CAPÍTULO 10

HIEDRA VENENOSA

Rodrigo, Amaranta y yo estuvimos un par de días en Guanajuato, mi suegro nos llevó a todos los lugares turísticos importantes que debíamos conocer. Rodrigo parecía tener sed de recordar y no dejaba de preguntar una y otra cosa mientras su padre le contaba anécdotas.

En su casa, su madre desempolvó fotografías y cosas que conservaba de cuando él aún era niño. Ami, divertida, se sentaba en el regazo de su padre y sorprendida jugueteaba con el mientras hacía preguntas a sus abuelos.

—¿Por qué en esta foto está con un vestido? —Preguntó Ami inocente.

—No es un vestido, es un ropón de bautizo — Todos reímos.

Un día antes de volver a Querétaro, salimos a caminar Rodrigo y yo. Parecía tener memoria fotográfica, pues sabía cada una de las calles y edificios importantes. El teatro Juárez, la universidad, el palacio de gobierno y por último me llevó al callejón del beso. Estaba ahí un dibujante, que se ofreció a hacernos una caricatura, a cambio de unos cuantos pesos. Emocionados y enamorados nos besamos los labios, bajo los balcones, donde indicó el señor de las leyendas y nos marchamos a casa. Al volver, sentí que alguien nos observaba, fue una sensación muy extraña. Rodrigo notó mi ansiedad, pero me tranquilizó diciendo que tal vez era mi imaginación.

Al llegar a casa de mis suegros, había un ramo de flores, de lilys, por supuesto. Rodrigo y yo nos miramos incrédulos y mandó a llamar a Lourdes, su madre.

—Mamá, ¿qué son estas flores?

—No lo sé, son para Lily, ¿no las enviaste tú?

—No, no fui yo. Lo extraño es que, en Querétaro, también hemos recibido ya dos arreglos para Lily. ¿Qué dice la nota?

“Lily, ¿por qué estás tan tranquila? Las aguas volverán a su cauce. Será mejor que te resignes.

Atte. La hiedra venenosa”

Todo eso era una broma del mal gusto. Al final, mi suegra pidió que se llevaran las flores y nos sentamos todos a cenar, a excepción de Felipe que se había marchado a dormir a la congregación.

Aquella noche, Rodrigo y yo dormimos abrazados, aún no nos sentíamos listos para más, aunque sabía que pronto, eso ocurriría. De pronto, Rodrigo comenzó a ponerse inquieto. Comenzó a gritar, sudaba y repetía con frecuencia: “Lily, perdóname, Lily…” “Yo no fui Lily” “Yo no quería Lily” “Noooo, necesito volver con Lily”.

Traté de despertarlo, y cuando por fin reaccionó, me miró aturdido. Sin duda estaba desubicado. Seguía repitiendo mi nombre “Lily, Lily”, en un susurro y me abrazó.

—Tuviste una pesadilla…

—No Lily, no fue una pesadilla, acabo de recordar… El accidente… el accidente del auto, me volqué en la carretera, justo hacia un acantilado o algo así.

—¿Sólo recordaste el accidente?

—No, Lily… te recuerdo a ti, también recuerdo la boda, recuerdo las rosas el día que te pedí perdón… y matrimonio.

—Tranquilo… Con calma, no es necesario que te excedas Rodri.

—Lily, he vuelto. Déjame verte Lily, ¿en qué momento se nos fueron cinco años mi amor?

Nos fundimos en un abrazo y nos besamos, aquellos besos fueron subiendo de intensidad. Cuando me di cuenta, la pasión ya nos había consumido. Cuando nos quedamos tranquilos, listos para dormir de nuevo me dijo:

—Lily… Hay algo que debes saber.

—¿Qué sucede?

—Tal vez lo que me pasó no fue un accidente.

—¿Qué quieres decir?

—Otro vehículo me envistió.

—¿Estás seguro?

—Sí, aunque no sabría decirte si fue intencional o sólo alguien que también perdió el control.

Seguimos conversando un rato más, me pedía que le contara todo sobre Ami, mi embarazo y mis primeros meses como madre. Le dolía haberse perdido de ello.

—¿Tendremos más hijos?

—Tal vez…— respondí.

A la mañana siguiente, nos regresamos a la ciudad de Querétaro. Lourdes prometió alcanzarnos unos días después. Se pondrían felices cuando Rodrigo les dijera que había recordado parte de su pasado, pero había decidido esperar antes de darles la noticia.  El viaje y las recomendaciones del doctor Vázquez, habían funcionado, y esperaba que, para su próxima consulta, hubiera más progreso.

Al llegar a la ciudad, llevamos a Felipe al seminario y nos marchamos a casa. En seguida llamé a mi madre para avisarle de nuestro regreso.

Esa semana, Rodrigo comenzó muy optimista. Teníamos unas semanas con bastante trabajo, una boda, un bautizo y una ceremonia de primera comunión organizada por el colegio de Amaranta.

El viernes por la noche, nos fuimos a dormir algo tarde, hasta que terminé de acomodar el último arreglo de flores. Decidí dejar todo en el patio para poder cargar temprano la camioneta de Sebastián y se fuera a hacer las entregas con tiempo.

Rodrigo me ayudó, se había vuelto una especie de terapia, aunque él decía que era para pasar tiempo conmigo.

Para la boda, tenía listo el ramo, los centros de mesa y las flores del templo. Todo era muy mexicano y me habían pedido alcatraces.

Para la primera comunión, pues solamente eran los arreglos para la capilla, siempre nos pedían flores de casablanca o gerberas y para el bautizo, unos pequeños centros de mesa con margaritas cristal. Para la mayoría de las personas, eran unas cuantas flores, pero para mí, eran mi vida. Mantenerlas hidratadas, cuidarlas y armar los arreglos florales con dedicación para que los clientes se quedaran contentos con nuestro trabajo.

Justo cuando nos quedamos dormidos, escuchamos que rompieron un vidrio.

—¿Fue aquí? —Dije.

—No lo sé. Iré a ver.

—No, espera. Primero asómate por el balcón.

Justo al abrir la puerta de los balcones que daban a la calle, vimos salir el humo de la florería.

—Llama a los bomberos y sal de aquí, las vigas que sostienen el techo se quemarán. Voy por Amaranta — me dijo.

Yo me quedé inmóvil, no pude reaccionar.

—¡Lily! ¡Escúchame!

En seguida, Rosa entró corriendo a avisarnos del fuego. Salí de ahí a toda prisa, bajamos las escaleras mientras Rodrigo iba por Amaranta y me dirigí al despacho, que estaba hasta el fondo para hablar por teléfono. Le pedí a Rosa que fuera por Amaranta y la trajera conmigo, mientras Rodrigo, salió a buscar ayuda. Después de llamar al número de emergencias, tomé a Ami y traté de salir, pero el fuego ya tenía bloqueada la entrada de la casa. Aquella casona era muy vieja, con el patio central, un acceso al frente y puertas por todas partes, alrededor del patio. Comencé a gritar mientras abrazaba a Ami, no quería volver al despacho, deseaba salir de ahí para encontrarnos con Rodrigo.

—¡Auxilio! ¡No puedo salir! — La impotencia no me dejaba pensar con calma.

Llegaron los bomberos, una ambulancia y la policía, por fin alguien escuchó mis gritos de auxilio. Rodrigo me gritaba que entraría por nosotros.

Entonces volví al patio, y alcanzaba a ver el interior del local en llamas. Mi corazón estaba hecho polvo al mirar como cada pétalo de cada flor se moría. Las vigas de los altos techos comenzaban a arder. Yo intentaba mantenerme lejos, el piso del patio estaba mojado, pero en cualquier momento el fuego podría avanzar. Ami lloraba y me decía que tenía miedo. Los bomberos ya trabajaban, intentando controlar el fuego, Rodrigo logró escabullirse entre los rescatistas, me encontró tirada en el suelo, aferrada a mi bebé y llorando. Me abrazó, los arreglos florales de los eventos estaban totalmente destruidos, y mi florería y un buen pedazo de mi casa, llena de cenizas y escombros.

—Vamos, hay que salir de aquí.

Cuando atravesamos el zaguán, unas vigas bastante afectadas cayeron del techo, Rodrigo me empujó con Ami en los brazos y los tres caímos antes de poder salir de la casa. Los paramédicos apenas entraban por nosotros, cuando encontraron a Rodrigo inconsciente por el golpe y sobre mí un par de vigas sobre su cuerpo.

Nos llevaron al hospital. Ami tenía algunos raspones, pero estaba bien. Rodrigo tuvo una fractura en el brazo derecho y estuvo inconsciente un par de horas. Yo estaba adolorida de la espalda, pero los médicos me dijeron que estaba bien. Mamá estaba a mi lado, erguida y emanando esa dulzura de comprensión y apoyo incondicional. Rodri, por fin se despertó, mientras mi corazón se rompía como una copa frágil que se estrella contra el suelo.

A la mañana siguiente, mamá y Sebastián se encargaron de las entregas, no pudieron cumplir con el pedido, pero se las arreglaron para entregar los pedidos. Yo seguía perdida en mis ideas. No sabía si debíamos culpar a alguien, no teníamos idea de qué había sucedido. Dentro de la florería estaba casi toda mi herramienta, la caja de dinero y materia prima para armar mis arreglos. Seguía percibiendo el desagradable olor de aquel lugar entre panteón, flores y velas perpetuas.

Estuve con Rodrigo en todo momento y Hortensia, en cuanto se enteró, viajó a Querétaro para darme su apoyo incondicional y hacerse cargo de Amaranta, quien se encontraba confundida. No podía quejarme, tenía una familia maravillosa. Pero mi corazón estaba lleno de frustración, coraje y el duelo de las pérdidas provocadas por el incendio.

La policía y los peritos llamaron a la puerta de la habitación del hospital del Sagrado Corazón. Sospechaban que el incendio había sido provocado, pues encontraron restos de explosivos. Justo en ese momento, llegó un mensajero con una maceta con una planta, una hiedra venenosa y un paquete.

La nota decía:

“Esto es solo el principio, desearás no haber nacido. Atte. H V”

—No la toque — Me dijo Rosita — Es hiedra venenosa, le da mucha urticaria y comenzó.

—¿Tiene algún enemigo? —Dijo el oficial.

—Pues no que yo lo sepa, y no creería que al grado de acabar con mi negocio o mi familia.

—Uno nunca sabe señora, será mejor que piense bien, algún competidor, un exnovio o exnovia, algún trabajador resentido.

—De momento no se me viene nada a la cabeza, señor oficial, pero si recuerdo o sospecho algo, se lo haré saber.

Todo el día fue un ir y venir, amigos y conocidos que se acercaban a darnos apoyo, palabras de aliento y hasta algo para comer.

—No pasa de pérdidas materiales, no te preocupes. Si es necesario, entre todos te ayudaremos a levantar el local.

—Mientras tanto, seguiremos trabajando en el patio, y en la florería de doña Margarita. — Dijo Rodrigo.

Pasamos la noche en casa de mamá, todos nos sentiríamos más tranquilos y Felipe, nos mandó un señor, Don Sabino, para que hiciera de velador en mi casa. La planta alta estaba bien, sólo la habitación arriba del local de la florería estaría inhabitable, mientras hacíamos las reparaciones necesarias. La sala y el comedor quedaron llenos de ollín, todos ahumados y manchados, pero el fuego no alcanzó a hacer daños importantes.

Unos días después, la policía encontró una bolsa tirada en una jardinera del Jardín Guerrero. Había restos de pólvora, mechas, gasolina, y aunque encontraron las huellas dactilares, no hubo manera de identificar quién había sido.

El caso quedaría inconcluso, pero Rodrigo, contrató un investigador privado y luego llamó a su amigo Fernando Ibarra, un arquitecto reconocido en la región y le pidió que me remodelara el local de las flores y todo lo que hubiese afectado la casa. Sorprendida por ello, no pude estar más feliz de tener de vuelta a mi marido, aunque la incertidumbre de conocer a la persona que nos estaba provocando tanta desgracia me estaba matando. Las pérdidas fueron altas, el local, mis herramientas, las flores, la caja registradora, en fin. Tendría que empezar de nuevo.

MIENTRAS TANTO, NO MUY LEJOS DE AHÍ…

—¡Roxana! ¿Tú mandaste quemar la florería? ¡Está en todos los periódicos! Te luciste… Espero que no hayas dejado cabos sueltos. Eres más perversa de lo que imaginé—. Dijo Mariana al ver entrar al vestíbulo de su casa a su amiga, quien sonreía con una mirada impredecible.

—Esto es solo el principio Mariana. Hace muchos años que deseo quedarme con la fortuna de los Tapia. Mis tíos me quitaron todo lo que me pertenecía cuando murió mi madre.

—¿Pero no fue tu madre quien renunció a la herencia de tu abuelo cuando se marchó al extranjero?

—¡Aún así! Yo volví para vivir con ellos cuando mis padres murieron. No creo que mis padres solo hayan dejado unas cuantas baratijas. Aunque me hayan dado todo, nunca me trataron como a Rodrigo. Discúlpame, Mariana, sé que amas a Rodrigo, pero yo sólo siento que, por su culpa, me he quedado sin nada. Así que mi plan de venganza será quitarles todo lo que me merezco.

Mariana la observó curiosa. Roxana la sorprendía todos los días. Parecía no tener compasión por nada ni por nadie.

—Está bien, no te exaltes. Suenas como una sociópata, pero te entiendo. Estás herida, al igual que yo. Jamás tendré como agradecerte por llevar a cabo nuestro plan — dijo Mariana.

—Si me meto en asuntos legales, así te lo agradeceré. Eres una abogada con muy buenos contactos, así que estoy segura de que podrás mover tus influencias para borrar todas las evidencias que se presenten.

—Espero que no dejes cabos sueltos, el juez Trueba es amigo de mis padres, pero sólo puedo usar ese contacto para el estado de Guanajuato.

—Estoy segura de que conoce a personas influyentes de Querétaro, así que tómalo en cuenta. Ahora, me iré de viaje un tiempo para no levantar sospechas, pero primero iré a visitar a Rodrigo y a Felipe…

—¿Qué sigue? ¿Dejarás en marcha el siguiente plan?

—Así es, Artemio ya tiene instrucciones. Las mujeres de las flores desearán no haber nacido.

Unos días después, Roxana pasó al despacho de Rodrigo, en la notaría. Cuando la secretaria la anunció, él recordó la mala intención, cuando quiso hacerle creer que le estaban engañando cuando aún no recordaba nada. Nadie, a excepción de Lily, sabían que había recuperado la memoria. Sabía que Roxana traía algo entre manos y quiso saber si tramaba algo.

Roxana lo saludó efusiva, sin embargo, Rodrigo sospechaba que sus acciones exageradas no eran sinceras. Los padres de Roxana murieron en un accidente en Venezuela, cuando ella era una niña de apenas unos once años. Se quedó a cargo de su abuela paterna, en Caracas y a los pocos años, su abuela enfermó, cediendo los cuidados de la niña y la patria potestad a los padres de Rodrigo.

Don Roberto Tapia y Doña Lourdes Corona, adoptaron a Roxana como su hija, su padre murió intestado por lo que no pudieron recuperar su fortuna, debido a que todo lo tenía con prestanombres. La herencia de la abuela materna fue poca, pero suficiente para que Roxana viviera una vida digna además de que sus tíos, la trataban como a una hija, aunque ésta a veces se mantenía distante. Don Roberto seguía dándole una mensualidad para sus gastos y le había obsequiado una casa, cercana a ellos en la ciudad de Guanajuato. Tenía automóvil de lujo y chofer a su disposición, además de tener un pequeño negocio de souvenirs para turistas, el cual le dejaba una buena renta mensual.

El odio de Roxana no era evidente para sus tíos. Pero Rodrigo, comenzaba a sospechar.

—¿Qué te trae por aquí Roxana?

—Estoy preocupada por ustedes Rodrigo, me enteré del incendio. Lamento mucho su pérdida. ¿Cómo está tu brazo? La noticia está en todos los periódicos de la región.

—Afortunadamente todo está bajo control, y las pérdidas fueron cosas materiales. Nos repondremos pronto.

—No sé cómo tu mujer es tan feliz con ese negocio. Trabajar las flores, que cosa más ridícula.

—Pues yo he encontrado una terapia bastante interesante ayudando a Lily con el trabajo de las flores.

—Qué raro Rodrigo, tú odiabas las flores. A Mariana solo le enviabas rosas por compromiso.

Rodrigo recordó ese detalle, él no odiaba las flores, odiaba enviarle flores a Mariana, que era distinto, pero su madre lo obligaba.

—Cuéntame más sobre mi relación con Mariana. ¿Cómo es que nos hicimos novios?

—Ay Rodri, fue una historia muy linda. Ella estaba hospedada con los Pons, en Guanajuato, pues estudiaba derecho, justo cuando tú estabas por salir. Y como sus padres y mis tíos se conocen, no pasó mucho tiempo para que comenzara a visitarnos. Iba a comer una vez a la semana y nos hicimos amigas. Después comenzaste a coquetearle, se hicieron novios y se comprometieron. Mariana te adoraba…

—¿Qué ha sido de ella? ¿Se casó?

—Claro que se casó, pero su marido es un hombre de negocios muy importante, y pasa mucho tiempo en el extranjero. Es un matrimonio forzado, ¿sabes? No han tenido familia. Ella te echa de menos.

Rodrigo trató de hilar los cabos sueltos. Habían pasado cinco años, y era obvio que los padres de Mariana le hubiesen conseguido otro marido. Él no recordaba haber cortejado a Mariana, sólo creía que su padre le orilló a comprometerse con ella a cambio de la herencia, cuando conoció a Lily, decidió renunciar a todo con tal de poder casarse con la mujer que amaba.

—¿Entonces cómo es que Lily y yo…?

Roxana no perdió tiempo en intentar sembrar cizaña, quiso plantar una hiedra venenosa en el corazón de su primo.

—¿Me podrías dar su domicilio? — Rodrigo le extendió un papel en blanco, para que Roxana escribiera los datos de Mariana. Recordó que la policía había comentado si había alguna exnovia o exnovio dolido que pudiera haber provocado el incendio. Quizá, mandar un investigador privado a espiar a Mariana, podría ser de ayuda si es que ella estaba involucrada.

Roxana no perdió tiempo, escribió en el papel el domicilio y el número telefónico.

—Llámala, estoy segura de que le encantará hablar contigo.

Rodrigo sospechaba que algo no cuadraba. Tomó aquel papel, y la letra de su prima le pareció muy familiar. Cuando ésta se fue, recordó donde había visto ese tipo de letra. Las tarjetas de los arreglos de flores recibidos tenían exactamente los mismos trazos, sobre todo por la forma en que trazaba la s y la t.

En seguida, caminó a casa, a buscar las tarjetas, sabía que al menos una de éstas la habían conservado. Entró al despacho, buscó entre los cajones, y ahí estaba. Sin duda, la persona que había enviado las flores era Roxana, tal vez en contubernio con Mariana. Rodrigo seguiría fingiendo su amnesia hasta llegar al fondo de todo. Decidido a poner orden, corrió a buscar a Felipe, para contarle todo lo ocurrido, cuando éste se ofreció a llevarlo a Celaya a cuestionar a Mariana.

Al volver a casa, la policía estaba en la sala con Doña Margarita y Lily. Habían agarrado a un hombre husmeando cerca de la casa. Las huellas digitales coincidían con algunas evidencias.

Continuará…

“La envida es el arte de valorar más los logros de los demás que los tuyos propios”. Harold Cofín

No olvides seguirnos, el Capítulo 11 estará disponible el próximo sábado.

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores.

Esta historia es ficticia por lo que cualquier parecido con hechos reales es simple coincidencia. Todos los derechos reservados, está prohibida la reproducción total o parcial de esta historia sin autorización de los autores.

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