las solapas, le hice de nuevo el moño y le dije:

— Estás preciosa.

—Mami, ¿mi papá estaría contento de que fuera a la escuela?

—Claro mi vida, tú papá se habría vuelto loco de amor por ti. Estaría encantado de verte hacer todas esas travesuras que se te ocurren.

La tomé de la mano, y salimos a la carrera, Sebastián mi hermano ya nos esperaba en el Ford Fairmont de mi madre, para llevarnos al colegio Asunción, donde inscribí a mi hija al preescolar.

Al llegar al colegio, la hermana Trinidad nos recibió con una flamante sonrisa, y después de dejar a Amaranta en su aula, me pidió que pasara a la dirección a terminar el papeleo.

—¿No vino el padre de la niña?

—Mi marido… — la voz se me quebró. Ya habían pasado cinco años desde que Rodrigo se marchó. Cuando sacaron el automóvil de aquel barranco, no dieron con el cuerpo de Rodrigo. Lo buscaron varios días, y no encontraron pistas de nada. Las autoridades lo dieron por desaparecido, y después… lo dieron por muerto. Comencé a contarle a la hermana Trinidad la terribe experiencia que nos habia tocado vivir, aun mis sentimientos estaban a flor de piel… recordar aquel episodio de mi vida, era como volver a vivirlo.

“Unas semanas después del accidente en nuestra luna de miel, mi madre trataba de sacarme de mi depresión, buscando todo tipo de actividades para mantenerme distraída. El padre Francisco me visitaba para ayudarme a superar el duelo, pero no era tan fácil. Los padres de Rodrigo estaban inconsolables y llenos de rencor hacía mí, eso no ayudaba, de por si todo dentro de mí estaba destrozado. Unas semanas después, comencé con algunos malestares: mareos, náuseas y mucho sueño. Pense que era por lo débil que estaba por no dormir, llorar tanto y comer poco. Mi madre que no se le va una, comenzó a sospechar que estaba embarazada, yo la verdad no tenía idea, estaba sumida en mi tristeza, añorando a Rodrigo. Pero mi madre, segura de que algo crecía en mi vientre, me llevó a la clínica de los Alcocer sin preguntarme. Me hicieron prueba de sangre, y a los pocos días me entregaron los resultados. “Estás de encargo”, dijo mamá emocionada y yo con ojos de incredulidad me puse a llorar. Estaba embarazada, tendría un hijo de Rodri y su padre no estaría aquí para verlo. Mi estado de ánimo empeoró con la noticia, me sentía la mujer más infeliz del mundo. Todo absolutamente todo estaba saliendo fuera de nuestros planes, ¡yo no estaba preparada para nada! Todo de lo que me estaba sucediendo, desde que conocí a Rodrigo, mi vida y mi paz mental, ya no era la misma.  Entonces a mi madre se le ocurrió la brillante idea de llamar a Doña Rebeca, la cual yo llamo mi mentora. Le dijo que le agradecería mucho si me recibía nuevamente un tiempo para que me enseñara las novedades de floristería que había aprendido en Europa.  Ella siempre estaba al día con las innovaciones y técnicas de alto diseño floral y, además ya estaba enterada de todo lo que había sucedido, aceptó encantada recibirme con todo y mi bebé en la panza.

Durante mi estancia en la ciudad de México, me quedé en su casa, lo que menos quería era incomodar a una pareja de lunamieleros como mi hermana Hortensia y Eugenio. El primer día que llegué, comenzaron mis terapias, así les decía mi hermana a mis clases, pues en verdad las charlas florales de mi mentora eran excepcionales.

—Son orquídeas ¿cierto? — Pregunté al entrar a aquel salón que tenía doña Rebeca en la parte trasera de su casa con una gran variedad de flores que jamás imaginé que existirían.

—Sí, la orquídeas son flores exóticas, difíciles de comprender, pero cuando las entiendes, son mágicas, pueden darte inspiración, y cada color tiene un significado, al igual que las rosas. Por ejemplo, la blanca expresa pureza; la roja, deseo intenso; la violeta, sabiduría y prudencia; la durazno, paz y armonía; la rosa; amor y cariño, y la amarilla, erotismo. —Tomó una orquídea de color durazno y me la obsequió — Esta es para ti. Cuídala, y escúchala. Háblale y cuéntale tus penas, su energía te ayudará a aclarar tus ideas, ahora más que nunca, lo necesitas, para que puedas sanar esas heridas que tienes en tu corazón. Tómate tu tiempo Lily…

Fue inevitable contener el llanto. Desde el accidente no había día que no hubiera pasado un buen rato pensando en Rodrigo, en su partida y el dolor de no saber como fue. La incertidumbre mata poco a poco, pero ahora, con una nueva vida dentro de mí, tenía que salir adelante.  Debía perdonar a Rodrigo por no estar aquí, Dios así lo quiso. Y a las 40 semanas de gestación, en una hermosa mañana de verano de 1977, nació una hermosa niña que llamé Amaranta. Luego, con la ayuda de Hortensia mi hermana y mi madre, pues he podido salir adelante sin mi marido. ”

La hermana Trinidad escuchó con atención aquella historia. Mi vida no había sido fácil, sin embargo, mi corazón luchaba día a día para no romperse de nuevo en mil pedazos. Al ver la carita de mi Amaranta, tan parecida su padre, con sus ojitos coquetos y los hoyuelos en las comisuras de sus labios, sentía que mí corazón se derretía de amor al tener a mí hija en mí vida.

—Ahora entiendo señora Lily. No se preocupe, haremos todo lo posible, para hacer de Amaranta una niña de bien, y rezaremos por usted y el alma de su esposo, para que todo se acomode.

—Gracias hermana Trini.

Y me marché del colegio, comenzado una nueva etapa con mi pequeña Amaranta.

MIENTRAS TANTO, EN ALGÚN POBLADO DE LA SIERRA DE GUERRERO…

El padre Ramiro, el cura de San Juan Nepomuzeno, leía el periódico de la capital aquella mañana.

“Se cumplen cinco años de la extraña desaparición del licenciado Rodrigo Tapia Corona, entre los poblados de San Sebastián y San Juan Nepomuzeno, en el estado de Guerrero. Las autoridades nunca pudieron dar con el cuerpo dejando a su esposa y familia desolados y sin alguna esperanza, se recompenzará a quien pueda brindar alguna información”.

La nota tenía una fotografía de aquel hombre, cuando el padre Ramiro se dio cuenta que tenía un gran parecido a Jeremías, el sacristán, que unos años atrás le llevaron unos indígenas para salvarle la vida, lo reconoció de inmediato. Cuando Rodrigo despertó, después de estar convaleciente varios días, era el día de San Jacinto, y decidieron llamarlo así, esperando que pronto recuperara la memoria, que evidentemente había perdido por el golpe tan fuerte que recibió en la cabeza, pero esto no sucedió. Después de estar varias semanas en recuperación y con algunas costillas rotas, agradecido con la gente del pueblo y sin recordar absolutamente nada de su pasado, se quedó a vivir ahí, ya que no tenía ni idea que había sucedido y el padre Ramiro lo puso a servir como sacristán en la parroquia, ganándose el cariño de todos en aquel lugar.

Por mucho tiempo, el padre Ramiro intentó buscar pistas, sin éxito, pero ahora lo tenía claro, Jacinto era en realidad Rodrigo Tapia.

—Padre Ramiro, ya estamos listos para la procesión. Las señoras hicieron unas coronas de flores, con claveles y margaritas— Dijo Jacinto, mientras el padre escondía el periódico detrás de la sotana…”

Jacinto le pregunto con voz simple que que escondía por ahí, el padre solo atinó a decir:

 —Hijo… la vida es complicada y a veces se tienen que tomar decisiones que no estamos preparados para recibir… Vamos a la procesión. En la noche, tenemos que hablar largo y tendido.

Aquel hombre, se adelantó donde la gente esperaba para comenzar el ritual para festejar al santo. Cuando, una de las mujeres que llevaba flores como ofrendas, cargaba una canasta con otras flores. No eran claveles ni margaritas. Se acercó a la dama y le preguntó:

—Qué bonitas flores, éstas no las había visto.

—Las trajo la esposa del comisario, de la capital.

—¿Cómo se llaman?

—Me dijo que les dicen Lilys.

Jacinto tomó una flor, y se quedó pensativo después de olerla. La puso en la solapa de su chaleco de casimir gastado y se adelantó a tomar su lugar al frente de la procesión junto al padre Ramiro.

Alguien dijo que los seres humanos somos como las orquídeas. Cada uno de nosotros es frágil, bello y raro.(Francesc Miralles, La lección secreta)

Continuará…

No olvides seguirnos, el Capítulo 7 estará disponible el próximo sábado.

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores.

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