MI VIDA ENTRE FLORES II

CAPÍTULO 16 DIEGO ALEXANDER Desde niño tengo muchos sobrenombres, Diego, Alex, Diego Alexander (cuando mi mamá está enojada), mi bisabuela Margarita me decía Dieguito y luego migro a Diegui, y terminó por llamarme Alex. Mis amigos me dicen Diego, en casa prefieren llamarme Alex, pero a mi me gusta que me digan Alexander, aunque les parezca más largo. Mi tía Hortensia, quien siempre me ha consentido al igual que mi tío Sebas, son los alcahuetes más maravillosos del universo, me dicen Alexander, dicen que es bonito para solo llamarme Alex. Pero Marina, una niña de la clase de negocios (que por cierto me encanta), me dice Axel, odio que me diga así, pero mi enojo es el pretexto perfecto para poder platicar con ella y me lo aguanto…—¿Dejas que te diga Axel? — Me reprochó Marco cuando le dije que quería invitarla a salir…La verdad estaba tan ocupada con la florería virtual que no tenía mucho tiempo para socializar, pero la pandemia terminó de arruinar todo. Tuve que comenzar a estudiar desde casa, los hijos de Franco también se vinieron a pasar la “cuarentena” que se convirtió en un par de años, eso sí, para nada estuvimos aburridos. Al principio, entre la incertidumbre y el estrés, me fugaba a la florería de la calle de Allende, parecía que no tendríamos trabajo, pero la realidad era muy distinta, pues la florería comenzó a venderse en línea, tal parecía que la gente deseaba expresar su cariño a distancia, y nos volvimos repartidores casi de tiempo completo. Luego para el 10 de mayo, fue la locura, mi mamá estaba preocupada porque nos llegaran los pedidos de flores, estaba aterrada, porque no sabía se iba a vender, pero al final nos hizo falta tiempo y mercancía, pues creo que ese día de las madres ha sido nuestro mejor día de ventas en muchos años. Ese día, hasta Beto y Charly, los hijos de Franco estuvieron dándole a todo en las florerías. Nunca les había tocado un día de locos y con tanto trabajo, normalmente venían a Querétaro a quedarse un par de días, comíamos o cenábamos en algún restaurante con nuestros padres y luego nos íbamos a algún antro, que durante la pandemia estuvieron cerrados. Entonces, si mi vida social ya era un desastre, con pandemia más. —¿Porqué no le mandas unas flores? — Sugirió Beto. ¡¿Cómo no se me había ocurrido?! De pronto me invadió una inseguridad terrible. ¿Y si no le gustan? ¿Y si no me abre la puerta? ¿Y si su papá me manda al cuerno? —No se las lleves tú, obvio. Nosotros las llevamos y déjale una nota…Entonces, con todos mis nervios, me puse a buscar ideas, no quería mandarle un ramo cualquiera, tenía que ser algo original, diferente y que expresara lo que sentía por ella. Llamé a mi tía Hortensia y me dijo:—Tulipanes, de varios colores, que se vea alegre.La idea era encantadora, armé dos docenas de tulipanes, amarillos, rosas y morados en una maceta cuadrada de cerámica. No por nada, pero me quedó espectacular. Cuando Charly y Beto salieron de la florería para ir a entregarlo, mi mamá iba llegando. —¿Y ese arreglo tan lindo?—Un pedido má… Me hice el loco y salí con mis cómplices a la entrega del arreglo. Llegamos a la colonia Álamos 3ª, sabía llegar a su casa, pero no me acordaba del nombre de la calle, creo que era la calle de árbol, esquina con seto. Nos perdimos, pero después de risas nerviosas y algo de astucia, llegamos a la casa de Marina. Beto se bajó del auto, llamó a la puerta de aquella casa rústica estilo queretano, con una campana de dolores en la puerta en lugar de timbre. Salió una señora y Beto le entregó las flores. La señora con cara de pocos amigos levantó la mirada y reprendió a mi hermanastro. Al final, entró de nuevo a la casa, llevándose con ella el arreglo de flores. Ahora solo faltaba que ella me escribiera después de leer mi mensaje. Aquella tarde, regresamos a casa después de pasar por un retén, las cosas estaban muy intensas, no podías andar como si nada, incluso no estaba permitido entrar en familia al supermercado, solo una persona por familia. Afortunadamente Charly era un crack para pedir cosas a domicilio, por lo que no nos faltaba nada en el refrigerador.—¿Cuatro cartones de cerveza? — Lo reprendió Franco.—Van a escasear papá, en unas semanas me lo vas a agradecer.Y así fue, primero hubo escasez de papel sanitario, luego de harina y en efecto hubo escasez de cerveza. No había gel ni alcohol en ningún lado, y comenzamos a comprar cubrebocas por caja, y también estaban escasas. Los días que nos tocaba quedarnos en casa (pues hacíamos guardias en las florerías) y solo íbamos todos cuando había mucha carga de trabajo, además de estudiar y hacer tarea, Beto, Charly y yo no la pasábamos muy bien. Había días que hacíamos carne asada, poníamos música e invitábamos a Franco y a mi mamá a tomar una cerveza. Pero de pronto, las malas noticias comenzaron a llegar, si se había enfermado la mamá de tal, que si murió el abuelo de tal, conocidos en estado critico en el hospital. Aún no se tenían claras las consecuencias, los síntomas eran ambiguos, pues todo indicaba ser una gripa, pero si era COVID 19 podría ser fatal. Los remedios y medicamentes milagro comenzaron a dar la vuela por chats y redes sociales, las aseguradoras y los hospitales particulares se pusieron muy estrictos, y ni hablar de los sectores de población más vulnerables, las mujeres embarazadas, los enfermos crónicos o enfermedades graves. La gente de escasos recursos. Los videos apocalípticos comenzaron a generar un caos y miedo por todos lados. No por nada mi abuela Lily nos bañaba con desinfectante en aerosol antes de entrar a su patio por las flores. La gente despertaba con la esperanza de escuchar que habían encontrado un tratamiento o si ya estaba lista la vacuna, pero los laboratorios nos daban largas y el gobierno falsas esperanzas.Puedo decir que fuimos afortunados, sin embargo, el miedo de que alguien en casa se enfermara no cesaba. Pusimos desinfectante y gel antibacterial por todos lados, mi mamá puso una zapatera estilo oriental en la entrada de la casa y un kit de desinfectante. Al principio todo seguía su curso, pero mi mamá nos puso a cada uno a hacernos responsables de nuestras cosas, lavar nuestra ropa y otras tareas domésticas. Eso generó algunos roces entre Beto, Charly y yo. Pues para la fiesta nos poníamos de acuerdo en dos segundos, pero para usar la lavadora y tender la ropa no tanto. Pasaron los meses, la rutina nos tenía ocupados, entre los estudios y el trabajo y Marina, no me había dicho nada del arreglo de flores. Eso me tenía algo confundido. —¡Pregúntale w*y!— Me dijo Beto, el era quien más me insistía, era todo un casanova con experiencia (según él). Por fin, un día, en una reunión escolar por videollamada, le mandé un mensaje privado. -“¿Recibiste las flores?” -“¿Cuáles flores?”-“Te mandé un arreglo de tulipanes hace unos días”-“¿Eran para mí?”-“Sí, traían una tarjeta, me dijo Beto que las recibió una señora.”-“Nunca recibí la tarjeta, Marisa, la novia de mi papá dijo que se las había mandado mi papá”-“Lo siento, eran para ti. ¿Tú papá no dijo nada?”-“Mi papá está en Italia, por viaje de trabajo, no ha podido regresar, lo pusieron en cuarentena”-“¿Está bien?”-“Sí, solo que no lo han dejado subir al avión. Volará a CDMX, y tendrá que estar en cuarentena otras dos semanas antes de volver casa”.-“¿De verdad?”-“Sí, políticas de la empresa… Por cierto, gracias por las flores, la próxima vez avísame, antes de que la arpía de mi futura madrastra me las robe”-“Cuenta con ello, y no dudes en llamarme si se te ofrece algo”A partir de ese momento, nos estuvimos mensajeando, yo estaba más expuesto que ella, por lo que no me parecía prudente ir a verla, pero lo que sí hice fue enviarle regalitos por mensajería y ella me mandaba la foto para evidenciar que lo había recibido. Un día le mandé la cena y cenamos por videollamada, ya quería poder a llevarla en serio a un lugar que valiera la pena “Mochomos” o “Cocono”, unos de los restaurantes más cool de la ciudad. Después de los puentes y eventos importantes, se avecinaba una ola de contagios, tristemente las ventas se incrementaban, no nos dejaban mandar flores a los hospitales, pero aún así la gente enviaba flores para dar palabras de aliento. En las vacaciones de verano, las fiestas de quince años y las graduaciones escolares, fueron en automóvil, se paseaban con los coches llenos de arreglos florales, globos, letreros de felicitación y paseaban en caravana pro toda la ciudad, tocando el claxon y con la música a todo volumen. En las fiestas de quince años o baby shower, la gente pasaba en su automóvil a dejar el regalo y se saludaban de lejos. Las circunstancias se volvían más especiales que de costumbre, en algunos fraccionamientos, pasaban cosas peculiares, como el DJ del Refugio, que convocó a una fiesta en su calle, puso desde su balcón música, luces y sus mejores bocinas, y la gente se acercó en su carro a la fiesta, conviviendo con una supuesta “sana distancia”. Nosotros seguíamos con la buena suerte de no habernos contagiado, mi mamá y Franco pusieron reglas muy claras para cuidarnos, también a los empleados, les daban un kit de higiene personal a cada uno. Mis abuelos y mis tíos también, se mantenían al margen y alejados de las multitudes, pues ya estaban en edad de riesgo.Un día, me llamó Marina muy angustiada. —Marisa está ardiendo en fiebre, no sé que hacer. —¿Ya llamaste a una ambulancia?—No, no tengo idea… estoy muy nerviosa, sobre todo porque no quiero que mis hermanos se asusten y las cosas se pongan mal. Le pasé los datos de un conocido de mi abuelo Rodrigo que estaba comprometido con la causa coordinando ambulancias. En menos de una hora, estaban en casa de Marina y se llevaron a su madrastra al hospital del IMSS. Unas horas después le dijeron a Marina que Marisa tendría que permanecer internada. Le dieron el contacto de la enfermera y el médico que estaría a cargo de su caso. Su padre ya estaba en la ciudad de México terminando sus días de encierro, por lo que cuando volvió a Querétaro, Marisa tenía tres días internada. —No puede ir a visitarla, todo ha sido por teléfono, aunque ya ha podido hablar con ella un par de veces. Los doctores están optimistas. Después de varios días, Marisa pudo regresar a su casa, por fortuna Marina y sus hermanos no se contagiaron. En Octubre, ya muchos restaurantes estaban funcionando con medidas preventivas, todo era por reservación, y sana distancia. A mi mamá se le ocurrió salir a despejarnos un poco. Fuimos a Don Vito, en Jurica. Nos atendieron muy bien, se sentía extraño, todos con mascarilla, los cubiertos embolsados en celofán, gel antibacterial en cada mesa y los meseros guardando su distancia. Mi mamá pidió una botella de vino tinto, y luego brindamos con tequila. En verdad pudimos relajarnos, habían sido meses de mucho estrés, mucho trabajo y mucha incertidumbre. —Tendremos que guardarnos después de esta salida, al menos una semana.—¿Y las florerías?—Las florerías estarán bien…—dijo Franco. Estuvimos guardados una semana, manteniendo distancia entre nosotros, ya había invitado a salir a Marina después de mi encierro, pero ellos estaban muy asustados con el tema y su papá no la dejaba salir, pues Marisa, aunque se había recuperado, tenía secuelas que la habían dejado muy sensible. Para mi mala suerte, en el cuarto día de encierro, Franco empezó con algunos síntomas, dolor de garganta y un poco de fiebre. Dos días después, Charlie y yo estábamos con calentura y dolor de cabeza. Mi mamá nos tenía vigilados, nos tomábamos la temperatura y el oxígeno cada cierto tiempo, el doctor nos mandó tratamiento para todos, pues, aunque las pruebas salieron negativas a excepción de la de Franco, todos caímos. Fueron casi tres semanas prácticamente encerrados. Mis abuelos y mis tíos estaban bien, pero no fuimos a visitarlos por un buen rato, pues mi mamá no quería ser la causa del contagio. Por fin, ya que conseguimos un poco de equilibrio, Marina me escribió para decirme que su papá quería agradecerme por haberles ayudado con la ambulancia para Marisa y que Marisa quería “pagarme” el arreglo de tulipanes que le había mandado a Marina. Me invitaron a comer, claro que la comida fue en su casa, en la terraza, con sana distancia y muchos protocolos. Al final, después de despedirnos, cuando Marina me acompañó a la salida, le pedí que fuera mi novia y me dijo:—Mi papá me dijo que, si te besaba, tendría que estar diez días en cuarentena. —¿Entonces eso es un sí?—Sí—Y no me dejarás besarte…—Tengo seis meses en cuartentena, detodos modos ya estoy encerrada desde hace mucho tiempo… — Y se lanzó a mis labios. Desde aquel día somos novios, aún no nos vemos con la frecuencia que yo quisiera, pero al menos su papá le ha dado algo de libertad para vernos y, los tulipanes son su flor favorita desde entonces… Cada vez que puedo le mando un ramo de flores con tulipanes, y uno para Marisa, de parte de mi suegro.“No hay nada más bonito que una historia que inicia por una casualidad” Anónimo.Te invitamos a darnos Like en Nuestra pagina de FB e IG, para poder seguir leyendo nuestra apasionante historia, agradecemos tu apoyo para seguir creciendo y formando nuestra increíble comunidad.Da click aquí: https://www.facebook.com/LaCasaDeLasFlores.LaFloreria/Si quieres conocer nuestro catalogo floral: www.lacasadelasflores.comCon la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La FloreríaEsta historia es parte de nuestra historia por lo que cualquier parecido con hechos reales y similares están protegidos.Todos los derechos reservados, está prohibida la reproducción total o parcial de esta historia sin autorización de los autores.#lacasadelasflores#novela#queretaro#flores#floreria#floreriaenqueretaro#floresqueretaro#mividaentreflores#lilies#hortencia#margarita#arreglosflorales#rosas#enviodeflores#detalles#amor#drama#felicidad#novela#drama#historiasbonitasHaz clic para etiquetar productos