CAPÍTULO 12

LOS RECUERDOS QUEDAN, LA VIDA SIGUE.

Después de la locura de semana que tuvimos con las ventas del día de las madres, todos estábamos exhaustos, no era para menos. Eran días de mucho estrés, y yo siempre tenía una recaída de gripe o resfriado, era como mi cuerpo se liberaba de mis días tan intensos o el estrés. Y luego, que mi madre nos haya dado un susto terrible con lo de su corazón, estábamos con todas las emociones a flor de piel.

La convalecencia de mi madre no fue muy larga, pero seguía en el hospital. Su corazón resistió la cirugía del marcapasos, y el ingeniero José Carlos no dejaba de visitarla y enviarle obsequios, todos los días pasaba personalmente a mi florería a escoger una margarita para llevársela al hospital.

Hortensia y yo nos mirábamos confundidas al ver llegar a aquel hombre de buen porte y educado que le brillaban sus ojos al ver a mi mamá, y ésta se ruborizaba como adolescente cuando lo veía llegar.

Los dejábamos platicando un rato, durante sus visitas, luego el señor se marchaba con el pretexto de atender sus negocios.

—Quiero que lo investigues — le dije a Rodrigo desde el primer día.

—Es el hijo de don Francisco Vega, el dueño del rancho de los riscos. Se fue a vivir a San Antonio muchos años, allá se casó y enviudó muy joven. Hace poco vendió el rancho de naranjas que tenía allá y se regresó para administrar los bienes de su padre… que al parecer andan un poco mal.

—¿Y tiene hijos? ¿hermanos? ¿madre?

—Eso no lo sé. Pero seguro mi padrino sabe más detalles. Mi padrino dice que es un hombre honesto.

Y la verdad el hombre se veía decente, era carismático y trataba bien a mi mamá, aunque era muy pronto para saber si algo más pasaría entre ellos. Hortensia, estaba emocionada con la noticia de que mamá tuviera un pretendiente o novio, ella ya se había hecho una telenovela en la cabeza, que se casarían y serían felices para siempre, pero mamá no nos había platicado nada, eso me tenía con el Jesús en la boca, ¿de dónde se conocían? ¿Por qué no nos había contado nada?

Entre la salud de mi madre, su historia de amor y la cirugía, me había desentendido un poco de los asuntos de la florería. Le pedí a doña Sandra la suegra de Hortensia, que acompañara a mi madre unas horas, para poder ir a supervisar algunos pendientes.

Afortunadamente, mi suegra también pudo venir unos días para ayudarnos con Amaranta, que andaba como perrito sin dueño al vernos a todos agobiados con la salud de mi madre, aunque Rodrigo pasaba por ella al colegio, la tenía que llevar a veces a su oficina mientras él trabajaba.

Su desempeño en la notaría era notable, aún no dábamos la noticia de que estaba totalmente recuperado de la memoria, pues él creía que podía usar eso a su favor para poder indagar sobre la persona que trataba de intimidarnos. Habían pasado ya varias semanas, y no teníamos noticias de nada y afortunadamente, no nos habían dado más sustos.

—No bajes la guardia — dijo mi madre —, puede ser parte de su plan. Agarrarlos confiados.

A veces creía que todos pensaban que yo era muy ingenua, pero estaba casi segura de que Roxana tenía algo que ver con todo lo del incendio, y estaba coludida con Mariana, casualmente seguían siendo amigas y no había pasado nada a raíz de su viaje.

Rodrigo tenía vigilada la casa de Mariana, y tenía datos de las visitas de Roxana a ésta. El día que volvió la prima a Querétaro, el ambiente se volvió estresante. Estábamos merendando en casa, cuando llamaron a la puerta. Rosita atendió al llamado, y escuchamos que la invitaba a pasar a la sala.

—Señor, la busca su prima Roxana — mi marido me miró con ojos tranquilizantes, y se marchó a atenderla, yo me quedé en el antecomedor con Ami, jugando a comer bolitas de migajón después de hacer figuritas.

De pronto escuché a Roxana llorando, algo le decía a Rodrigo mientras este le reprochaba porque seguía viéndose con Mariana.

—Yo estoy feliz con mi vida ¿por qué insistes en que Mariana era mejor partido que Lily?

—Rodrigo, no te das cuenta de que ya no eres tú. Te has convertido en otra persona, tu vida le correspondía a Mariana.

—Pues me gusta mi nueva vida. No dejaré a mi hija ni a Lily sólo porque tú y Mariana están dolidas. Es mi vida. Además, Mariana está casada. Deja de meter tus narices donde no te llaman. Si ella es tu amiga, lo respeto, pero no quiero volver a escuchar nada de ella ¿quedó claro?

—Cuando recuperes la memoria, te darás cuenta del error que cometiste.

—Ese es mi problema — contestó Rodrigo con determinación.

De pronto, caí en cuenta que estaba escuchando todas las mentiras de Roxana, estaba a punto de levantarme a cuestionarla cuando Rodrigo le dijo:

—Si no tienes nada más que decir, por favor retírate.

Alcancé a ver por el reflejo del espejo de la sala, que la prima se levantaba y salía con su habitual cara de disgusto. Luego Rodrigo se acercó al teléfono e hizo una llamada, no supe con quien habló, pero lo escuché decir:

—Síguela y quiero que me avises de cada paso que dé. Con quien habla, a quien visita, absolutamente todo. Estoy seguro de que algo están planeando. Y si descubres algo, avísame inmediatamente.

Dieron de alta a mi madre, por fin, entre todos nos organizamos para atender casa, familia y negocio. Lupita y Federico, nuestros vecinos, se habían convertido en un gran apoyo para nosotros, eran unos buenos amigos.

En las siguientes semanas comenzaron a caer varios pedidos, pues se venía la época de graduaciones, y entre los eventos cívicos y sociales nos cargamos de trabajo. Las niñas pasaban un buen rato en el patio y a veces Rosita, Pueblito o mi mamá, las llevaban por un helado al jardín Guerrero.

De pronto recibí la llamada de un hombre, decía ser el nuevo gerente del hotel Hidalgo, “el primer hotel de buen nivel en Querétaro”, era una hermosa casona con un patio central, que siempre fue hotel, tenía más de un siglo. Lo estaban renovando, ya que era un edificio de mucha historia y tradición y deseaba hablar con nosotros para mantener su hotel lleno de flores toda la semana. Me citó en su oficina para que me explicara lo que necesitaba, cuando estábamos dentro me sentí algo cohibida. Era un hombre joven, bajito y regordete, muy español y con mucha visión empresarial del gremio hotelero. Deseaba flores para las habitaciones y la recepción, trabajaba para un grupo administrador hotelero y prometía darme más trabajo si les asignaban más hoteles. Muchos de los hoteles de la ciudad, sobre todo los que estaban cerca de la estación de autobuses y la alameda, eran de familias españolas. Al tomar nota de aquello, el hombre me guiñó un ojo, era un tipo simpático. 

—¿Gusta un café? — Me dijo sonriente.

—Señor De la Piedra, agradezco sus atenciones, pero tengo algo de prisa, tenemos mucho trabajo que sacar adelante, por lo que tendrá que ser en otra ocasión.

—Me encantaría — dijo mientras me miraba con insistencia.

Al volver a casa, le comenté a mi mamá sobre el nuevo gerente del hotel, y me dijo que no me preocupara, que ella se encargaría personalmente de ello.

Aquella noche, mientras caminaba de regreso a casa, con Amanda de la mano, observé a Rodrigo, justo en la esquina de Guerrero y Madero, esperándonos, ese era nuestro punto de encuentro.

—¡Papá! ¡Papá! — Corrió Amanda a abrazarlo. Mi corazón latía a mil por hora al verlos juntos.

Al llegar a casa, Rosita le dio un sobre a Rodrigo. Mientras dejaba a Ami en el piso y Rosita se la llevaba a la cocina, abrió el sobre. Eran fotografías de Roxana hablando con unos hombres, les estaba dando dinero. 

—¿Qué es eso? — Pregunté angustiada.

—Me las mandó el investigador que contraté. Algo están tramando Roxana y Mariana, así que tendré gente vigilando la casa, y procura no salir sola y mucho menos si vas con la niña.

A la mañana siguiente, Rodrigo me acompañó a dejar a Ami al colegio y también a la hora de la salida. Unos días después, llamó por teléfono Lourdes mi suegra para avisarnos que Roxana se había marchado con Mariana a Houston en el avión particular de los Nieto, y volverían en unas semanas, pero nunca volvieron. Rodrigo estaba seguro de que algo iba a pasar, pues era demasiada coincidencia que las dos mujeres que más daño querían hacernos hubieran huido juntas.

Estuvimos durante meses a la expectativa, esperando que en cualquier momento recibiríamos un golpe bajo, pero Mariana y Roxana brillaron por su ausencia, Rodrigo al darse cuenta de todo, enfrentó a su prima y yo creo que al presentarle todas las evidencias con las que ya contaba por la investigación, se asustaron y decidieron poner tierra de por medio, sus familias son reconocidas y con prestigio en la ciudad, así que no se podían arriesgar a un escándalo de ese tipo, y menos ahora que Rodrigo estaba a punto de ser nombrado notario adjunto en la notaría de su padrino.

DIEZ AÑOS DESPUÉS (1993)

Ami estaba por cumplir quince años, como era costumbre en la ciudad, el festejo no podía pasar desapercibido, pero Ami no deseaba una fiesta de chambelanes y vals, ella era de espíritu rebelde, le gustaba ir contra la corriente y Rodrigo la tenía muy consentida. A veces no había manera de controlarla.

—Quiero que mi fiesta sea más cool, con bebidas preparadas y luces de colores, un dj, algo así super divertido… ¡Podría ser en el Qiu!

—Es un lugar para mayores de edad. Olvídalo.

—Pero mamá, si lo rentan para mi cumple, sería una fiesta privada.

—Ami, deberías tomar en cuenta el viaje que te quieren regalar tus abuelos a Europa, con tu tío Felipe, es una oportunidad única.

—Ay no, que oso mamá, ¿de vacaciones con mi tío el padrecito…? Cumplo quince años, no cuarenta, como tú.

—¡Amaranta!

—Es que ese plan que tienes es como de abuelitas…

Amaranta fue una niña divina, pero en cuanto las hormonas y la pubertad dieron señales, comenzaron a salirnos canas. Y es que además de la edad, Amaranta se puso muy bonita, tenía los genes de mi mamá, unos ojos negros muy pispiretos, un largo cabello lacio y castaño y era coqueta, le encantaba pasar horas pensando que ponerse para siempre estar a la moda.

Rodrigo sufría cada vez que Ami nos pedía permiso para salir, pues ya andaban varios pretendientes tonteando a los alrededores de la casa, le mandaban cartitas y le llamaban por teléfono. Me salió más noviera que todas las mujeres de mi familia juntas. En sexto de primaria, en el campamento de verano del tec de Monterrey conoció a un niño de Irapuato, se llamaba Santiago y le llamaba por teléfono los fines de semana. Luego en secundaria, comenzó de novia con Erik, el hermano de Mónica Bravo su mejor amiga del colegio. Nunca me contaba nada, pero yo tenía mis contactos que me mantenían informada. A Hortensia, que era su tía consentida (y la única), le contaba algunas cosas, pero a mí, sólo decía que no me metiera en su vida. No era nada parecida a la tierna niña que me adoraba años atrás.

Otro día, la encontré saliéndose por la ventana de la sala para irse a escondidas al cine con sus amigas.

—Debiste tener más hijos, así no estaría tan consentida — me dijo mi madre, que ya era toda una abuela moderna en potencia. Con nuevo corte de cabello, se lo teñía de colores exóticos y se vestía a la moda. Seguía con su extraña relación con José Carlos Vega, pero nunca habían hablado de casarse ni nada. Viajaban mucho, la llevaba a Estados Unidos cada dos o tres meses y él venía a visitarla casi todos los fines de semana.

Mamá y Amaranta se llevaban muy bien, la realidad es que la alcahueta de su abuela, la dejaba ir y venir a sus anchas, siempre y cuando le ayudara en la florería cuando mamá salía con José Carlos.

Un día, Amaranta me pidió permiso para quedarse a dormir con su abuela.

—¿Me dejas quedarme a dormir con mi abuelita Maggy? Vamos a rentar películas para ver en la noche.

—¿No sé iba a ir con José Carlos a la cabaña de Bernal?

—No, le canceló.

—Está bien, pero te vienes mañana temprano, porque vamos a ir a comer con los padrinos de tu papá.

Amaranta rodó los ojos, clásica actitud de adolescente. Esa noche, Rodrigo y yo decidimos salir a cenar aprovechando que Amanda se quedaba con mi madre. Estábamos en la plaza de los perritos y como ya era tarde, decidimos ir a la cenaduría Blas, porque los restaurantes de la plaza estaban llenos. Sin duda era un fin de semana concurrido. Al volver a casa, llamé a mamá para darle las buenas noches, y no me contestaron. Al ver la hora, ya que pasaban de las diez de la noche, me pareció raro. Me fui a dormir con una sensación extraña. Cerca de las doce de la noche, me desperté y no pude pegar el ojo otra vez. Bajé a la cocina por un vaso de leche caliente con miel de abeja, remedio de mi abuela para relajarnos antes de dormir. Me puse a leer el periódico, para ver si me daba sueño y a los pocos minutos se escucharon las sirenas de las ambulancias y las patrullas. Cuando yo era niña, si escuchábamos una sirena, a los pocos minutos sabíamos si hubo un accidente o algún asalto. Pero cada vez eran más frecuentes y cada día llegaban nuevas familias a vivir a la ciudad, a raíz del terremoto del 85 y la apertura de varias industrias.

Comenzó a darme sueño, por lo que decidí volver a la cama, mientras caminaba por el pasillo de la planta alta, sonó el teléfono, cuando entré a la habitación, Rodrigo ya había contestado, solo escuché que dijo:

—Soy su padre, voy para allá.

—¿Qué pasó?

Respiró profundo y me dijo:

—Amaranta y Sandy la hija de Federico están en el hospital.

—¿Qué? ¿Qué hicieron?

—Parece que se escaparon a la discoteca esa que está de moda…

De inmediato nos cambiamos de ropa, mientras Rodrigo sacaba el automóvil, llamé a Sebastián mi hermano, pero tampoco contestó. Al llegar al hospital, me topé con Lupita y Federico, los papás de Sandy, nuestros grandes amigos.

—Tu hija es muy mala influencia para Sandy, ella jamás se habría escapado. No quiero que vuelva a invitar a mis hijas a dormir a tu casa. ¿Cómo es que no las cuidas?

Me quedé sin palabras, Lupita tenía una versión de las cosas muy distinta a la mía.

—Ami me dijo que dormiría en casa de mi madre. No tenía idea de que Sandy estaría con ella.

Atrás de Rodrigo, estaba Sara, ella ya era mayor de edad y estaba de fiesta con unas amigas de la universidad.

—Yo me las encontré en el baño de mujeres— dijo— Amaranta estaba desmayada y Sandy en muy malas condiciones. Creo que tomaron algunas bebidas alcohólicas o no se sí les hayan puesto algo más…

Federico estaba fúrico, veía a Sara con ojos asesinos y Lupita seguía indignada conmigo, por lo que se fue a sentar a la sala de espera sin voltear a verme. Yo me quedé con Rodrigo, mientras esperábamos que la recepcionista del hospital de la Santa Cruz nos diera noticias de las niñas.

A los pocos minutos, salió uno de los médicos, el doctor Arturo Palacios, Rodrigo lo conocía bien y este nos expuso la situación:

—Amaranta tuvo una congestión alcohólica, ya está fuera de peligro, pero Sandra, creemos que ingirió alguna otra sustancia, ya le hicimos un lavado de estómago, al parecer les dieron una bebida adulterada. Las dos estarán bien, de momento están en la sala de recuperación, pero en cuanto las pasen a sus habitaciones, podrán pasar a verlas.

Mi corazón estaba decepcionado, la confianza que había depositado en Amaranta se esfumó esa noche por la ventana, sabía que mi hija me daría todos los dolores de cabeza de los otros cuatro hijos que no tuve.

Continuará…

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería


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