CAPÍTULO 20

AMARANTA, AUTOMEDICACIÓN

Mi brazo lastimado fue un parteaguas para que mis tíos y mi madre me llenaran de reproches y regaños. “Trabajas mucho”, “No descansas suficiente”, “Te vas a enfermar”, “Te hacen falta vitaminas”. Tal vez tengan razón, pero así como trabajo, me doy mis tiempos para viajar, tanto con mis amigos como con la familia. Franco y yo sabemos darnos tiempo para estar juntos, sin mirones.

Mi maestra de ballet, cuando era niña, se enfermaba del estómago cada vez que íbamos a tener una presentación de fin de curso, era su evento más importante. A mi tía Hortensia le dan ataques de ansiedad los viajes y a mi mamá los viajes de carretera largos, a Franco le sale urticaria cuando se acercan fechas importantes, a mi papá le da insomnio cuando se enfrenta a problemas complicados y mi abuela, que en paz descanse, la gastritis la perseguía sin cesar, vivía tomando remedios y con dieta blanda para no hacer grande su problema.

Mi hermano Marco y su esposa Simonella, habían vuelto a Canadá por temas de salud, con los gemelos, Melisa e Iñaki. Se llevaron a una nieta de Pueblito con ellos, para que les ayudara como niñera, solo mientras se establecían y conseguían ayuda o si ella estaba dispuesta a quedarse, pues que se quedara, si se adaptaba.

A los pocos meses Isabel, la nieta de Pueblito regresó, no se adaptó al país, ni al idioma, ni al clima. Pero eso sí, regresó con mil anécdotas de los niños que nos hicieron reír y muchos dólares que no quiso gastar, ocho meses tenían ya mis sobrinos y los tenía tan lejos.

—¿Y por qué la señora Simonella no se viene para acá?

—Pues nosotros felices, pero ahora ellos son una familia y ellos deciden. — Dijo mi madre con determinación, sabía que le dolía que estuvieran tan lejos, pero nosotros los visitamos siempre que se puede.

Y justo esa mañana, amanecí con un dolor de cabeza terrible, náuseas, vómito y levantarme de la cama no era buena idea, todo me daba vueltas.

—¿No estarás embarazada? — dijo mi madre con ojos acusadores.

—No mamá… Franco me llevará al doctor. Te encargo las florerías.

—Te dije que te ibas a enfermar…

—Ya mamá… no estoy para sermones. Voy a estar bien.

Franco consiguió cita con un neurólogo, el doctor Fausto Carrera, recomendado por un amigo de él. Me revisó los ojos, los oídos, me hizo pruebas de postura, me puso a caminar y me preguntó con qué frecuencia me dolía la cabeza, me daba cada dos o tres meses, pero nunca con vómito y tan intenso.

—¿Te molesta la luz?

—A veces.

— Parece que tienes una migraña tensional. Esto te da por estrés o por que no estás descansando lo suficiente. Dime una cosa ¿estás estresada? ¿has tenido más trabajo de lo normal o estás expuesta a un alto nivel de estrés?

—Pues… sí, últimamente tuvimos unas semanas muy estresantes.

—¿A qué se dedica señora Amaranta?

—Soy florista.

—¿Es estresante tener una florería? ¡No me lo esperaba!

—Hay épocas del año que son muy estresantes, acaba de pasar el día de San Valentín, y trabajamos más de lo normal.

—Entiendo, pues no me queda más remedio que mandarla a descansar.

—Pero tengo que trabajar…

—Vamos a hacer una cosa. Le voy a recetar unas gotitas para dormir. Durante 30 días se va a dormir a la misma hora. Son dos gotitas en un vaso con agua, le pongo las instrucciones en la receta. ¿A qué hora se duerme normalmente?

—11 de la noche.

—¿Puede intentar dormirse a las 10 pm todos los días?

—Sí

—¿Hace ejercicio?

—No mucho últimamente.

—Venga, mírese al espejo. Tiene un hombro caído, ¿le duele la espalda?

—Últimamente sí.

—Le recomiendo que tome clases de pilates, eso la hará sentirse muy bien de su espalda y aminorará las probabilidades de otra crisis migrañosa. Otra cosa ¿es intolerante a la cafeína?

—No

—Ok, la cafeína es un desinflamante natural, por eso hay medicamentos con cafeína, pero si tiene acceso a tomar un buen café por las mañanas, hágalo. Una taza al día.

Esa noche me mandó a dormir, y los primeros días fueron complicados, ¿yo dormir tan temprano? A veces de 9 a 12 de la noche, era la hora de convivencia con amigos y familiares, y durante un mes estaría en plan antisocial, hasta Franco se burló de mí.

Mis tíos se fueron a Colombia, mis padres a Canadá y yo a descansar. Tal vez irme de vacaciones era la solución, pero no sin mi equipo de apoyo en casa, debía esperar a su regreso. Alexander decía que me fuera, que él se hacía cargo, pero a mi me daba un poco de angustia. Sabía que lo tenía que dejar, algún día el tendrá que lidiar con todo esto solo, pero yo, emocional, mental y hormonalmente no estaba lista para dejarlo libre, era mi pequeño hombrecito que se estaba convirtiendo en un mini yo, “workoholic” y amante de este bello oficio que es la floristería.

El “boom” de la boda regalada por Rocío y el “bodrio” así bautizó el público a Francisco, el exnovio; nos dio mucha publicidad a “La casa de las flores” y a casi todos los proveedores de la boda. Patrick y Charly se volvieron los coordinadores de eventos más solicitados y en consecuencia nosotros íbamos incluidos en ese paquete. Después de la boda de los “Médicos sin Fronteras”, que además se volvieron virales y les llovieron donativos para su viaje y la causa, se veía un año lleno de eventos. Eso me hacía más difícil tomar la decisión de viajar, con tanto trabajo en puerta. Entonces me llamó Marco:

—Ami, te tengo una noticia ¿Estás sentada?

—¿Estás embarazado?

—No, de momento no y Simonella tampoco. —Reímos.

—¿Entonces?

—Regresamos a México.

—¿Cuándo?

—En un mes. Simonella me dijo que le gusta más vivir allá, que se siente más acompañada y segura. Así que tendrás a tus sobrinos cerca.

—Marco, eso me hace tan feliz.

—Otra cosa, Simo quiere volver a trabajar, al menos un rato al día, que pueda apoyarlas en las florerías y los bebés, pues no lo sé, nosotros crecimos entre flores ¿no?

—Cuenta con eso.

—Me dijo mamá que no has estado bien. Debes tomarte un descanso.

—En eso estoy.

Pasaron los días, mis noches de descanso comenzaron a surtir efecto. Comencé a sentirme mejor, con más energía y encontré un lugar de pilates cerca de casa, con un horario adecuado. 6:30 am dos veces a la semana.

Mamá y papá estaban vueltos locos con el regreso de Marco y su familia. Aunque acababan de estar con ellos, tuvieron que volver antes a Querétaro para ayudar con los preparativos, regresaban a la casa de Carretas que les rentaba José Carlos y con quien tenían un trato de compraventa.

Mamá me cuidaba como cuando era pequeña, con frecuencia me llevaba comida a la florería o me invitaba a comer a su casa, “comida sana y llena de nutrientes”. Básicamente caldos con verduras, ensaladas, proteínas ricas y legumbres. Le agradecía su apoyo, mi madre y yo teníamos nuestras diferencias muy marcadas, siempre fui rebelde y a ella le costaba lidiar con eso, pues a pesar de su carácter, ella fue condescendiente con mi abuela Margarita. Así que, cuando me consentía de ese modo, no me quedaba más que estar agradecida por tenerla en casa de nuevo. Aún era una señora activa, algo refunfuñona a veces, pero es mi mamá y a pesar de las diferencias que tenemos la amo.

Papá ya no iba mucho a la notaría, tenía mucha gente trabajando para él y trabajaba desde casa. Se presentaba a su despacho para algunas reuniones importantes y firmar documentos si era necesario, pero seguía siendo el notario titular.

De pronto, una llamada, interrumpió una cena familiar sabatina en casa de mis padres, era de Colombia, mi tío Eugenio estaba internado en un hospital de Medellín, le tendrían que quitar la vesícula y estaba delicado. Sebastián mi tío se ofreció a viajar para ayudar en lo que fuera necesario, pero mi tía Hortensia insistía en que no.

—Voy para allá. Tú hubieras hecho lo mismo por mí.

—Iván está aquí. Dice el doctor que en unos días podríamos viajar de vuelta a México.

—No importa, voy para allá.

Y de pronto vinieron a mi mente tantos recuerdos, Sebastián era nuestro mejor cómplice y aliado, siempre cuidándonos la espalda, viendo por nuestra seguridad y empujándonos a conseguir todo lo que deseábamos, fue mi padre en mis primeros años de vida, mi tío consentido, mi paño de lágrimas, mi confidente y él siempre me escucha sin pasarse de la raya, buscando el mejor consejo y palabras de aliento, soluciones y como se dice vulgarmente “rifándosela” por todos. ¿Y qué había hecho yo por él?

—Ami, si no tienes mucha carga de trabajo, ¿podrías encargarte de apoyar a María Gisela con Adrián? Acabamos de volver de San Luis, y esta semana Adrián se reintegra a una escuela nueva.

—Descuida, yo me encargo.

Franco llevó a Sebastián al aeropuerto de la ciudad de México, mientras mamá, Alex y yo, nos encargamos del resto. Aquel domingo, pasé por María Gis y su hijo y los llevé a comer con mamá, Alex y su novia, esta última no podía creer lo listo que era Adrián a pesar de su condición. Estuvo jugando con él.

—Es encantador.

—Cuando está de buenas — dijo su madre.

El lunes, Sebastián me llamó para decirme que la cirugía había salido bien pero que mi tía Hortensia había tenido un ataque de ansiedad y la tuvieron que sedar. Me pesaba estar tan lejos y no poder ayudar, entonces le pedí que me comunicara con Iván, tenía mucho tiempo sin hablar con él, en el fondo los dos sabíamos que era lo mejor.

—Garamanta… ¿cómo estáis?

—Iván. Gracias por todo.

—Eugenio es como un padre para mi y Hortensia es mi tía favorita, así como tú siempre serás algo muy especial, es lo menos que puedo hacer por vosotros. Sois mi familia. En cuanto todo esté en orden os los mando de regreso. Estaba pensando en acompañarleis.

—Eso me parece muy gentil de tu parte. ¿Puedo hablar con el tío?

—Aún está sedado, tal vez mas tarde, le diré a Sebastián que os comunique.

 Mi semana se puso caótica, un proveedor que trajo mal un pedido, algunas entregas con retraso y clientes molestos por ello y para acabarla, Pueblito no llegó a trabajar, por la tarde su hija me llamó para avisarnos que estaba enferma, había amanecido con temperatura y un cuadro covidoso a la vista. En ese momento me entró el pánico, solo faltaba que nos hubiese contagiado a todos.

A los pocos días, Franco y yo caímos en cama otra vez, salimos positivos de covid, afortunadamente con pocos síntomas, pero no pudimos ir a trabajar. Alex estaba bien, no se contagió, ni mis padres. Sebastián e Iván volvieron de Colombia con mi tía Hortensia y mi tío Eugenio. Diego Alexander, mamá y Hortensia se encargaron de las florerías, Alex se quedó en casa de mis papás y nos mandaban de comer todos los días.

Cuando nos dieron de alta, llegué a la florería, y me encontré a mi tía Hortensia tejiendo unas coronas de flores preciosas.

—¿Y eso?

—Novedad colombiana, las copié de una fiesta popular en el pueblo de Jericó.

—Tú siempre buscando inspiración, me encanta. ¿Cuál es la flor más popular de allá?

—Hortensias ¿puedes creerlo?

—Increíble.

Estuve charlado toda la tarde con ella, mientras armábamos algunos centros de mesa para un pequeño evento en un hotel del centro histórico. Hay varios hotelitos boutique con patios muy pintorescos o terrazas que se rentaban para pequeñas recepciones, baby showers, despedidas de solteras, cumpleaños y reuniones muy tradicionales o las nuevas tendencias como “Gender Reveal”, para revelar el género del bebé. En mis tiempos todo era más básico, pero de un tiempo para acá, con frecuencia llegan nuevas tendencias, modas y entre ellas arreglos florales para toda ocasión. “Ami, ¡me podrías hacer algo como esto?”. Es tan común que los clientes lleguen con alguna foto que encuentran en internet, y nos ponen a trabajar tiempo extra, pues a veces la flor no es de temporada o es difícil de conseguir.

Al cerrar, Iván llegó a la florería. No lo había visto, ni a él ni a mi tío Eugenio y mi tía Hortensia, nos había invitado a comer el fin de semana, después de las entregas importantes, un par de bautizos y una iglesia. Iván estaba muy guapo y se veía bastante nervioso, como si no supiera como saludarme.

Fue extraño verlo, lo vi más delgado, un poco más maduro y sentí algo de nostalgia. El fin de semana que llegamos a casa de mi tía Hortensia, me vinieron los recuerdos, cuando Iván me besó en los columpios de aquella casa, cuando aún era de doña Sandra la amiga de mi abuela. Aquel día me desaparecí, era una adolescente impulsiva. Pero todo lo que he vivido es parte de lo que soy ahora, y mi vida entre flores cada vez es más intensa y enriquecedora.

Y sentados en aquella terraza de siempre, recordábamos viejas historias cuando Eugenio se levantó para ir al baño. No pasaron ni cinco segundos, cuando se desmayó. Franco llamó una ambulancia, papá e Iván corrieron a auxiliarlo mientras mi tía Hortensia vivía otro de sus cada vez más frecuentes ataques de ansiedad. Aquella tarde dominical se volvió una tarde de hospital, mientras esperábamos que los médicos, que ingresaron a mi tío al quirófano, salieran a darnos noticias.

—Mientras no haya malas noticias, son buenas noticias. — Dijo Franco abrazándome, mientras Iván, acompañaba a mi tía Hortensia y mi madre se aferraba al pecho de mi padre. Eugenio estaba estresado por sus fracasos en sus últimos proyectos, había perdido mucho dinero y no nos había contado parte de la historia para no preocuparnos.

“Nuestros cuerpos son nuestros jardines, nuestras voluntades, los jardineros” William Shakespeare”

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería

www.lacasadelasflores.com

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