CAPÍTULO 19

NI ABRIL SIN FLORES, NI JUVENTUD SIN AMORES

AMARANTA

Rafael pensó que, al vernos, caería rendida a sus pies, el juraba que lo había extrañado, pero era todo lo contrario. Mi vida en Minnesota era la dosis de libertad que siempre había soñado. No había límites, ahora puedo decir que era el sueño de cualquier adolescente y aunque no me arrepiento de todo lo que hice, ahora comprendo que tuve que vivir todas aquellas experiencias para ser lo que soy. Rafael volvió a México desolado, aunque tuvimos una charla antes de su regreso a Querétaro, estaba triste. Prometí buscarlo en navidad, aunque en realidad yo tenía otros planes.En los noventa, no existía la tecnología de ahora, en los noventa, apenas comenzaba el internet de manera comercial, no todos los hogares tenían acceso a ello. En México, apenas comenzaban a aparecerse algunos sitios, principalmente las universidades y no en todas las ciudades había acceso a ello. Después de aquel fin de semana de desencuentros y malos ratos, me di cuenta de que Ethan era solo un pasatiempo. Era quien me hacía reír para olvidar que tenía el corazón roto, pues fueron muchos años a lado de Rafael, y muchos años anhelando que Iván se atreviera a todo conmigo. Que tuviera la valentía de enfrentar a todo y decir que me amaba. —Tienes tanto por vivir Amaranta—dijo mi abuela Maggy un día que hablamos por teléfono después de la visita de Rafael. —Es que no sé que hacer abuela. Ethan dice que solo seremos novios mientras viva en Minessotta, y yo me estoy encariñando mucho con él.—Volverás aquí con el corazón medio roto, trabajarás conmigo antes de entrar a la universidad y te conseguirás otro novio, por que tú, querida Ami, no sabes estar sola. Por eso estabas con Iván cuando no estabas con Rafael. —¿Cómo lo sabes?—Ay mijita, cuando tú vas, yo ya fui y vine varias veces. Así que más te vale que te cuides y pienses las cosas antes de hacerlas. Con la cabeza fría. Mira que me casé muy joven y sin experiencia, me hubiera gustado haber tenido la oportunidad de seguir estudiando y haber viajado como tú. En mis tiempos no era posible. Aprovecha Ami, porque todo tiene un fin.Las palabras de mi abuela siempre dejaban una marca en mi corazón, cada vez que me encuentro en algún lío, encuentro algún sabio consejo de ella en mi memoria. Volví a Querétaro para las fiestas navideñas y volví Minessotta a terminar el ciclo escolar. Cuando la señora Lina Collins me recogió en el aeropuerto, estaba muy seria conmigo y Jeannete estaba rara y cohibida.—Mamá se enteró que pasaste la noche en el sótano con Ethan. —Me dijo cuando nos quedamos solas. —¿Cómo se enteró?—Maurice se lo dijo. Digamos que mi padre se dio cuenta que faltaban algunas botellas de vino y culpó a mi hermano y este, se defendió.—Ni que decir. Me disculparé con tu padre. —Lo siento. Le dije a papá que fuimos los cuatro. Me dejó sin mesada dos meses, pero sobreviviremos.—Eres la mejor amiga. Mi relación con Ethan se fue apagando. Era obvio que eso sucedería, después de que Bryan terminara con Jeannete, ya que Mr. Collins se atrevió a cobrarle las botellas de vino que nos bebimos, entonces este se las cobró a Ethan… Un día antes de volver, fue a despedirse de mí, prometió que algún día iría a visitarme a Querétaro, cosa que jamás sucedió. Jeannete y yo seguimos siendo amigas, por años nos mandamos cartas, después emails, y ella ha sido testigo de todas las cosas que he vivido desde que volví de Minnesota y me esforcé como si me pagaran por ello, en hacer estupideces y hacer un complot a mi propia vida. Entré a la carrera de arquitectura en el Tec de Monterrey. Mis padres estaban orgullosos de ello, pues es una universidad muy reconocida. Me dediqué a estudiar y a seguir con mi desastre de vida amorosa. Mi relación con mi madre había mejorado un poco, pero es que mi hermanito Marco, que ya tenía unos seis años, la mantenía ocupada. Rafael me seguía buscando, pero yo le daba largas. Mi madre solo me veía con ojos matadores, pues decía que yo le daba “alas” y luego se las cortaba. Y es que para mí era muy cómodo contar con él, pues siempre estaba cuando lo necesitaba. Durante el verano y los fines de semana, seguía trabajando con mi abue en su casa de flores. Para mi era muy gratificante pasar horas limpiando flores y haciendo arreglos para los eventos. Cuando entré a cuarto semestre de la carrera, conocí a Enrique Domínguez, un chico de sexto semestre de la carrera de diseño industrial, con quien tomaba algunas clases en la universidad. Comenzó a coquetearme, era realmente guapo, se parecía a un cantante de moda, Alejandro Sanz, pero más alto y muy buen cuerpo. Los jueves comencé a verlo en el antro, el Qiu seguía siendo uno de los antros de moda, aunque ya había otras opciones para salir a tomar algo. En ese entonces, mis padres ya me dejaban salir con más frecuencia, me habían regalado un carro, pues a veces salía muy tarde de la uni, o tenía que hacer tareas en casa de algunos de mis compañeros. Enrique era muy fiestero, era popular, guapo, listo y de familia acomodada. Íbamos y veníamos a todos lados juntos, a mi papá no le caía bien, era todo lo contrario de mis exnovios, quienes habían conseguido caerle un poco bien a mis papás.—Ese muchacho te va a hacer sufrir— dijo mi abuela Maggy — solo se quiere divertir, ten cuidado Amaranta.—Abuela, claro que no. Enrique es buen chico, solo que es más divertido que Rafa.—No me lo parece. Ser serio no es sinónimo de aburrido Ami. El Tec de Monterrey, organizó un viaje de prácticas de fotografía, estaba abierto para varias carreras, y en seguida me apunté para ir con Enrique. Sería nuestro primer viaje juntos, al parecer era un chico informal, pero para todos, éramos una pareja alocada y divertida. El viaje fue a varias ciudades coloniales de México, empezamos en la ciudad de México y luego fuimos a Cholula y Puebla, donde nos dieron una tarde libre para hacer lo que quisiéramos. Por supuesto Quique ya tenía todo un plan para pasarla juntos y a solas. Ese día fue increíble, él fue romántico, me llevó de compras, me regaló flores, para mi eso era mágico, las flores eran parte de mi vida y que alguien tuviera ese detalle conmigo, era como llenarme de alegría. Al atardecer, antes de volver al punto de encuentro con nuestros compañeros, nos escapamos al hotel, donde sabíamos que no estaría nadie, aprovechar el tiempo y la oportunidad de estar solos era única. Caí redondita con sus palabras de amor.Antes de las nueve de la noche, tomamos un taxi para volver al punto de encuentro con el resto del grupo. Después de aquella tarde, decidí que Enrique sería mi todo, pues me había enamorado de verdad, estaba dispuesta a vivir solo por él. En la carretera de regreso, me senté con mis amigas, Martha Ceballos y Mariana Ruiz. Las dos, hijas de familias reconocidas de la ciudad. —Dinos a donde te fuiste ayer con Quique.—Estuvimos ahí en el centro de Puebla, en el mercado de artesanías y luego fuimos a tomar algo. —No te creo — insistió Mariana. —Ese es tu problema. — Reímos.Los chicos estaban tomando a escondidas, los profesores que iban de responsables ni se inmutaban, o tal vez se hacían de la vista gorda. Cerca de San Juan del Río, se escuchó un fuerte ruido. El chofer del autobús perdió el control del vehículo, cuando me di cuenta, el autobús estaba dando vueltas en la carretera, mientras gritábamos asustados. Cuando desperté, tenía sangre en los brazos y alguien estaba sobre mí. Cuando quise moverlo, éste levantó la cara, la tenía toda golpeada, era Ernesto, el profe de fotografía. —Profe ¿Está bien? — Este dijo que sí, mientras trataba de levantarse, pero se encontraba atrapado. Poco a poco, todos comenzaron a moverse, asustados, sobretodo las mujeres. —Diré sus nombres y por favor díganme como se encuentran. —Dijo alguien, supongo que alguno de los profes. Cuando dijeron mi nombre tardé en reaccionar. —Soy Amaranta, creo que estoy bien, pero no me puedo levantar. Cuando mencionó a Mariana, se escuchó un lejano “aquí estoy”, pero cuando mencionó a Enrique y a Martha, estos no respondieron, al igual que otros nombres. Mi corazón se llenó de angustia y miedo.Recuerdo ver a alguien desesperado, golpeando la puerta del autobús una y otra vez. La gran mayoría nos encontrábamos atorados. La tarde me pareció una eternidad. El profe seguía sobre mí, y sobre él, estaba un asiento doblado, era lo que no nos dejaba salir. Por fin, después de un tiempo que me pareció un siglo, llegó la ayuda. Los paramédicos y los equipos de rescate hicieron todo lo posible por sacarnos a todos. Me llevaron en una ambulancia, junto a otros compañeros. Pregunté por Enrique y mis amigas, pero nadie sabía darme razón. Nos llevaron al hospital de la San José, yo estaba bien, algunos moretones, pero nada grave. Cuando salí de urgencias, vi a mi papá y a mi abuela. Los abracé.—Te traje un pan para el susto— dijo mi abuela. Entonces me puse a llorar. Le pedí a papá que preguntara por el paradero de Enrique, pues no había tenido noticias suyas. Mi abuela se quedó conmigo. En eso, llegó una camioneta, traían nuestro equipaje y otras cosas que pudieron rescatar, como los estuches de las cámaras réflex. Nos pidieron que fuéramos pasando para identificar nuestros equipajes. Tomé el estuche de mi cámara y mi mochila, mientras otros buscaban impacientes y no conseguían nada. —Vamos a casa mijita. —Dijo la abuela Maggy. —No hasta saber que Quique y mis amigas están bien. Mi padre volvió, me miró con ojos serios y me dijo que no se sabía nada de Quique, ni de Mariana, al menos en el hospital. Vamos a casa, aquí no podemos hacer nada. —No me iré hasta tener noticias de Enrique, papá, tú te perdiste en un accidente ¿y si le pasó algo y no lo sé?A los pocos minutos, llegó una de las autoridades escolares, alguno que otro padre de mis compañeros, pues muchos eran foráneos, no todos tenían a sus padres cerca. —Chicos, faltan dos ambulancias por llegar. Por favor, los que ya han sido atendidos, váyanse a casa. Afuera hay camionetas para que lleven a quienes no tienen con quien irse o a donde ir. La institución se hará responsable de todos los gastos. Pero necesitamos espacio para recibir a sus compañeros y puedan darles atención médica. —Por favor licenciado Santos, solo quiero saber que mi novio y mis amigas están bien. ¿Usted sabe quiénes vienen en esas ambulancias?—No lo sabemos con exactitud señorita Tapia, pero si gusta, puede esperar. Llegaron dos ambulancias más, bajaron a dos chicos en camillas, y el resto, solo tenían algunos golpes. Quique no estaba por ningún lado, después me di cuenta de que Mariana iba en una de las camillas, la llevaron a urgencias mientras uno de los rescatistas sostenía la mascarilla de oxígeno.Mi padre me observaba, de pronto vi como sus ojos se llenaron de angustia y se acercó a abrazarme. —No voy a abandonarte Lily, no otra vez.—Papá, soy Amaranta.Pero mi padre estaba llorando. Mi abuela se acercó y se lo llevó a sentar. Papá tenía la mirada algo perdida.—¿Papá? Responde. Me estás asustando. De pronto, abrió los ojos y me miró sorprendido. —¡Ami! ¿Qué haces aquí?Mi abuela le explicó las cosas de nuevo. Lo del accidente y que Enrique no aparecía. —¿Sus padres ya lo saben?—Espero que sí, la gente responsable del viaje se está encargando de eso— dijo mi abuela. Luego papá me dijo:—Lo siento Ami. De pronto al verte en esta situación recordé a tu madre cuando me accidenté en nuestra luna de miel. No puedo imaginar la angustia que pasó, ella sola en un pueblo lejos de su familia…Mi abuela se levantó y me dijo que iría a llamar a mamá para decirle que estoy bien. Ella se había quedado con Marco mi hermano, últimamente solo pasaba tiempo con él. —¿Qué tanto piensas Amaranta? —Dijo mi padre. Negué con la cabeza, pero estaba angustiada, por Enrique, por papá, por mis amigas. Demasiada tragedia junta.A los pocos minutos, entró el director de la escuela de arquitectura, la mamá de Mariana, la señora Ruiz caminaba con él. —Su hija estará bien, ya la están atendiendo — le dijo éste.La policía llegó, no entendía que tenía que hacer la policía haciendo preguntas si había sido un accidente. Miré a papá, y éste observaba al comandante con su cara de abogado, yo presentía que algo intuía. —Espérame a aquí. — Me dijo. Lo observé, se acercó al director, lo saludó, se conocían de algún lado, mi padre era un notario de prestigio y muy conocido en la ciudad. Según mis conocimientos, si la policía estaba investigando es porque no había sido un accidente o alguien había muerto.Luego saludó al comandante, todos se giraron a verme después de que intercambiaran algunas palabras. ¡Algo estaba pasando! Entonces papá se acercó a mí y me dijo que no encontraban a cuatro pasajeros, entre ellos, mi amiga Martha y Enrique. Tal vez no había sido un accidente. —¿Los secuestraron? — Pregunté angustiada.—No lo sabemos Ami. Lo mejor es ir a casa y que descanses, yo estaré atento a las noticias y haré lo que esté en mis manos para encontrar a los chicos. El papá de Martha Ceballos es mi amigo, no puedo hacer menos por ellos. En ese momento sentí un inmenso dolor en mi pecho y no supe de mí. Cuando desperté, estaba en un cuarto de hospital. Mamá corrió a verme, su cara angustiada y llorando. —Estoy bien mamá, no llores.—No lo estás Ami, sé por lo que estás pasando. Enrique estará bien. —Tú odias a Enrique. —No Ami, no lo odio. Estoy preocupada por él, su familia está angustiada y sé como te sientes. Yo ya lo viví.El resto de la noche, estuve en casa sin poder dormir. Escuché a papá volver en la madrugada, cruzó algunas palabras con mi madre y luego entró a mi habitación.—¿Tienes noticias?Mi padre asintió. —Los encontraron, Enrique está bien, pero…—¿Pero qué?—Martha murió. Era la primera vez que perdía a alguien tan cercano. Mi mejor amiga había muerto, desconocía las circunstancias, pero en ese momento no me importaba. Comencé a llorar, papá me abrazó, detrás de él estaba mi madre esperando su turno para consolarme. Al final se sentó del otro lado y me abrazó. A la mañana siguiente, me fui directo a la florería con la abuela. Quería encontrar el modo de expresar mi coraje y mi tristeza, al llegar, tomé el material y comencé a limpiar flores, luego comencé a atarlas, un ramo tras otro, cada uno de ellos iba engarzada con un recuerdo. Acabé con las gerberas rojas y me tiré al piso a llorar. A ella le gustaban las gerberas rojas, siempre que venía se robaba una y hacía bromas de ello con mi abuela. “Me vas a dejar en bancarrota”, le reprochaba mi abuela, y ella le traía galletas de “Nicos” para compensarla. Teníamos apenas unos semestres de conocernos, pero fue mi mejor amiga. Ella fue mi cómplice, mi compañera de trabajos, de desvelos, de fiestas y quien me presentó a Enrique. De pronto escuché el teléfono. Escuché a mi abuela hablar con alguien y salió al patio a buscarme.—Te hablan, es Enrique.Estaba tan sumida en la tristeza por la pérdida de Martha, que me había olvidado de Enrique por completo.—¿Quique? ¿Cómo estás?—No lo sé…— dijo — Necesito verte. ¿Puedes venir? —¿Dónde estás?—En mi casa. Le pedí a mi tío Sebastián que me llevara. Lo encontré sentado en una banca en el patio de su casa. Una enorme casa estilo mediterráneo en la calle de Paseo Jurica con un gran jardín. Nos abrazamos y lloramos juntos. Él fue el último en ver con vida a Martha y eso le dejó un dolor aún más grande, eran amigos desde la infancia. La mamá de Quique salió a saludarme, y me dio un abrazo. Ella sabía que Martha era mi amiga, aunque no nos habíamos visto muchas veces me dio sus condolencias.Aquella tarde, antes de ir al velorio de Martha, volví a la casa de mi abuela. Hice una hermosa corona con todos los ramos de gerberas que había hecho. Al final, tomé un gran listón, pensando en qué palabras podía usar para despedirme de mi amiga, Quique estaba ahí, esperando, para ayudar a Sebastián a subir la corona a la camioneta, con los demás arreglos que habíamos hecho para mi amiga, pues el teléfono estuvo sonando casi todo el día para ello. Al final, le dejé el siguiente mensaje:“Cada gerbera roja me recordará nuestra amistad, buen viaje amiga, gracias por el tiempo que pasamos juntas”.Continuará…“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad” Pearl S. BuckCon la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Floreríawww.lacasadelasflores.comEsta historia es parte de nuestra historia por lo que cualquier parecido con hechos reales y similares están protegidos.Todos los derechos reservados, está prohibida la reproducción total o parcial de esta historia sin autorización de los autores.#lacasadelasflores#novela#queretaro#flores#floreria#floreriaenqueretaro#floresqueretaro#mividaentreflores#lilies#hortencia#margarita#arreglosflorales#rosas#enviodeflores#detalles#amor#drama#felicidad#novela#drama#historiasbonitas#inversion#celaya#sma#proyectoparainvertir#floreriasencelaya#floreriasensanmigueldeallende