Capítulo 11

UNA FLOR PARA LA BELLA DAMA

Después del incendio, recuperar la paz y tranquilidad de nuestro hogar fue un verdadero viacrucis.

Nos siguieron una serie de eventos desafortunados. Una plaga de ratones en la casona, mientras se encontraba en obra. Imposible regresar a vivir a nuestra casa mientras la reparaban. El patio y mi jardín estaban deteriorados, por más que traté de rescatar mis rosales y mis flores, fue imposible. Terminé llevando las rosas vivas a casa de mi madre y empezar de nuevo.  Mi orquídea sobrevivió al incendio, y con cuidado la llevé conmigo, la cuidé con amor hasta que recuperó el color y su belleza. Estuvo triste por varios días, como si supiera que mi corazón estaba angustiado.

Rodrigo se recuperó pronto del brazo, seguía con sus terapias para recuperar la memoria que estaba casi perfecta. Sólo algunos detalles de su pasado de repente no los tenía claros, pero recordaba todo lo importante y eso me hacía muy feliz.

Nos hospedamos unos días en casa de mi madre. Ami estaba contenta, pero extrañaba su casa y sobre todo su habitación, nos acomodamos los tres en la que era mi recámara, pero no estábamos cómodos. La remodelación de la casa se tomaría varios meses, según el arquitecto Becerra. Al final, Rodrigo decidió que nos mudáramos a algo más adecuado. Su padrino, el notario, nos ofreció la casita en la que vivía Rodrigo antes de casarnos. No era muy grande, pero estaba en una privadita en la calle 5 de mayo, muy cerca del mercado de la Cruz. La fuimos a ver, y para los tres estaba perfecta. La casita era tan pequeña, comparada con la de mi madre y la que nos dejó la tía Pereza, que nos topábamos en todos lados. Ami podía salir a jugar con un par de niñas hijas de un matrimonio joven recién llegados a Querétaro. Sandra de la edad de Ami y Sara un poco más grande, sus padres, Lupita y Federico, ella ama de casa y él, dentista. Rentaba un consultorio en el sanatorio de los Alcocer para dar consulta privada por las tardes y por las mañanas trabajaba en la clínica del seguro social. Al tener cosas afines, nos hicimos amigos del matrimonio con rapidez. Los sábados o domingos, si no tenía mucha carga de trabajo, salíamos de paseo. Las tres niñas eran felices jugando a tiempo completo.

Pasaron los meses, la casa seguía en obra, y se acercaba el día de las madres. Era un evento importante, pues comenzábamos a recibir pedidos con mucha anticipación, debíamos prepararnos, además de que la carga económica era fuerte por los gastos de la remodelación y lo que venía enfrente un 10 de mayo dónde siempre todos los floricultores del país incrementan los precios de las flores dos o tres veces más de su precio normal, obligándonos a todos siempre a vender más caro, lo que nos hace lidiar con los clientes, pues la flor sigue siendo la misma y se molestan porque incrementamos los precios, la ley de la oferta y la demanda en toda su expresión.

El manejo de la flor es muy delicado, siempre pero  en estás fechas más y debemos mantenerla hidratada y los calores del mes de mayo no ayudan. Por suerte la casa de mi mamá era fresca, teníamos ya dos habitaciones acondicionadas para guardar la flor, pero había días en que el calor era insoportable, hubo un año en que hasta por las noches dejábamos encendidos los ventiladores.

Contratamos a Lupita mi amiga para que nos ayudara a tomar los pedidos, pues por experiencia, año con año, tratábamos de mejorar ya que el exceso de trabajo nos superaba. Doña Rebeca nos mandaba algunas floristas para que nos ayudara, pero ese año me llamó para decirme que las chicas que tenía contempladas habían preferido irse a trabajar en una florería de Puebla porque les pagaban más.

Unas semanas antes, yo debí de haber cerrado el trato de los pedidos, pues un año antes, nos hizo falta rosa, y para como iban las cosas, en esa ocasión no sería la excepción. Negociar con los floricultores no era fácil. Unos días antes de recibir mis pedidos, volvía a llamar para confirmar las cosas.

—Sí señora Lily, ya le confirmé ayer a su madre que su pedido estará en camino mañana.

—Se lo encargo mucho don Porfirio, que el año pasado me entregaron menos flor de la que le pedí.

—Pero se la repusimos —. Me dijo el hombre, no sé si para que dejara de insistir con lo mismo o porque así es su carácter. Al final el vende las flores y yo, si no se me venden, se me echan a perder, ellos ganan y yo pierdo. Pero mamá siempre tenía fe, decía que las flores sentían las buenas intenciones y el amor, y por eso duraban más.

Como mi casa aún no estaba lista, le pedí al arquitecto que me dejara el local limpio, únicamente para trabajar el armado de los arreglos, y así fue. El espacio estaba listo para que pudiéramos armar los pedidos especiales y en casa de mi madre, los pedidos para la venta de mostrador.

Sebastián invitó a algunas amigas de la universidad a trabajar, no es que supieran de flores, pero ayudaba tener quien hiciera algunos mandados, pues los pedidos se hacían por teléfono, y un mensajero pasaba a cobrar el arreglo para poder enviarlo al domicilio.

Además, un solo mensajero no era suficiente, pues, aunque Sebas era bastante eficiente ya no podía solo. Así que, para esos días, sus amigos Agustín y Gustavo se unieron al equipo.

Rebeca por fin me ayudó a conseguir a otros floristas, tres de Monterrey, una de Aguascalientes y dos de Guadalajara. Decían saber maravillas, pero al final Hortensia y yo, terminamos  haciendo parte del trabajo, porque según ellos sabían hacer lindos diseños y nada que ver, y así muchos que dicen ser floristas y nada y para acabarla de amolar cobran caro,al final Hortensia y yo acabábamos ayudandolos, imagínate que hasta Rodrigo se apuntó a colaborar, pero la verdad es que con me ayudara a cuidar a Ami, era suficiente. Cómo aprendí de esos 10 de mayo, grandes experiencias sin duda.

A la mañana siguiente, esperábamos el camión con las flores desde las once de la mañana, nos dieron las seis de la tarde esperando, después de llamar no sé cuántas veces a Don Porfirio.

—Está parada la carretera, parece que hubo un…

La respuesta de Don Porfirio me dejó sin palabras, no me podían dejar sin flores.

—¿En qué condiciones van a llegar mis flores? Le estoy pagando mucho dinero por este pedido don Porfirio— Le pregunté. Era la primera vez en años de atención con ellos que notaba nervioso a Don Porfirio y que las flores no llegaban en tiempo y forma, lo más que se habían retrasado, era una o dos horas máximo.

—Mañana a primera hora le mando flores por otra ruta doña Lily, entiéndame que esto para mi también es un problema. Mire señora, la verdad recibí una llamada hace unos minutos… Creo que secuestraron mi camión.

Lo que yo no sabía en ese momento, era que Mariana Nieto había enviado a secuestrar el camión de entrega.

—¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué es lo que quieren?

—Pues al principio pensé que querían vender las flores baratas en las carreteras, pero parece que es un complot contra usted. Me dijo la mujer que llamó, que no quiere que le vuelva a vender flores, que ella es muy influyente y puede perjudicarnos.

—Mi marido también sabe como ser influyente. ¡Tráigame mis flores y yo me ocupo de la arpía esa si me dice como se llama y dígame donde está el camión de las flores secuestrado ahora mismo!

—Pues deben estar atorados por Palmillas. En cuanto a la mujer, no tengo idea de quién es.

Cuando Don Porfirio soltó toda la información, me dirigí a la sala, donde Rodri veía la televisión con Amaranta y las hijas de Lupita. Le conté todos los acontecimientos y en ese instante se levantó decidido a resolverlo.

—Quédate con Ami, sé quién puede ayudarnos.

Y el teléfono seguía sonando, Lupita tomaba y tomaba pedidos, mi madre me miraba con paciencia, Hortensia se hacía la fuerte y las niñas, veían la tele.

El viernes previo al día de las madres, todos estábamos hechos un manojo de nervios. A las 12 del día llegó un nuevo camión de Don Porfirio con rosas y otras flores de temporada. A las cuatro de la tarde, volvió Rodrigo con el camión secuestrado, algunas flores estaban deterioradas y otras en buenas condiciones.  De inmediato, todos trabajamos a marchas forzadas para poder hidratar las rosas, mientras Rodrigo, se fue a dar un baño. Al volver, me dijo que saldría de nuevo, tenía algo que resolver.

Por la noche, volvió con su hermosa sonrisa, nos llevó cena para todos de la Cenaduría Blas, enchiladas queretanas y pozole. ¿Cómo no iba a amar a ese hombre?

Mamá estaba cansada, no era la misma desde unos meses atrás, la veía más delgada y me preocupaba que pudiera enfermarse, sin embargo, había días que la notaba muy vivaracha, sonriente y con una mirada deslumbrante. Le comenté a Hortensia, que debíamos llevarla a un chequeo general.

Estuvimos trabajando pedidos especiales todo el fin de semana, las ventas iban bien, teníamos más pedidos que en años anteriores. Sebastián y sus amigos nos fueron de gran ayuda y las chicas aprendieron pronto, aunque se les notaba la falta de experiencia. De los floristas que nos consiguió Rebeca, solo dos se quedaron a trabajar, pues el resto no sabían en realidad nada del tema. ¿Por qué la gente es así? Entiendo que nadie nace con el conocimiento, pero mi marido es abogado porque estudió, yo soy florista porque practico el oficio desde niña.¿ Cómo se atreven a decir que saben demasiado? Y a parte querer ganar literalmente más que el patrón.

El domingo, nos dimos un descanso de medio día. Salimos a pasear al jardín Guerrero con los vecinos, las niñas, Rodrigo y yo.

Antes de volver a casa, hicimos una parada para comprar churros azucarados y chocolate caliente. Mientras esperábamos nuestro pedido, las niñas comenzaron a juguetear.

—Tranquilas niñas…— advirtió Lupita, cuando sentí una sensación extraña, pues de pronto, en vez de ver a tres niñas jugando, solo estaban dos.

—¿Dónde está Amaranta?

Rodrigo reaccionó al escucharme, y comenzó a girar sobre su propio eje.

Federico, al igual que mi marido, salieron corriendo a buscarlas, Lupita tomó de las manos a sus hijas y me vio desesperada.

—Yo me quedo aquí por si vuelve, ve a buscarla.

Fueron los cinco minutos más largos de toda mi existencia. Lo primero que hizo Rodrigo fue ir con los policías de la plaza a reportarla.

De inmediato, lo elementos de la policía comenzaron a buscar. Ami llevaba dos coletas con moños rosas, mallas azules y un vestido de lana de cuadritos beige con rosa y azul.

Caminé hacia la calle de madero, Rodrigo hacia Guerrero y Federico, a la calle 16 de septiembre, mientras le rogaba a Dios que apareciera. De pronto, escuché gritos de una niña: “¡Mami! ¡Mami! Aquí estoy”

Al girarme, vi a un policía, caminando con la niña.

—¡Ami! — Era mi hija, que se comía un algodón de azúcar con total tranquilidad.

Llorando, la cargué y la abracé. Cuestionando donde y como había desaparecido así de repente.

Cuando Rodrigo y Federico llegaron a mi lado, yo lloraba y Ami me miraba con incertidumbre.

—Ami ¿dónde estabas?

—Una señora que me dijo que era tu amiga, me llevó por un algodón.

—¿Qué señora? ¿Dónde está?

—No lo sé, de pronto llegó el policía preguntando si yo era Amaranta y ella se fue corriendo.

—¿Te dijo cómo se llamaba?

—No, dijo que fue tu amiga antes de que mami y tú se casaran y que quería conocerme.

Rodrigo y yo nos miramos con complicidad, parecía que los dos sospechábamos de Mariana Nieto. Sin piedad, Rodrigo decidió ir a levantar un acta al ministerio público. Luego se fue a casa, a buscar cosas en el despacho, y fue con Ami para mostrarle una foto de Mariana.

—¿Era ella?

—¡Sí papi! Es ella. ¿Entonces si es tu amiga?

Rodrigo le dijo:

—No importa si es o no mi amiga, no debes hablar con extraños, aunque te digan que son mis amigos o de mamá. Nos asustamos mucho al no verte. No sabemos cuales son sus intenciones.

Ami, de pronto se sintió regañada y se puso a llorar. Su padre, que no soportaba verla así, la abrazó. Fue una escena preciosa.

Rodrigo habló con sus padres, sobre lo sucedido con Mariana durante nuestra salida dominical. Mi suegra no lo podía creer. ¿Cómo aquella mujer que decía amar a Rodrigo se había atrevido a darles un susto como ese? Además en teoría era casada, mi suegra dió sus propias conjeturas…una señora sin hijos, marido millonario que no la atiende, despechada por un amor y una boda cancelada, no olía nada bien .

Desde el día que se nos perdió Ami, Rodrigo me llevaba y me acompañaba a casi todos lados y Ami, era una niña muy consentida por su padre y sus abuelos.

Pasé la noche inquieta, pues, aunque no había pasado a más la desaparición de mi hija, me sentía mala madre. Además de mi estrés de las ventas por el 10 de mayo y yo era buena florista, pero la peor mamá del mundo.

El lunes, ya era 9 de mayo. Al levantarme, bajé a supervisar las rosas, se veían bien a simple vista, pero muchas no alcanzaron a hidratarse correctamente. Le pedí a Lupita que tratara de vender el resto de las flores, porque las rosas no serían suficientes, pero cual fue mi sorpresa, que Sebastián llegó aquella mañana con la camioneta llena de rosas rojas.

—¿De dónde las sacaste?

—Tengo mis contactos hermana. No por nada tengo años en el negocio — Sonrió de medio lado y se puso a trabajar.

Desde el lunes por la tarde, comenzamos a entregar pedidos. El plan de entregas estaba perfectamente armado y Eugenio se ofreció como mensajero emergente. Fue un ir y venir todo el día, así son los 10 de mayo siempre. Además, las monjas del colegio de Amaranta nos habían hecho pedidos especiales para el festejo del 10 de mayo. Una rosa para cada mami, cuando fueran a recoger a sus hijas.

Cerca de las once de la noche, cerramos todo. Ni un pedido más. No me importaba ya nada, solo quería mi cama y descansar. Despachamos a la gente, pagamos a los empleados, recogimos el desastre y nos fuimos.

Mamá nos sugirió dejarle a Amaranta a quedarse a dormir. A Rodrigo le brillaron los ojos al saber que pasaríamos la noche solos en casa, aunque yo estaba exhausta, pero mi corazón se partió en pedazos cuando llegamos, encontramos nuestra casita hecha un desastre porque no habíamos pasado tiempo ahí, pero era en ese momento nuestro espacio y pese a nuestro cansancio decidimos disfrutar nuestra primera noche juntos en mucho tiempo solos.

Comencé a llorar de impotencia y de angustia por tantas cosas que habían pasado en especial por el estrés de la fecha que gracias a Dios, habíamos librado bien, Rodrigo me abrazó, cuando me calmé un poco, volvimos a casa de mi madre, quien como siempre y con buena cara, nos esperaba en el comedor. Nos había preparado una deliciosa cena. Amaranta ya estaba dormida y Hortensia y Eugenio bajaron a conversar.

—No hay mal que por bien no venga — dijo mamá.

—Mamá, ha sido una tras otra.

—Desde que te casaste conmigo, pero daremos con los responsables de todo— agregó Rodrigo con seriedad.

A la mañana siguiente, tuve que atender a un cliente que vino a reclamar que sus flores se habían marchitado en el transcurso de la noche. Con justa razón. No tuve más remedio que negociar, pues al final no era mi intención perder clientes, aunque a estos les costara entender que las flores eran delicadas y hacíamos hasta lo imposible por mantenerlas hermosas, además la oleada de calor era infernal, pero la verdad es que el casi en su totalidad, nuestros clientes que tanto amamos y procuramos quedarón súper contentos y agradecidos, todo mundo hablaba de la florería y eso curaba bastante mi corazón que no terminaba de estar en paz.

Rodrigo, mandó a limpiar la casita y decidimos instalarnos en nuestra casa de Guerrero, aunque todavía estaba en obra. A pesar de todo, era el lugar donde me sentía segura. Mi habitación y la de Ami, estaban intactas. El tema era la cocina y el comedor, pero mi madre se ofreció a invitarnos a comer mientras quedaba lista.

Esa semana, en una tarde de un domingo familiar, saliendo de misa, mamá nos invitó al tradicional café de La mariposa. Justo cuando estábamos por entrar, perdió el equilibrio y se desmayó. Aquella tarde, terminamos en urgencias, en el sanatorio de los Alcocer, Ami mi linda hija según ella haciéndose cargo junto con Lupita y Sebastián haciendo de mandadero. Me recordó tanto mis primeros años en la floreria cuando yo de niña estaba ahí al pie del cañón con mi Mamá.

—Su madre ha sufrido un infarto, tendremos que operar para poner un marcapasos. Con dieta y el tratamiento adecuado, su madre podrá hacer una vida normal. La trajeron a tiempo.

Hortensia, Sebastián y yo no lo podíamos creer, mi madre siempre había sido tan fuerte y sana que jamás nos esperamos esa noticia.

De pronto, de la nada, llegó al hospital un hombre de traje gris, corbata, un porte elegante, cabello canoso y ojos grises. Cargaba un ramo de flores de margaritas y se acercó a preguntar por mamá.

—¿Quién la busca?

—Soy el ingeniero José Carlos Vega. Soy amigo de su madre y me he enterado de que se ha puesto mal.

Mis hermanos y yo nos quedamos pasmados. ¿Mamá tenía un pretendiente? ¿Desde cuándo? El señor se veía educado y caballeroso, pero mamá no nos había dicho nada.

Cuando el médico nos permitió pasar a verla, Hortensia le dijo al caballero que esperara unos minutos.

Cuando le dijimos a mamá del señor que deseaba verla, se puso nerviosa.

—¿José Carlos está aquí? ¿Cómo me veo? ¡Pásame mi bolsa, para darme una manita de gato!

—¡Mamá! — Reprochamos al unísono.

—Primero explícanos quien es — reclamó Hortensia.

—Mi presente y tal vez mi futuro. No cuestionen cosas tontas, que lo que se ve no se pregunta.

Dejamos pasar a aquel hombre que, al ver a mi madre, le brillaron los ojos. Mamá le sonrió y pronunció su nombre como en una telenovela.

—José Carlos ¿Me trajiste flores?

—Flores para la bella dama.— contesto.

Para mi Margarita.

“El que quiere hacer algo conseguirá un medio, el que no, una excusa.” Anónimo

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores.

El 10 de mayo DIA DE LA MADRE es este martes próximo, decidimos publicar este capítulo alucivo a la fecha para contar nuestras experiencias y recordarte que puedes ordenar tus flores con nosotros y apoyarnos en esta experiencia floral:

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