CAPÍTULO 13

AMARANTA, LA FLOR SIEMPRE VIVA.

Soy Amaranta Tapia, hija de Lily, la florista y nieta de Margarita, la dueña de la casa de las flores de allende 16, en la ciudad de Querétaro. Heredé el negocio familiar, no por costumbre, ni tradición, mi vida entre flores existe desde que fui concebida y esta es mi historia.

La adolescencia fue una bomba de hormonas en mi vida. Desde muy niña fui muy coqueta. Me llaman Ami, pero mi nombre es Amaranta. Mi abuela y mi madre tenían una extraña conexión con las flores, por lo que les pareció bonito llamarme Amaranta, por el significado que tiene: “La flor siempre viva”. Pues yo era el recuerdo vivo de mi padre.

Mi papá no estuvo presente en mis primeros años de infancia y al volver a tener contacto con él mi vida cambió, para bien. Aquel reencuentro fue un amor indescriptible. Recuerdo que me pedía que le diera su beso de buenas noches, me sentaba en sus piernas y me contaba historias y me preguntaba por mis aventuras en el kínder.  Ese amor incondicional que sentía por papá era único, era mi héroe, mi príncipe azul, mi todo. Me hacía sentir que con él a mi lado, nada me pasaría.

Recuerdo que, de niña, una prima de papá, Roxana trataba de chantajearme para ponerme en contra de mi familia, me decía cosas de mamá, que ella era mala, que mi papá se casó con ella por mi culpa y que yo estaba destinada a que mi padre me abandonara. Nunca se lo dije a mis padres, pero sé que mi papá tuvo algo que ver con que yo no volviera a verla nunca. Mi abuela por parte de mi papá, nunca me contó nada al respecto, pero sé que le dolía que Roxana hubiera tenido que irse del país de la noche a la mañana, pues al parecer el incendio de la florería de mi mamá había sido provocado por ella. Recuerdo el fuego, a mi mamá y a mi papá tratando de salvarme. Entre sueños, recuerdo las llamas impidiendo el paso para salir de casa. Mis padres siempre pensaron que yo estaba bien,  que el incendio no me había afectado, pero tuve pesadillas por mucho tiempo, no supe cómo explicarles ese terror que sentía por la noches. A veces despertaba y quería correr a su cuarto a abrazarlos, pero el piso estaba lleno de fuego, era solo mi imaginación, y me daba terror bajarme de la cama, hasta que gritaba y alguno de los dos iba a hacerme compañía un rato.

Los años fueron pasando, mamá me saturaba de actividades y papá me consentía todo.

Mamá casi no me dejaba ir a ningún lado, hasta que mi papá intercedía y negociaba por mí, cuando cumplí catorce años, en verdad era una adolescente insoportable. Me escapé muchas veces para irme a las fiestas con los chicos de la prepa del San Javier. Para mi mamá era impensable que yo tuviera novio, que hablara con muchachos o que me viera con ellos en Plaza del Parque.

Los chicos grandes, ya iban a Qiu o al JBJ , yo me moría por poder ir algún día, pero por mi edad, no había manera de que me dejaran ir.

Por supuesto que cuando Sandy, mi mejor amiga y yo, veíamos a las chicas más grandes arregladas para ver a sus novios o irse de fiesta, moríamos por ser como ellas.

Un día, se nos ocurrió ir al Qiu, Sandy era bastante alta, y con algo de maquillaje, lograba verse más grande, y yo, estaba bastante desarrollada, aunque era delgada y de estatura media, con tacones y minifalda, conseguía verme mayor, eso le generaba mucha angustia a mi madre y yo me esmeraba en pintarme los labios y ponerme rímel, solo por molestarla y algunas otras cosas.

Mi abuela Maggy, era otra onda conmigo, le ento el amor por un novio que tenía, a mi gusto algo tarde, pero esto la rejuveneció en todos los aspectos, un dia le dije que, si podía invitar a mi amiga Sandy a dormir a su casa para ver películas un sábado por la noche, y ella no se negó. Mi mamá no sospechó nada, mientras estuviera con mi abuela, me dejaba ir sin hacer preguntas, pero mi abuela para variar, se había marchado de viaje ese fin de semana.

Sandy y yo nos arreglamos, agarré algo de dinero de la caja de la florería y tomamos un taxi y nos fuimos al Qiu. Cuando llegamos, luego, un chavo que dijo llamarse Leonardo nos abordó para invitarnos a su mesa, donde estaban otros tres chicos.

Sandy y yo, nos sentíamos grandiosas, y por supuesto nos ofrecieron una bebida, al principio Sandy se puso nerviosa, pero yo le dije que se la tomara con calma para que no nos pusiéramos borrachas, de pronto, solo recuerdo que me sentí un poco mareada y le pedí que me acompañara al baño y me desmayé.

Desperté en una cama de hospital. Mi mamá y mi papá estaban ahí, en ese momento no entendí que sucedía, hasta que comencé a recordar que les había mentido y mi plan había salido mal.

Recuerdo el sermón de mi mamá:

“Estás castigada” “Olvídate de tu fiesta de quince años” “Nos diste un terrible susto, nos mentiste” “No podré confiar en ti de nuevo” “Traicionaste mi confianza” “No me esperaba esto de ti”

Mi papá permanecía en silencio, era como si no pudiera comprender algo. Estaba enojado, frustrado y me imagino que no quería agregar más sal a la herida, pues él y yo teníamos una forma muy particular de comunicarnos y una complicidad especial. Era mi papá, mi persona favorita en el mundo.

—Tu madre tiene razón Amaranta. Esto se ha salido de control. De momento nos concentraremos en tu recuperación, pero ya hablaremos de las consecuencias.

Sentí como algo se rompió en mi corazón, las riñas con mi mamá eran día sí, noche también. Todo el tiempo me vigilaba, me regañaba, se enojaba si usaba el teléfono, y no fuera que me buscara un hombre porque pegaba el grito en el cielo. A veces odiaba que mi tía Horte no fuera mi mamá. A veces quería escaparme para irme a vivir con mi abuela, era insoportable que mamá estuviera encima de mí. Más rota no podía estar mi relación con ella, pero mi papá, nunca pensé verlo así, tan desencajado.

Estuve castigada un mes, sin salidas a fiestas, ni al centro comercial, ni al cine. No me dejaban hablar por teléfono. Mi papá me llevaba al colegio y me recogía todos los días.

Por supuesto, solo podía ver a Sandy en clases. Su mamá estaba furiosa y si hubiese podido, la habría cambiado de colegio solo para que no nos viéramos nunca más. Pero Sandy y yo éramos las mejores amigas, no podrían hacer que nos distanciáramos.

Mi mamá y Lupita no se volvieron a hablar por nuestra culpa, tampoco me parecía justo que Lupita me juzgara de todo.

Mi abuela Lourdes, insistía en llevarme de viaje a Europa en el verano. Yo odiaba esa idea, pero con base a mi comportamiento, era el plan más divertido para festejar mis quince años.

Mi tío Felipe el Padrecito, me visitaba para ver “si podía ayudarme a entrar en razón” con mi mal comportamiento, pero yo solo tenía un objetivo: ser libre y pasarla bien, cosa imposible teniendo a la gran señora Lily como mamá.

Cuando me levantaron el castigo, faltaban dos semanas para mi graduación de secundaria, mi papá quería que entrara a la preparatoria del colegio San Javier, y eso me encantaba, porque por fin estaría en un colegio mixto, pero los padres de Sandy, mi mejor amiga, decidieron mandarla a otra institución.

El día de mi graduación, Rafa Arteaga, un chico que me gustaba desde siempre, me sacó a bailar. Él tenía 16 años, ya estaba terminando el segundo semestre de bachillerato, y su papá era conocido del mío, por la notaría. Acepté bailar con él, pues era bastante guapo y ese día no iba acompañado. Era un chavo que siempre tenía novia, terminaba con una y a la semana andaba con otra, pero a mi eso no me importaba, lo que yo más deseaba era tener mi primer novio y sentirme especial.  Tenía toda la vida viendo a los chicos más guapos ir a comprar flores a la florería para sus novias, a eso me daba vueltas y vueltas en la cabeza. Yo quería que alguien tuviera esos detalles conmigo.

Esa noche, él me preguntó si me podía invitar al cine y yo accedí. Pero ya no contaba con Sandy para que me hiciera el paro, necesitaba una amiga nueva.

—Entonces paso por ti a tu casa.

—Mejor nos vemos en plaza del parque…

—Entonces te llamo antes, para ponernos de acuerdo.

Esa semana me estuvo llamando por teléfono todos los días, ni siquiera me acuerdo de qué hablábamos, pero solo de escuchar su voz, sentía como los colores se me subían al rostro. Era un chavo con mucha experiencia, y yo pues evidentemente no. La verdad estaba embobada, solo de saber que yo le gustaba mi corazón se aceleraba y mi cabeza daba vueltas.

—Deberías de darte a desear. Es un presumido. — Me dijo Sandy un día  por teléfono.

—Ay, obvio que me voy a hacer del rogar, solo vamos a ir al cine.

—Tengo que colgar, ahí viene mi mamá.

No volví a hablar con Sandy en mucho tiempo. Supe por Sara, su hermana, que su mamá la mandó a San Luis Potosí de vacaciones con sus tíos.

Por fin, se llegó el día de mi cita y mi tía Hortensia estaba de visita, por lo que me encerré a hablar con ella.

—¿Vas a ir al cine sola con un niño?

—¡No es un niño!

—Con más razón, no me parece prudente, además si tu mamá se entera, me mata.

—Por favor, tía. Te prometo que, saliendo del cine, pasas por mí y ya.

—¿A qué hora?

—A las 5.

—Está bien, terminando la función te espero a la salida del cine.

No me quedó otra opción que tomarle la palabra. Llegué al cine, y ahí estaba Rafa, con una camisa de rayas azules y una rosa rosa en la mano. Al verlo, mi corazón se aceleró.

—Hola— lo saludé. Él me tomó de la mano y me llevó a la dulcería, donde compró palomitas y refrescos. Mi tía estaba a unos metros, haciéndose la desentendida. Se quedó leyendo afuera del cine, sentada en una de las banquitas de madera de Plaza del Parque.

La película que vimos fue “Parque Jurásico”, ideal para que yo gritara, con el suficiente suspenso para que el pudiera tener pretexto de abrazarme mientras yo gritaba. Esa tarde, cuando terminó la película, Rafa tenía su brazo rodeando mis hombros y me besó. En ese momento, no supe que hacer, era mi primer beso, en ese instante me temblaron las piernas. Asustada, me levanté y salí corriendo. Mi tía Hortensia estaba afuera de las puertas del cine, me vio salir y me siguió sin preguntar nada. Se lo agradecí.

—Puedes contarme lo que sea que haya pasado. No te voy a regañar.

—¿Por qué no eres mi mamá? — Y me puse a llorar. Ella me abrazó antes de subirnos al coche.

—¿Quieres venirte conmigo unos días a la ciudad de México?

—Pero mi mamá no va a querer… me tiene castigada casi que para toda la vida.

—Yo hablo con ella.

De pronto, escuché que alguien me llamaba:

—¡Ami! ¡Ami! —Me limpié las lágrimas, y cuando me giré, vi a Rafa corriendo a mi encuentro.

—Olvidaste tu rosa.

Me sorprendí al verlo.

—¿Lloraste? — Asentí, mientras mi tía no sabía que hacer, estaba en medio de los dos.

—Ami, es hora de irnos. Gracias por todo. — Le dijo a Rafa, y éste me hizo la señal de que me llamaría.

Cuando llegué a la casa, mis papás estaban en la sala con el licenciado Esquivel y su esposa. Saludé y me marché a mi cuarto a llorar. Tenía todas mis emociones a flor de piel, quería llorar, pues estaba muy confundida. Rafa me gustaba, pero en el fondo tenía miedo. Fue una sensación extraña. Saqué de mi bolso, la rosa que me dio, toda magullada y la metí en un álbum de fotos para que se secara.

Al día siguiente, mi mamá se marchó temprano a entregar flores de una ceremonia especial de un colegio. Mi papá estaba en el jardín trabajando en sus rosales, era su pasatiempo favorito. Cerca de las once de la mañana, el teléfono sonó. Era Rafael.

—¿Bueno? ¿Ami?

—Hola Rafa

—¿Estás bien? Ayer… no estabas llorando por mi ¿verdad?

En ese momento, brotó mi lado más intenso.

—No es asunto tuyo. Mi tía me dio una mala noticia. Gracias por la rosa. Me tengo que ir.

—Espera… No me cuelgues.

—¿Qué quieres?

—Pues hablar. Me gusta hablar contigo. ¿Te gustó la película?

—No estoy de humor, tal vez otro día.

Le colgué. ¿Qué me pasaba? Pues me pasaba que estaba enamorada, Rafa me gustaba demasiado y estaba en él dilema de reconocer lo que sentí o sufrir, porque sabía que con mi carácter estaría dispuesta a ser todo lo posible, con tal de pasar tiempo con él y también sabía que era un chico peligroso. Peligroso en mis tiempos era, que tal vez quisiera que nos fuéramos de pinta, que tenía coche y podíamos pasear por la ciudad en su Jetta blanco último modelo. Y que mis discusiones con mamá serían más frecuentes.

Apenas iba a cumplir quince años, y cada milímetro de mi piel estaba confabulando para darle paso al amor. A mi primer amor, ese que te hace sentir por primera vez mariposas en el estómago. Que te hace sonreír con solo un pensamiento. Que te hace cometer estupideces en tu día a día. Que te hace idealizar a la persona que amas y la imaginación te lleva a soñar que todo será perfecto.

También quería molestar a mi madre, complicarle la vida, sin darme cuenta de que en realidad estaba complicando la mía.

“El primer amor es el verdadero, los demás son solo para olvidar” Eduardo Hernández.

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Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores.

Esta historia es parte de nuestra historia por lo que cualquier parecido con hechos reales y similares están prohibidos.

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