CAPITULO 22

TODA UNA VIDA ENTRE FLORES

“Estaba sola en el patio de la casa de la abuela, armando arreglos de flores, solo me ayudaba la tía Hortensia, pero no hablábamos, solo trabajábamos. Vete a dormir Amaranta, se escuchaba la voz de mi abuela, ya es muy tarde, y yo armaba arreglos de flores mecánicamente, cuando mi abuela se acercaba intentaba darme un abrazo y…” Desperté. Mi teléfono timbraba una y otra vez. La pantalla ponía un número desconocido, con desconfianza contesté.

—Diga…

—¿Con la señora Amaranta?

—Sí, ¿quién habla?

—Hablamos del ministerio público. Tenemos a un hombre detenido, Iván Ramón Torregrosa Palacios, nos ha dado su número como contacto de emergencia…

¿Iván? ¿Detenido? ¿Por qué?

—Entiendo oficial, ¿qué necesita?

—El señor Iván Torregrosa tuvo un incidente, está detenido, pero puede salir bajo fianza.

Lo primero que hice fue llamar a mi papá y pasé por él. Franco estaba de viaje y Alexander dormido. Llegamos a MP, y encontré a Iván desaliñado, con un golpe en la cara y la cara llena de vergüenza.

—¿Estás bien?

—Gracias por venir, no tengo a nadie más. La tía Horte y el tío Eugenio no están para esto.

—Descuida Iván — dijo mi papá —, lo que quisiera saber es cómo demonios llegaste a esta situación…

—Larga historia…

En resumen, se enojó con Begonia su mujer, ella le reclamó que siguiera acá, él le dijo que no quería volver para allá. Se dijeron cosas hirientes y se fue a beber a una cantina, donde, por exceso de alcohol terminó dándose de golpes con otros borrachos. Por fortuna la policía llegó antes de que las cosas pasaran a algo más grave.

Papá y yo lo llevamos al hospital, solo por precaución.

—Tienes una costilla rota ¿cómo es que no te dolía?—Lo reprendí.

—¿Puedes avisarle a Begonia?

Iván seguía enojado, y honestamente, yo no conocía a Begonia, un poco como de hola que tal, un gusto y adiós. No sé que tanto estaba ella enterada de mi relación con Begonia pero no me parecía buena idea tener que llamarla yo. Tomé su teléfono y marqué, timbró varias veces y entró el buzón.

—Está enojada, mejor llama del tuyo.

Llamé de nuevo, volvió a entrar a buzón, así que le mandé un mensaje.

“Begonia, Iván está en el hospital, está en observación, se rompió una costilla. Por favor devuelve la llamada en cuanto puedas. Soy Amaranta, la sobrina de Eugenio y Hortensia. Estaré aquí un rato en el hospital en lo que llega mi padre quien está viendo otro tema del incidente.”

No recibimos ninguna noticia de su esposa en las siguientes dos horas. Me marché a casa y mi papá se quedó un rato más con él. Tenía semanas dando vueltas al hospital, ya era necesario un descanso, faltaba que la nueva ola de Covid nos contagiara.

Fui a casa a bañarme y cambiarme de ropa, eran alrededor de las 9 de la mañana, Diego Alexander me dejó el desayuno y una nota en la cocina. Inevitable no sonreír. Me marché a la florería, cuando me llamó mamá para regañarme:

—Como se te ocurre ir por Iván en la madrugada, estás loca, ¿Qué hubieras hecho si Franco estuviera aquí?

—Mamá, tranquila, él hubiera hecho lo mismo por mí, deja de hacerte historias en la cabeza, Iván y yo somos familia. Franco me hubiese acompañado y zan se acabó.

—Hortensia está muy preocupada.

—Pues que pase a visitarlo al hospital, que estará ahí un par de días.

—¿Pues que le pasó?

—Lo golpearon mamá, le rompieron una costilla y le pusieron morado un ojo. Estará bien.

—Deja que su esposa y Hortensia se encarguen.

Mi mamá y sus preocupaciones. Pero en el fondo tenía razón, yo tenía otras cosas por las que preocuparme, y en efecto me llamó Charly, el wedding planner de moda.

—Amaranta, agárrate, porque te tengo un chisme buenísimo, ¿te acuerdas de Alejandra Ceballos? Se divorcia y quiere que le organicemos su fiesta de divorcio.

Sí, así como lo leen, ahora las mismas que nos contratan las flores de la boda, nos contratan para festejar su nueva vida como divorciadas. Al principio me parecía algo sumamente absurdo, pero después de escuchar las historias de terror que habían vivido en sus matrimonios, por supuesto que entiendo que quieran festejar este acontecimiento.

Algunas historias muy bobas, como “es que somos como roomies, solo compartimos gastos y pues nuestra vida amorosa es aburrida: “no tenemos nada que hacer juntos” o la horrible historia del fulano que: “la maltrataba, la amenazaba, la golpeaba…”

Hay una mujer, que trabaja en el instituto de la mujer, es psicóloga, se llama Daniela y nos compra flores cuando terminan algún caso muy fuerte o complicado, para levantarle el ánimo a las mujeres, y me contó el caso de una chica que se tuvo que escapar por la azotea de su casa porque su marido la estaba persiguiendo con una arma, se escapó con sus cuatro hijos… Y aún hay personas que no entienden porqué hay una lucha el día de la mujer. Entonces Daniela les regalaba unas flores cuando estaban fuera de peligro, para que ellas sintieran algo de cariño y amor al terminar con un proceso legal de esa magnitud, y que es el principio de una nueva vida.

Así que tomé los datos del evento del divorcio, no sin antes escuchar todo el chisme, porque Charly no se quedaba nada guardado. Justo cuando me iba a contar la razón del divorcio de su clienta, sonó mi celular, y la pantalla parpadeaba con un número extranjero. “Begonia”.

—Begonia, ¿cómo está? Soy Amaranta.

—¿Qué tal Amaranta? ¿Me comunica con Iván? ¡¿Qué le ha pasado?!

—Él está en el hospital, debe estar ahora con mi tía Hortensia. ¿Ya le marcó a su teléfono?

—No me contesta, me manda al buzón.

—Mire Begonia, ahora estoy ocupada con un cliente, pero le mando los datos del hospital para que se comunique directamente y en un par de horas me doy una vuelta para ver si no se les ofrece nada.

—Oiga Amaranta, y ¿porqué estaba usted con mi marido?

Respiré profundo, lo que me faltaba, la cereza del pastel, una escena de celos.

—Me llamaron del ministerio público para ir a pagar su fianza porque estaba detenido. No es necesario que arme una escena, dé gracias a Dios      que Iván cuenta con su familia en este país. Si me disculpa tengo que colgar. Buenas tardes.

Estaba roja del coraje, me lo hizo ver Charly al verme echando humo por las orejas.

—Ami, tranquila mi reina, porque te me puedes desmayar. ¿Te traigo algo de tomar? Si, mejor te traigo algo, muy frío para que se te pase el coraje. ¿Agua? ¿Té? ¿Tequila?

Pasó el resto de la mañana sin contratiempos, ese día había empezado mal desde que salí de casa a buscar a Iván, Franco había viajado a Toluca y luego a Cuernavaca a visitar unos proveedores, y no me había llamado, con tanto lío se me había pasado. Cuando Charly se marchó, llamé a mi tía Hortensia y me mandó al buzón.

Manejé al hospital San José, al llegar a la habitación, mi tía Hortensia estaba dormida y a Iván se lo habían llevado a hacerle algunos estudios.

Llamé a casa de mi tía Hortensia para preguntar cómo estaba mi tío Eugenio, y me dijeron que mi tío Sebastián y mi papá estaban con él.

Al menos no debía preocuparme por él. “Relájate Gamaranta, no cargues con problemas que no son tuyos”, eso me decía Iván cuando éramos cercanos. Definitivamente no era mi problema. Cuando regresó Iván, le dije que Begonia le había llamado y éste solo miraba el piso avergonzado.

—Apagué el teléfono a propósito. Me va a regañar, y no estoy de humor para enfrentarla ahorita.

—Ya no tienes 20 años Iván. Madura. Enfrenta tu realidad. Si ya no quieres estar con ella, díselo, pero de frente. Pero si aún la amas, también díselo y lucha por ella. Ahora, si ya no necesitan nada más, me voy, que tengo un negocio y una familia que atender.

De regreso a casa de mamá, me llamó Franco. Lo primero que pensé fue: “Que todo esté bien, por favor”.

—Amy, mi amor, ¿cómo va todo? Perdón, pero acá tengo muy mala recepción, hasta ahora pude comunicarme.

—Todo mal Franco, Iván nos llamó en la madrugada porque estaba herido y en el ministerio público. Mi mamá me regañó, la loca de su mujer me hizo una escena… ¿Qué más te puedo decir?

—Lo siento cariño, ya voy para allá, te invito a tomar algo por la noche para relajarnos ¿te parece bien?

—Me encantaría. Maneja con cuidado y regresa con bien. Te quiero aquí de una sola pieza, ¿me entendiste? Te amo.

—Y yo a ti.

Al menos Franco estaba bien, llegué a casa con mamá, y ahí estaban los Twinkis con su nana y mi cuñada Simonella, esperándome para comer.

—¿Y papá?

—Con Eugenio y Sebastián, comerán con ellos. ¿Cómo te terminó de ir?

—Ay mamá, pues me fue, pero ya hice lo que me tocaba hacer.

—Eres una buena mujer, perdóname si te regañé hace rato, pero es que no quiero que tengas problemas con Franco por esta tontería.

—No los tendré mamá, Franco está al tanto de todo. Y Begonia la esposa de Iván también. Aunque tal vez no esté muy contenta por ello, pero no me voy a preocupar por ello. Es problema de ellos.

Por la noche, después de cerrar la florería, vi llegar a Franco, nunca lo había extrañado como ese día. Cuando lo vi lo abracé y me recordé lo importante que es decirle a la gente cuanto la amas. Begonia hasta Colombia y su marido hospitalizado, yo hubiera salido corriendo a tomar un avión. Pero esa soy yo, la que se toma el tiempo de ayudar y apoyar a todo el que se deje, aunque no sea mi problema, tal vez deba comenzar a ir a terapia. Desligarme un poco de mi familia muégano, solo poner un poco de distancia, o tal vez no.

Mi abuela me decía que la familia es para siempre, aunque no nos guste, pero poner límites, es cosa de cada quien. Y aquel día lo entendí a la perfección. Era el momento de tomarme unas vacaciones, de confiar en la gente que tengo a mi lado, de demostrarles que también me quiero y me quiero bien, con salud, feliz y llena de paz en todos los sentidos.

—Vámonos de viaje— le dije a Franco en cuanto me abrazó.

—¿A dónde?

—No lo tengo claro, pero vámonos, a algún sitio que no conozcamos ninguno de los dos. Un lugar lejano, puede ser algún sitio de Europa o Asia, o Sudamérica. Pero vámonos, ya.

Franco se quedó en silencio, me miraba sorprendido.

—¿Dónde está mi esposa y que hiciste con ella?

Me reí, me lo decía cuando lo sorprendía.

—La mandé a terapia… —le dije riendo.

Aquella noche salimos a cenar, al centro, fuimos al Hanks, un sitio donde tocan jazz, tienen un buen menú y sobre todo buenas bebidas.

Supe por mi tía Hortensia que Begonia vino a buscar a Iván, no se arreglaron, pero no se divorciaron. El se fue a España y ella a Colombia. Mi tía Horte y el tío Eugenio, se las arreglaron bien solos, Sebastián le consiguió un chofer de confianza al tío y pudiera seguir haciendo su vida, sin depender de mi tía Hortensia. Mamá decidió cerrar su florería. En el local de su casa, solo se quedó como punto de venta para entregar y tomar pedidos y lo atiende Simonella, ahí mismo está Evelia la nana con los Twinkis, que cada día se ponen más lindos e inquietos. Simonella ya maneja, mi hermano le compró una “mamá móvil”, para poder cargar con nana, suegros e hijos a todos lados. Mi mamá está disfrutando su retiro cuidando de sus nietos, aunque no sé cuanto tiempo dure esa miel sobre hojuelas, pues Simonella tiene su carácter y mi madre, no se diga.

Mi hermano Marco llegó a un arreglo con sus jefes, entra a trabajar muy temprano, para regresar a casa más temprano y dos veces a la semana, hace home office. Así puede estar más tiempo con su esposa y sus hijos, y mi cuñada ya no está de malas todo el tiempo.

Papá, sigue yendo a la notaría, pero cada vez pasa más tiempo en casa con mamá, son abuelos afortunados y sus nietos también.

La vida se va en un suspiro. Aún recuerdo como si fuera ayer el día que vi a mi papá por primera vez, la primera vez que me abrazó y aunque el dice que no, yo sé que lloró.

Recuerdo como si fuera ayer el patio de la casa de mi abuela, llena de flores y yo jugando a contarlas o separarlas por color, para no aburrirme.

Los paseos al jardín Guerrero o al jardín Zenea a tomar helado o una malteada en la mariposa en compañía de mi abuela Margarita. Las rutas de reparto con mi tío Sebastián en su vieja camioneta de estaquitas de doble cabina. Soy afortunada, aunque mis abuelos y mi tío Felipe ya no están, tengo una hermosa familia, Franco, Alex y yo, somos como los tres mosqueteros, viendo florecer nuestra casa de las flores.

 “La vida es una sucesión de lecciones que deben ser vividas para ser entendidas” Hellen Keller

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería

www.lacasadelasflores.com

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