CAPÍTULO 8

UNA ILUSIÓN PARA AMARANTA

Mi encuentro con Rodrigo fue incómodo, algo perturbador. Nadie sabía que decir. Era él, pero… no lo era. Fue una sensación tan extraña. Su mirada era la misma, pero sin duda confundida. Felipe abrazó a Rodrigo y le dijo:

—Soy Felipe, tu hermano pequeño — y le dio un abrazo. Luego saludó al padre Ramiro y se sentaron a conversar en la mesa de aquella pequeña fonda, Felipe tenía cientos de preguntas. Rodrigo seguía sin pronunciar una palabra, sus ojos me contemplaban impacientes, me miraba con curiosidad e incertidumbre.

—Rodrigo, soy Lily. Yo soy tu esposa…— Era inevitable contener mis emociones, cuando una lágrima comenzó a rodar por mi rostro. Él, inseguro, sin saber que hacer. Se acercó con cautela.

—Perdóneme señorita, es que… me cuesta tanto entender todo esto.

Me acerqué, y lo tomé de las manos. Su contacto me causaba una sensación de ternura. Estaba nervioso al igual que yo. Era como un joven inexperto. Su rostro se veía maltratado, seguro por la exposición al sol, sus manos se sentían algo rugosas, pero era mi Rodrigo, el saber que estaba vivo, era mucho, aunque las circunstancias no nos favorecían.

—Yo soy Sebastián, el hermano de Lily — aclaró.

—Lily — repitió el sonriendo — como la flor. Me miraba confundido, pero yo tenía la esperanza de que mi presencia le hiciera recordar.

A los pocos minutos, llegó el doctor Stern. Nos pasó a un consultorio, para explicarnos todo lo conveniente para Rodrigo.

—Quisiéramos hacerle estudios. Estoy seguro de que todo esto es un shock post traumático, pero cuando vuelva a casa, tal vez comience a reconocer su vida pasada. Tiene nociones muy claras, conocimientos escolares impecables. ¿A qué se dedicaba el señor Tapia?

—Es abogado — aclaró Felipe.

—Pues quisiera comentarles, que las pruebas que le hice, las respondió de manera muy exacta. Tiene conocimientos de matemáticas, ciencias sociales, reglas de urbanidad, literatura. Tengo fe en que esto puede salir bien. Les daré una cita para que lo lleven a mi consultorio en la ciudad de México en un par de semanas. De momento, me gustaría que lo llevaran a casa, a los lugares que le puedan hacer recordar y que trate de relacionarse con su familia y amigos. Sobre la marcha, iremos viendo si es necesario algún otro tipo de terapia.

Asentí preocupada. Rodrigo no estaba enfermo, solo tenía una pérdida de memoria, ahora, de pronto, de no tener nada ni a nadie, tenía esposa, hermano, padres y una hija, Amaranta, que estaba segura de que se pondría feliz al descubrir que su padre aún vive.

—¿Tiene una hija? Eso puede ser de gran ayuda. Pues es un vínculo nuevo que puede comenzar en su nueva vida. Para él todo es nuevo de momento. Tengamos fe, he visto situaciones mucho más complicadas y han resultado con éxito.

Después de tanto ir y venir, ese día, conversando con el doctor y padre Ramiro, al fin, decidimos marcharnos a descansar al hotel. Rodrigo se despidió del padre Ramiro, quien volvería al pueblo de San Juan Nepomuceno, se me rompió el corazón. Estábamos sacando a Rodrigo de una vida en la que él estaba muy contento, sin embargo, estaba consciente de que ahora debía volver.

—Entonces ¿tenemos una hija? —Me dijo emocionado.

—Sí, tiene cuatro años, mira, tengo una foto —. Saqué mi cartera, y le mostré una foto de Amaranta en su primer día de escuela.

—Es muy bonita, se parece a ti — dijo.

—Pero tiene tu carácter. La vas a adorar.

Aquella noche, durmió con Felipe y Sebastián. Estaba cohibido de dormir conmigo. Para el yo era una completa extraña, y tal vez de momento, era lo mejor, nuestra vida conyugal había sido de unos cuantos días.

Al día siguiente, paramos en casa de Eugenia y Hortensia en la ciudad de México. Llevamos a Rodrigo de compras, pues no tenía mas que un par de pantalones y un par de camisas desgastadas. Felipe lo llevó a una barbería y le contaba cosas de su infancia. Le hablaba de sus padres, del lugar donde crecieron, amigos, lugares y la ciudad.

Mientras tanto, Hortensia me acompañó a visitar a mi mentora: Doña Rebeca. Nos esperaba con característica sonrisa de medio lado, un refresco de cola y unos chocolates de cacahuate de la fábrica que estaba cerca de su casa.

Nos dimos un fuerte abrazo, ella era como una madre para mí, mamá y ella me habían dado toda la fuerza que yo necesitaba para salir adelante sin Rodri. Ella me apoyó tanto y me enseñó mucho sobre el negocio, no podía estar más que agradecida con ella.

—Estás preocupada Lily, te conozco. Tienes miedo, se nota en tu mirada.

—Lo sé, han sido demasiadas noticias juntas. Enterarme que está vivo, que está bien, y que no recuerda nada de su pasado. Es demasiado para digerirlo…

—Una cosa a la vez, mi niña. Hortensia sabe que la paciencia es fundamental, y sabemos que tú no eres precisamente un gran ejemplo de ella. ¿No es verdad Horte?

Hortensia, desde mi embarazo, comenzó a visitar a Doña Rebeca para entretenerse mientras Eugenio se iba a trabajar, ahora ella le ayudaba en la florería, pues mi mentora, ya era una mujer grande, no tenía descendencia, por lo que su legado podría perderse al morir. Hortensia le hacía compañía y le ayudaba en todo lo posible.

Por la tarde, los chicos pasaron por nosotros, mientras yo, como de costumbre, salí con algunos ejemplares y novedades para mi florería.

—Pasen muchachos — les dijo. Rodrigo ya era otro, afeitado, con corte de cabello y vestido con ropa de ciudad, se veía como antes. Me sonrió al verme, lo tomé de la mano y lo llevé a conocer el jardín de aquella casona.

—Estos son los rosales de Doña Rebeca, en nuestra casa, nosotros tenemos uno similar, algunos rosales, salieron de aquí. Y a Amaranta, nuestra hija, le encantan. También tenemos ya otras flores, que hemos ido sembrando con el tiempo, algunas son de temporada y otras se han dado solas, como unos girasoles que conseguí del campo, y se dieron muy bien.

—¿Tenemos Lilys? —Me dijo sorprendido.

—Muchísimas… Aunque esas son para vender.

—Deberías tener. Me gustan.

—Siempre te gustaron.

En ese instante, noté como su mirada conectaba con la mía, como en los viejos tiempos, como en nuestras primeras citas.

—Lily… No sé como debo actuar contigo, me siento tan tonto, tengo una gran mujer como esposa, y… no puedo recordar nada. Como te conocí… Como te pedí que fueras mi novia, tendrás que contarme todas esas historias.

—Lo haré Rodrigo, poco a poco… No quiero saturarte de cosas. Nuestra relación empezó por circunstancias de la vida. Tú llegaste a mi casa a darnos el aviso de la herencia de mi tía Teresa, quien me heredó la casa donde vivimos. Y de ahí pasaron algunas cosas, pero al final, conseguimos estar juntos.

Tomados de las manos, él se acercó, con sus pulgares tomó mi barbilla y esperé a que me besara, pero no lo hizo. Era como un adolescente, cortejando a su primera novia. Me di cuenta de que tendríamos un largo camino que recorrer, pero en esencia, seguía siendo mí Rodrigo.

Al volver a la ciudad de Querétaro, no fue fácil la adaptación. Llegamos a casa de mi madre, ahí nos esperaban mis suegros y el notario. Todos querían pasar a verlo, saludarlo, comprobar con sus propios ojos que Rodrigo era el mismo, aunque no recordara nada.

Sus padres lo abrazaron, su madre no paraba de llorar, Rodrigo estaba ofuscado, pero ponía de su parte. Pero para mí, lo más importante, era el encuentro con Amaranta. Después de las presentaciones y los abrazos, le pedí a mamá que llamaran a nuestra hija.

—¡Ami! — Le llamó mi madre — ¡Tus padres ya están aquí?

Mi pequeña bajó las escaleras como caballo desbocado, fueron los segundos más emotivos de mi vida. Cuando llegó a la sala y me vio parada junto a Rodrigo, se detuvo en seco. Me miró a los ojos y luego se giró a él. Tenían la misma mirada juguetona.

—¿Es mi papá? — Supe que lo reconoció por las fotografías. Asentí con la cabeza y Ami, mi pequeña que se veía aún más chiquita junto a su padre se lanzó a sus brazos. Rodrigo la abrazó y no la soltó, al igual que ella, estaba muy emocionado. Amaranta lo miraba y le tocaba las mejillas como si quisiera comprobar que era de verdad. Ami, parecía que tenía un juguete nuevo, no dejaba de platicarle una cosa tras otra. De sus días del colegio, de sus amigos, de sus travesuras y mil ocurrencias más. Rodrigo la observaba embelesado.

Sus padres se quedaron unos días en nuestra casa. Me parecía justo e importante que convivieran y lo pusieran al tanto de su vida en Guanajuato. Los dos fuimos a dormir a nuestra hija, ella no quería separarse de él, sin embargo, habían sido demasiadas emociones para Rodrigo, todos deseábamos irnos a descansar.

A la hora de dormir, llevé a Rodrigo a nuestra habitación. Rosa me había hecho el favor de sacar la ropa de mi marido que teníamos guardadas en cajas. Él estaba algo aturdido, como si el hecho de pasar la noche conmigo, fuera pecado.

—Esta es nuestra habitación, este ropero es tuyo, aquí está toda tu ropa y tus artículos personales.

En silencio, Rodrigo tomó la fotografía que tenía en el tocador, éramos él y yo el día de nuestra boda, saliendo del templo con una linda sonrisa.

—Te veías preciosa, siento que me perdí de una gran fiesta.

—Lo fue. Estuvimos muy felices.

—Cinco años Lily… Perdóname, pero no sé que debo hacer…— y como un niño pequeño, comenzó a llorar.

Lo llevé al sillón, le pedí que se sentara y yo me quedé a su lado, sosteniendo su mano.

—No hay prisa Rodrigo. Ya te perdí una vez y no pienso perderte de nuevo. Seré paciente y si no consigues recordar, espero que comencemos a escribir una nueva historia y que vuelvas a enamorarte de mí.

—Después de todo lo que has vivido por mi culpa, lo maravillosa que eres con nuestra hija, no será difícil enamorarme de ti. Solo, que me da mucha impotencia no recordar nada…

Lo abracé, y por primera vez en varios días, nos besamos y mi cuerpo tembló, mi corazón se aceleró y por un instante, me sentí junto a Rodrigo otra vez, aunque el aún no sabía que me había recuperado.

MIENTRAS TANTO, EN CELAYA

Mariana Nieto, se enteró de la noticia, su exnovio, Rodrigo Tapia no estaba muerto. El hombre que había cancelado su compromiso para casarse con otra mujer había vuelto, por lo que no perdió tiempo en mandar a investigar la situación.

En su momento, no había hecho nada, pues ella planeaba la venganza cuando volvieran de su luna de miel, pero el destino se le adelantó, llevando a Rodrigo a vivir aquel terrible accidente en el cual parecía haber perdido la vida. Para ella, el que Lily hubiese quedado viuda a tan pocos días de casada, era el mejor ajuste de cuentas.

Roxana Martínez Tapia, era prima hermana de Rodrigo, siempre a disposición de Mariana para llevar a cabo sus planes maquiavélicos, aunque ella tenía sus propios fines, quedarse con la herencia de su tío Roberto, el padre de Rodrigo.

—Quiero verlos en la ruina Roxana. Haz lo que te parezca mejor, quema su auto, secuestra a la niña, no lo sé, pero quiero verlos sufrir. No pararé hasta verlos destruidos — dijo Mariana.

—Tú déjalo en mis manos. Mañana paso por su casa para ir sondeando el terreno.

A la mañana siguiente, Jaime, el chofer de la familia, llevó a la señorita Roxana hasta Querétaro, a la casa de la calle de Guerrero, donde ahora vivía su primo Rodrigo y sus tíos estaban de visita.

A Lily no le caía bien la prima Roxana, pues siempre la miró con desprecio, minimizando su oficio como florista, aunque le costaba reconocer que Lily y su familia era exitosa y hacía perfectamente bien su trabajo.

Encontró a Lily en el patio, enseñando a Rodrigo a limpiar las espinas de las rosas. Sintió envidia al verlos felices, aunque el tonto de su primo no recordara nada.

—Pase a la sala— le dijo Rosa cuando abrió la puerta—, en seguida la anuncio con los señores. 

Roxana hizo un ademán, esperando con paciencia. Sus tíos entraron a la sala unos minutos después, mientras Rodrigo y Lily, se arreglaban para unirse con la visita inesperada.

—¡Rodrigo! — Exclamó con emoción exagerada. Se acercó a abrazarlo y darle un beso en la mejilla. Luego con la misma hipocresía de siempre, se acercó a saludar a Lily.

—¿Puedo llevar a Rodrigo a caminar al jardín? Me encantaría poder charlar con él, platicarle de nuestras aventuras de niños…

Lily no pudo negarse, aunque Roxana no le caía bien, estaba convencida de que aquella charla podría serle de utilidad a Rodrigo.

Roxana comenzó a cuestionar a su primo por las cosas que había vivido en los últimos cinco años, trató de indagar más hasta darse cuenta de que Rodrigo, no recordaba nada.

—¿Y no recuerdas nada de la boda?

—No

—¿No recuerdas a Mariana? ¿Tu ex prometida?

—¿Quién es Mariana?

—Ay Rodrigo, me parece que solo te están contando lo que les conviene. Tú te ibas a casar con Mariana Nieto, ya estaban comprometidos y los preparativos de la boda, cuando Lily, no sé cómo consiguió que rompieras tu compromiso, para que te casaras con ella. Siempre he pensado que… No olvídalo. No creo que sea importante que lo sepas.

—¿Qué cosa?

—Nada… olvídalo. No quiero ser entrometida en tu vida de pareja.

—No me vas a dejar con la duda Roxana. Si vas a decir algo, dilo ya. El doctor dice que todo podría a ayudar a recordar mi pasado.

—No recuerdas nada de nada… Si que es increíble. Pues, yo tengo mis sospechas de que se casaron con tanta premura, porque ella estaba embarazada.

—Pero Amaranta tiene cuatro años, y el accidente fue hace casi cinco.

—A lo mejor me equivoco. Pero a mi se me hace, y en su momento te lo dije, pero no me hiciste caso, que Lily, no te conviene. No es una mujer digna de ti. Mariana lo era, es una mujer de clase, de buena familia, con dinero. Y Lily, pues… no lo sé. Dile que te cuente como se conocieron.

—Ya me lo dijo. Nos conocimos por la herencia de su tía Teresa.

—Pues deberías indagar más Rodrigo. Además, ese tema de tu accidente, es muy raro. Que casualidad que ella no iba contigo en el automóvil ¿No te parece?

Y así continuó la plática, Roxana no paró de hablar mal de su pasado, hasta dejar a Rodrigo más confundido que nunca.

Al volver a casa, se encontró con Amaranta, que corría emocionada a su encuentro:

—¡Mira papá! ¡Te hice un dibujo!

Rodrigo la miró cabizbajo, las palabras de Roxana lo habían dejado afligido y en el fondo, no se sentía cómodo con ella. Pero al ver el papel que le mostraba Ami, con aquellos trazos de crayones de colores observó a una mujer con un cesto de flores, un hombre con bigote y una niña en medio, con un vestido de colores.

—Es mamá, con sus flores, como siempre, tú y yo, juntos por fin. Estoy muy feliz papá.

Rodrigo, no pudo contener las lágrimas, su mente estaba confundida, mientras Lily arreglaba flores y Roxana saboreaba las consecuencias de sus intrigas con anticipación.

Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas.

Sir Francis Bacon

Continuará…

No olvides seguirnos, el Capítulo 9 estará disponible el próximo sábado.

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores.

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