CAPÍTULO 25

PARA UN MAL DÍA: FLORES

Desperté en una de las camas de la cabaña, no tenía idea de qué hora era y estaba algo desubicada. Al recordar lo que había sucedido, me levanté exaltada y comencé a llamar a Iván, quien entró de inmediato.

—Hola mi amor, ¿estás bien? —Asentí con la cabeza, que me dolía un poco y al tocarme, me di cuenta de que tenía un parche en la frente.

—¿Qué pasó?

—Es una larga historia. Pero ya todo está controlado. El tal Luciano se ha puesto loco con alguna droga, los demás chicos trataron de controlarlo pero llegó Rafael, tu ex novio.

—¿Rafael?

—Al parecer, Rafael le ha robado a la novia a este tío y éste se ha puesto muy celoso al verlos llegar juntos.

—Oh, vaya. Tengo años sin verlo. ¿Alguien salió herido?

—No por los disparos. Cuando escuché los balazos, te llevé al piso por precaución, y nos golpeamos con el buró de la cama. Yo tengo un chichón y a ti te ha salido un poco de sangre. Te desmayaste, despertaste cuando vinieron Rafael y las chicas a ver si estábamos bien. Te hemos curado, pero llegando a Querétaro, podemos pasar al hospital a que te revisen.

—Gracias

—¿De qué?

—Por cuidarme y preocuparte por mí.

—Eres mi chica, no tendría por qué no hacerlo.

—¿Y Rafa te reconoció?

—No lo sé ¿Por qué? ¿Quieres verlo?

—Quizá para agradecerles que se hayan tomado la molestia de venir a ver si estamos bien, pero por mí, vamos a comer algo por ahí, y volvamos a Querétaro.

Así fue, tomamos la medida de la ventana y el vidrio, para poder reparar el daño y avisarle a José Carlos sobre este asunto, aunque Iván ya les había comentado a los encargados de la cabaña. Cuando subíamos las cosas a la cajuela de mi automóvil, Rafa y otros de sus amigos y amigas estaban en las mismas.

—¡Amaranta! — Se acercó a saludarme —¿Cómo amaneciste? ¿Estás bien?

—Creo que, con un chichón, pero estamos bien. Gracias.

—Siento que nos hayamos reencontrado en estas circunstancias. Luciano perdió la cordura… Desde anoche uno de los chicos se lo llevó.

Yo solo asentí con la cabeza y me percaté de que Rafael tenía ganas de conversar, ponernos al día y esas cosas. Una chica se acercó a marcar su territorio, supuse que era la mujer de la discordia.

—Te presento a Magaly. Es mi novia. — La saludé sin mucha efusividad y manteniendo mi distancia. No estaba de humor para socializar y mucho menos después de lo que pasó la noche anterior. Cuando Iván vio mi incomodidad, se acercó y abrazándome dijo:

—Todo listo “cari”. — Ese “cari” es muy español, es el diminutivo de “cariño”. Le sonreí como tonta, estaba muy enamorada y contenta de que estuviera conmigo en esos momentos. El pasó su brazo por mis hombros y me dio un beso en la mejilla… También marcando su territorio.

—Hasta pronto…

Nos subimos al auto, y nos marchamos, sentí la mirada sobre mis hombros cuando me subía al automóvil.

—Ese tipo sigue enganchado contigo.

—Estuvimos juntos hace mucho.

—Es lo que veo.

—¿Estás celoso? — Le dije con picardía.

—Un poco. Me cae muy mal ese tío. Siempre me ha caído mal. Primero porque él era tu novio. Y segundo, porque es un imbécil y seguro se arrepiente de no estar contigo.

—Si yo no hubiera sido la novia de Rafael, ¿hubieras andado bien conmigo? Hasta donde me acuerdo, tú tenías novia y yo ni siquiera lo sabía.

—Mejor cambiamos de tema…

Me reí conmigo misma. Mi relación con Iván era extraña. A veces sentía que iba en serio y otras, que nos estábamos viendo la cara de tontos mutuamente. Él era feliz en su finca, yo era feliz con mi florería, el en España y yo en México. Yo no estaba dispuesta a dejar mi vida por él y él tampoco. Pero ahí estábamos. No estaba segura si andaba con él porque era parte de mi pasado, porque era un tipo más audaz y seguía buscando tener aventuras juntos. No era una relación monótona y aburrida. Al contrario. No estábamos juntos en mucho tiempo, pero cuando nos veíamos siempre estaba inventando hacer cosas distintas y, además, se llevaba muy bien con mi familia y con Diego Alexander. Algo que para mi era extraño.

Nunca me habían faltado pretendientes. Soy muy sociable y amena, y por supuesto sé que tengo lo mío. Aunque estoy bastante flaca y he intentado mantenerme saludable como me lo recomendó el doctor, sigo excediéndome, pero es que amo mi trabajo.

Al volver a Querétaro, Iván estuvo unos días más y volvió a España. Siguiente visita, hasta el verano, aunque aún no habíamos planeado nada. Hacer algún viaje juntos, quizá a Grecia, o al medio oriente.

Inauguramos oficialmente la florería “Amaranta” y el slogan “Tu vida entre flores”. El patio se volvió un jardín colgante. No por nada, pero entre mi inspiración, las ideas de mamá y mi tía Hortensia, las obsesiones de mi abuela con algunas flores (especialmente las Margaritas) y la remodelación de mi amiga Cassandra, la florería se convirtió en un espacio hermoso.

La inauguración la organizó mi amiga Mariana, invitamos a muchos clientes a una pequeña recepción y obsequiamos unos hermosos bouquets con las novedades que traíamos en mente desde nuestro regreso de España. 

No pudieron faltar los medios de comunicación, sin duda en la ciudad es importante darnos a conocer, y aunque mi abuela estaba bien aclientada, yo estaba buscando nuevos clientes, empresas, novias, mamás, esposos, etc. En mi mente, todos tenemos una razón para obsequiar una flor o decorar cualquier evento.  

Unos días después de la inauguración, contraté a Lucero, una chica para que hiciera trabajos de relaciones públicas, visitando empresas pues en Querétaro cada día se instalaban nuevas fábricas e industrias, donde seguramente los jefes o las jefas necesitaban quedar bien con alguien enviando flores. Comencé a buscar complementos para ello, botellas de vino, cajas de chocolate y muñecos de peluche. Su nombre era Araceli. Ella había trabajado en algunas empresas locales y conocía bien los directorios industriales y organizadores de eventos, la señora Corcuera, doña Lucy Del Prado y la Kukis Reyes, que conocían a las familias del nuevo Querétaro, pues año con año, llegaban nuevas familias y los jefes de familia ocupaban las direcciones de las empresas importantes o recién llegadas.

Se proyectaba un crecimiento industrial importante, empresas como Mabe, Daewoo o GE. Algunos de electrodomésticos y muchos otros de aeronáutica y autopartes. Decían que tal vez Bombardier, una empresa francesa de aviones se instalaría cerca del nuevo aeropuerto.

Eso no me detuvo, para mi el crecimiento de Querétaro era una oportunidad de negocio y me llenaba de emoción. Con dos sucursales y el apoyo de mi mamá, podríamos reinar el mercado de las flores.

Se llegó el verano, y estuvimos cargados de trabajo, al final, Alexander se fue de viaje a Alemania con su papá y yo no pude ir a ningún lado con Iván. Después de varios intentos fallidos de encontrarnos en algún punto, Nueva York, Montreal, Cancún… no hubo modo. Decidimos darnos un tiempo, pues ninguno de los dos estaba dispuesto a cambiar su vida.

—Hija, te buscan en la puerta…— Dijo un día que estábamos en el patio trabajando unos centros de mesa para una boda.

—¿Quién es?

Era Rafael, con un hermoso ramo de flores, rosas, como cuando éramos novios.

—¿Qué haces aquí?

—Me quedé con ganas de charlar contigo aquel día, pero no hubo oportunidad, entre Magaly y tu novio, creo que era complicado.

—Gracias por las flores.

—Las compré en la florería de tu mamá.

Casi nunca recibía flores, era absurdo, pero se sentía lindo que alguien te regalara flores. Lo invité pasar, nos sentamos en la mesa de la cocina, como en los viejos tiempos y le invité algo de tomar.

—Un café está bien…

Charlamos un rato, recordando los viejos tiempos. Me preguntó por Iván, le dije que nos estábamos dando un tiempo, pues la distancia no ayudaba a la relación, y entonces el cayó en cuenta que era el Iván de mi adolescencia. Me preguntó si tenía posibilidades de salir conmigo de nuevo y me negué. Fue mi primer novio, pero no fue mi primer amor, además él tenía a Magaly.

—¿Magaly no es tu novia?

—No, después de lo de Luciano, tuvimos una discusión y lo dejamos por la paz.

Nos despedimos con cordialidad y se marchó. Mamá aún estaba en el patio con Pueblito y Rosa trabajando. Se burlaron de mí, mientras yo ponía las flores en un florero en el centro de la mesa de la sala.

La casa de mi abue Margarita la usábamos para las visitas y Sebastián se había regresado a vivir ahí. Los fines de semana con mucho trabajo, a veces me quedaba a dormir ahí. Tres días a la semana estaba en Alcatraz, que la verdad entre Ana y Lucero, nos repartíamos muy bien el trabajo.

Un día, el mes de octubre de ese año, recibí una llamada de la casa de los cinco patios. Una casa preciosa del centro histórico, que en efecto contaba con cinco patios y cada uno ofrecía un estilo diferente, en el primero tenían un restaurante y en los demás, los rentaban para eventos. Nos pidieron cotización para ofrecer a sus clientes, y me pidieron que les arreglara las fuentes con flores de temporada una vez a la semana. Un día, Eugenia Martínez, la coordinadora de los eventos me citó para decirme que habría una conferencia de prensa y la esposa del gobernador solicitaba todo rosa, pues comenzaban con una fuerte campaña del DIF estatal contra el cáncer de mama y deseaba que adornáramos las fuentes y las jardineras con flores de color fucsia. En ese momento conseguir ese tono de rosa era muy complicado. Estuve llamando a la señora varias veces, conseguí flores de varios tonos de rosa, pero no de fucsia o rosa mexicano. Su asistente, María José, me dijo que no me preocupara, que estaba bien, lo importante es que fuera rosa.

Al llegar, junto con Pueblito a arreglar el lugar, la gente que andaba por ahí nos dijo que estaba quedando muy lindo. Fueron más de 500 flores con follaje, la fuente estaba preciosa. Antes de marcharnos, tomé fotos con mi cámara digital, el lugar era digno de presumir en mi catálogo.

Cerca de las ocho de la noche, recibí una alerta a mi nextel. Era de la casa de los cinco patios.

—Hola, buenas noches — contesté.

—¿Por qué te fuiste? —Era la señora Eugenia.

—¿Qué tal señora Eugenia? Le estuve llamando todo el día.

—¡No me trajiste flores de color fucsia!

—No, por eso la estuve llamando, pero su asistente me dijo que no había problema con que fueran de otro tono de rosas.

—¿Estás confabulando mi evento? Fui muy clara, quiero rosas color fucsia, tienes para mañana a las 8 de la mañana para solucionarlo, si no, no te pago.

En ese momento, me llené de coraje y frustración. Primero porque me estaba hablando en un tono muy incómodo y segundo porque la señora no entendía razones y me estaba amenazando. “Solo quiere quedar bien con la esposa del gobernador”, dijo mi madre.  Lo entendía, pero no podía hacer más. Si no conseguí flores fucsias en tres días, menos las conseguiría a esas horas de la noche.

—Discúlpeme señora Eugenia, pero eso no será posible. Si no me quiere pagar las flores, en este momento vamos por ellas, y se quedará sin flores para su evento. Yo estuve por varios días buscando flores fucsias y ninguno de mis proveedores y colegas me pudo vender flores en ese tono. De momento es lo único que puedo hacer.

—¡Pues no estoy de acuerdo, eres una incompetente! — En ese momento, no supe que hacer, la mujer comenzó a gritonearme y decirme de cosas.

—Señora Eugenia, está usted muy alterada, así no podemos hablar ni resolver nada. Con su permiso le voy a colgar.

—¡Ándale! ¡Cuélgame pelada!

En ese momento, colgué la llamada. Prometo que en ningún momento fue grosera. Mis papás estaban conmigo y me miraban estupefactos, pues habían escuchado toda la conversación, hasta mi hijo Alex estaba sorprendido.

—Te acompaño mañana a las 6 de la mañana para que saquemos todas las flores. — Dijo mi mamá y en eso iba entrando mi hermano Sebastián.

Respiré profundo, mientras la señora Eugenia seguía mandando alertas al nextel, así que lo apagué.

Al día siguiente, me marché temprano a la casona, y me encontré a la gente montando el mobiliario para el evento. Pregunté por el encargado y me refirieron con la licenciada Lorena Monterrubio, la asistente de la señora Garrido, la esposa del gobernador, mientras mi hermano Sebastián y mamá, comenzaban a quitar las flores de las jardineras. 

—¿Por qué quitan las flores? Se ven muy bonitas… El lugar se ve preciosa, a la señora le va encantar.

—La señora Eugenia ayer me dijo que no le gustaron, que las cambiara por flores fucsia, pero no conseguí de ese color, así que me las voy a llevar, porque me dijo que no iba a pagarme.

—No, no hay necesidad. Dame un minuto, yo me encargo.

Fui con mamá y Sebastián y les dije que esperaran, que tal vez se podría solucionar de otra manera. La licenciada Monterrubio se acercó y me dijo que ya había hablado con el dueño del lugar y había autorizado. A los pocos minutos, llegó la señora Eugenia, al verme se puso roja del coraje.

—¿Todavía no te llevas tus flores? Vengo del mercado y traigo flores de color violeta, necesito que quites tus flores, porque me estorban.

De pronto, se acercó un hombre, de traje, se veía maduro, pero bastante elegante.

—¿Qué ocurre Eugenia?

—Señor Francisco, es que la florista me quedó mal con el pedido. La señora Garrido pidió flores de color fucsia y me trajeron flores rosas. No es el tono. Le dije que no le pagaría.

—¿Y prefieres flores color violeta que rosa? Eugenia, no pasa nada. Creo que te estás pasando de exigente. ¿Al menos lo consultaste con Lorena? Ella me marcó hace un momento para decirme que estaba precioso el lugar.

—Pero nada, es la primera florería que nos ha vestido este lugar con flores y a los clientes les encantó. Deja de meterte con los proveedores, si no pediré tu renuncia, ya hemos hablado de esto.

La señora Eugenia abrió los ojos, no se esperaba que las cosas se le salieran de las manos.

—¿Y qué hago con las flores violeta?

—Llévatelas a tu casa…

El hombre se acercó a mí, y preguntó mi nombre.

—Amaranta Tapia.

—Amaranta, soy Francisco Varona, soy el gerente general, una disculpa por estos inconvenientes. ¿Puedo invitarles un café en mi oficina y hablar del tema? De ningún modo quiero que deshagan su trabajo y menos por esta tontería.

La señora Eugenia se quedó haciendo una rabieta. La licenciada Lorena me guiñó un ojo antes de marcharnos detrás del señor Varona.

Estuvimos hablando con Francisco un buen rato. No tenía idea que tuviera tanto tiempo dirigiendo el lugar. Era soltero, muy atento y antes de irnos, me extendió un cheque con el pago.

—No es la primera vez que Eugenia se pone así, pero es sobrina del dueño y es complicado lidiar con ella. Pero cualquier cosa, pueden dirigirse directamente conmigo. ¿Tienes mi clave de nextel?

Intercambiamos números y con una hermosa sonrisa, nos despidió.

En todo el camino de regreso a la casa de allende 29, mi tío y mi mamá no dejaron de molestarme.

—Uy Lily, hueles a suegra.

—Siempre Sebastián, Amaranta siempre ha tenido pretendientes rondando por ahí, pero me cayó bien este muchacho.

—Me huele a noviazgo en puerta…

—¿Podrían dejar de molestarme?

Por la tarde, era un jueves, recibí una llamada por nextel de Francisco, en efecto el hombre no estaba perdiendo el tiempo.

—¿Estás en tu negocio?

—Sí, ¿necesitas algo?

—¿Te puedo invitar a cenar?

—¿Hoy? — Dije nerviosa.

—Cuando quieras.

Mi corazón latió con rapidez. Sentí mis mejillas ponerse rojas, me gustaba, era un hecho, pero aún estaba reciente lo de Iván y estaba confundida. Después de escuchar el pitido del nextel otra vez, le dije que el sábado después de las ocho estaba libre. Todos los eventos de aquel día eran temprano, por lo que acabaría a media tarde de entregar.

Aquel sábado, llegué a la florería de Alcatraz, pues casi todos los eventos de aquel día eran en Jurica y Juriquilla así que, por logística, decidimos armar todo allá. A las doce, cerramos la florería unos minutos, pues Ana se fue a entregar unos arreglos al hotel Misión Juriquilla y Lucero estaba en el Racquet Club montando un evento, los mensajeros andaban en friega y yo me fui a dejar unos arreglos al Emilia, un restaurante italiano que tenía privados para eventos muy lindos en la entrada de Jurica. Siempre que eso ocurría, dejábamos todas las flores en el pasillo mientras volvíamos, los locatarios ya estaban acostumbrados al pintoresco folklore que alegraba la vista.

Cuando volví, encontré un acto de vandalismo en los pasillos de la plaza. Flores de cubetas tiradas, flores destrozadas, y una buena parte de los arreglos que aún no estaban listos destrozados. En los años que llevábamos ahí vendiendo flores, nunca nos había pasado, bueno ni siquiera alguien se había atrevido a robarse una flor.

Con el coraje atravesado y con la ayuda de Alexander, nos pusimos a recoger aquel lugar, rescatando lo que se podía, limpiando y reacomodando los arreglos que se podían rescatar. Cuando Ana volvió, no podía creer lo que le conté. Pero en ese momento no tenía tiempo de buscar responsables, ya tendría tiempo de ir a ver las grabaciones de las cámaras de vigilancia.

Terminamos los arreglos, eran para una pequeña recepción en la hacienda de Los Laureles. Terminamos justos, pero a tiempo. Cuando volvimos, Ana ya había ido a ver las cámaras de seguridad. Cuando le pregunté quién había sido, me dijo:

—Tienes que verlo.

Fue un perro, un perro que se dio vuelo jugueteando con las flores y las cubetas. No dejó una sola cubeta viva y disfrutó sacando las flores de cada cubeta. Margaritas, gerberas, rosas, alcatraces, lilies… Salí contenta aquel sábado. Eran las seis de la tarde. Llevé a Alex a casa de sus abuelos paternos, y me fui a casa a arreglarme para mi cita con Francisco. Al llegar, me arreglé con un vestido tejido de punto y botas negras. A las 8 en punto, llamaron a la puerta, era Francisco, vestido casual con pantalón semiformal, camisa desfajada y un blazer obscuro. Se veía muy guapo, fue inevitable sonrojarme, sobre todo porque llevaba unas flores.

—¿Qué tal tu día? — Me dijo.

—Terrible, pero bien. —Respondí con una sonrisa mientras recibía aquel ramo de rosas con la etiqueta de mi florería “Amaranta”

—Para un mal día, flores.

Continuará…

“Quizás no todos los días sean buenos, pero siempre habrá algo bueno en cada día” Nayra Santana

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería

www.lacasadelasflores.com

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