CAPÍTULO 21

ME CUESTA TANTO OLVIDARTE

AMARANTA

Después de más de tres años sin ver o saber algo de Enrique, el haberme encontrado con él aquella tarde, fue un golpe muy bajo del destino. Y no solo eso, iba con sus padres, con su esposa embarazada, y un pequeño un poco más chico que Alex. Mi mente fue muy veloz para reaccionar, saludé a mi ex suegra como si no hubiese ocurrido nada. Luego a su esposo, y por último a Enrique quien estaba totalmente descolocado. Después de las preguntas de rutina, Enrique no pudo evitar preguntar a mi hijo:

—¿Cómo te llamas?

—“Shoy” Alex — Le respondió con seguridad, como si supiera que era importante darse a conocer y presumir que era un gran niño con la mejor mamá.

Alex no podía negar la cruz de su parroquia, se parecía mucho a su padre, y sobre todo a su abuelo. La mujer embarazada no decía nada, se mantenía de pie junto a todos.

—Ella es Greta… — Dijo. La mujer respondió con un hola forzado, por lo que entendí era alemana y no hablaba mucho español. El padre de Enrique, traía cargando al otro niño, mismo que llamaban Bruno.

—Un gusto saludarlos, debemos irnos…

Noté algo de angustia en la madre de Enrique, sin embargo, no dijeron nada más. Alex se despedía feliz de todos agitando la mano y yo terminé por cargarlo para volver a casa lo más pronto posible.

—Parece que acabas de ver a un fantasma… —dijo Pueblito

—Lo vi— Agregué mientras dejaba a Alex en el suelo para que corriera a los brazos de su bisabuela.

—¡Bisi! — Le gritaba y yo de pronto, no supe de mí.

Desperté en el sofá. Me desmayé, por años pensé las palabras que le diría a Enrique si lo volvía a ver. Pero en mi película personal, las cosas no se daban así. El venía a buscarme, a pedirme perdón e intentar arreglar las cosas. Recordé las palabras de mi abuela cuando le dije que Enrique se había marchado:

“Si se marchó así nada más, no se merece nada. Ojalá me escuches y no hagas una tontería. Ser padre es… sumamente complejo, los amas y vives con un miedo oculto que no puedes sacar a la luz, porque debes verte fuerte a sus ojos. Enrique no te merece. Sé que tu madre desea que te cases y formes una familia. Pero yo me enamoré de un hombre que nunca se hizo responsable de sus actos, y me salió muy caro. Me dejó tres hijos, tu madre, tu tía Hortensia y tu tío Sebastián. Son lo mejor que me ha pasado en la vida, luego llegaste tú y tu hermano. Mi familia y este negocio son lo que más feliz me ha hecho. Las flores me han dado más de lo que tu abuelo me dio en los años que estuvimos juntos. Y no me refiero solo al dinero. Mi trabajo es vender sonrisas, pues sé que cada flor que se compra con amor, generará felicidad. No intentes retener a Enrique, y menos por un hijo. Mientras yo viva, nada les faltará, para mantenerlo, aquí hay mucho trabajo.”

Mariana mi amiga, me llamó al día siguiente, me dijo que había una florería cerca del hotel de Jurica que era su proveedor principal, pero estaban por cerrar.

—La están traspasando, deberías poner una sucursal. Nosotros seguiríamos siendo tus clientes, y está bien aclientada, pero los dueños se van a vivir a otra ciudad.

—No lo sé Mariana. No tengo dinero, además estoy hecha un lío con el despacho de arquitectos.

—Mira, piénsalo. Las cosas como son. Si es para ti, se dará. No lo eches en saco roto. Si quieres, ven por la tarde y te llevo con la dueña.

Mi abuela me observó curiosa, cuando corté la llamada me dijo:

—Esa amiga Mariana tuya siempre te toma en cuenta y está al pendiente de ti, me cae muy bien.

—Ella casi nunca me ha comprado las flores para sus eventos.

—Para los pequeños no, pero para las bodas grandes sí. No pierdes nada con ir a ver.

Lo que menos quería en ese momento, era lidiar con otra cosa. Alex, el despacho, el encuentro con Enrique… Todo eso ya me tenía llena de ansiedad. Alex, estaba en una edad muy demandante, pero cuando mi abuela o Pueblito no lo podían cuidar, iba conmigo a todas partes.

Le confirmé la cita a Mariana y me alisté para ir hasta Jurica. Al entrar al fraccionamiento, me di cuenta de que tenía mucho tiempo sin pasar por ahí. La casa de los padres de Enrique estaba en la calle principal.

Al pasar por ahí me llegaron varios recuerdos de años atrás. En la palapa del jardín, en una modesta y cómoda banquita pasamos mucho tiempo juntos. A veces le ayudaba con sus tareas y el con las maquetas. Hacíamos buen equipo.

Cuando se marchó, no volví a saber nada de él. Se lo tragó la tierra y yo, no intenté nada, ni buscar a sus padres ni nada.

El día que todos nos enteramos de mi embarazo y papá salió fúrico de casa, creí que se había ido a buscarlo. Es lo que la mayoría de los padres hacen, buscar al imbécil que arruinó la vida de sus princesas y obligarlos a ser responsables. Pero nunca supe donde estuvo mi papá esa noche. Unos años después me enteré que fue a buscarlo pero sus padres también se habían ido de viaje, un oportuno viaje a Europa aprovechando que su hijo estaría en Alemania.

Después de mi dosis de recuerdos, llegué al local de la florería, se llamaba “Alcatraz”. Era un local pequeño, pero a lado tenía una bodega de muy buen tamaño para almacenar y trabajar. Tenían todo muy lindo, algo desordenado, pero sin duda contaba con lo indispensable. La dueña, la señora Mercedes Jasso, me habló de lo que esperaba recibir.

—Mira, la verdad es que solo busco recuperar mi inversión. Yo llegué a Querétaro con la idea de vivir tranquila y retirarme, pero no pude dejar de trabajar en ese entonces. La florería tiene ya 10 años, y casi todos mis clientes son de la colonia, pero si te pones lista, por acá hay fiestas cada fin de semana, y además, te puedes arreglar con los de la iglesia. Son mis clientes y tienen sus patrocinadores.

—Señora Jasso, no sé que decir. Me encanta la idea, pero de momento no sé si cuente con todos los recursos.

—Piénsalo, estamos iniciando el mes.

Mariana me invitó un café en el hotel. Ella estaba muy contenta con su trabajo de coordinadora, un buen porcentaje de la sociedad queretana se casaba ahí.

—Amiga, yo feliz de apoyarte, es más si necesitas que te preste dinero o una socia, cuenta conmigo. Todavía me acuerdo cuando Martha que en paz descanse, se robaba las gerberas rojas de tu abuela.

Al volver a casa, escuché a Alex en la sala, hablaba con alguien. ¿Había visitas? No se me ocurría quien. De pronto escuché una risa conocida. Se me erizó la piel, pues supe que mi hijo estaba conviviendo por primera vez con su papá y yo, a pesar de mis prácticas mentales, no estaba preparada para este encuentro.

—Ami…—dijo.

—Enrique, ¿qué haces aquí?

—Creo que te debo una explicación, ¿Podemos hablar?

—¿De qué quieres hablar?

—De Alex.

Le pedí a Pueblito que se llevara al niño y Enrique y yo entramos al despacho de mi abuela.

-Amaranta, perdóname. No creí que fuera verdad que estabas embarazada… Pensé que era un truco para retenerme.

—¿De verdad Enrique? ¿Me creías capaz de eso? Saliste corriendo como una vil cucaracha, porque eso es lo que eres.

—Me merezco que me digas todo eso y más, Ami, lo siento. Fui un imbécil. Me he perdido de los primeros años de mi hijo, pero…

—¿Tú hijo? Lo siento, pero no es tuyo, tú lo dejaste muy claro. Tú no lo quisiste en su momento, ahora es muy tarde. ¿No te acuerdas?

—Ami, no digas eso. Sí fui un imbécil, pero de verdad pensé que querías tomarme el pelo y como nunca trataste de buscarme, ni a mis padres, ¿cómo iba a saberlo?

—Mira Enrique —, suspiré — Alex y yo estamos muy agusto sin ti. Nunca te hemos necesitado. Tú ya tienes una familia, al parecer no tardaste mucho en conseguirte otra novia y ahora tienes otro hijo y uno en camino. Así que, desaparece de nuestras vidas y… no vuelvas, por favor.

—Quiero la patria potestad compartida.

—Inténtalo.

Enrique frunció el ceño y salió hecho una furia de la florería.

Justo en ese momento, mis padres iban entrando a la casa de mi abuela.

—¿Era Enrique? — Dijo papá. Yo asentí con la cabeza y me puse a llorar.

—¿Qué quería?

—Quiere a Alex. Pero no puedo solo permitir que vuelva a nuestras vidas después de todo lo que he pasado por su culpa.

—Es su padre… — dijo mamá — ¿Recuerdas tu infancia sin tu padre? Tu tampoco lo tuviste los primeros años. No le quites esa oportunidad a Alex.

—Él me abandonó, justo cuando más lo necesitaba. No murió como tú creíste que papá había muerto en un accidente. Enrique simplemente huyó, ni siquiera se tomó la molestia de mandar a preguntar como estaba, nada… Alex es mi hijo, además, Enrique ya tiene otra familia y espera su segundo hijo.

Me levanté y me fui a esconder a mi habitación, tal y como hacía cuando mi cerebro no daba para nada más.

Al poco tiempo, mi papá fue a buscarme. Me dijo que haría los trámites pertinentes que yo decidiera tanto para una patria potestad compartida o una demanda o lo que fuera necesario. Yo estaba negada a todo, era una posición muy egoísta, pero Enrique solo pensó en él mismo cuando se marchó, él fue más egoísta que yo. Yo fui quien estuvo angustiada por sacar mi carrera, mi embarazo, mis compromisos y Alex era el más importante de esos compromisos.

El simplemente se dio la media vuelta y no fue ni siquiera para hacer una llamada, escribir un email, algo. No vivíamos en la edad media para encontrar noticias. Incluso mi amiga Jeannete y yo, chateábamos por MSN o ICQ y nos enviábamos fotos por email.  “El interés tiene pies…” Decía mi abuela cada vez que veía que alguien brillaba por su ausencia.

—¿Qué hago papá?

—Has luchado mucho, y te has esforzado por salir adelante. Te puedo decir que estoy orgulloso de ti. Pero llevar a una guerra a Alex, no es justo para él. Sólo piénsalo y cuenta con todo mi apoyo. Nada deseo más en el mundo que ver a mis hijos y a mis nietos felices. Sabes que el que hayas sido madre en estas circunstancias me dolió mucho. Pero gracias por trae a Alex a mi vida. Si en algo más puedo ayudar, solo dilo.

Nunca creí que mi papá dijera esas palabras. Durante mi embarazo, estuvo presente, pero me quitó gran parte de su apoyo, sobre todo económico. Sé que lo hizo porque estaba enojado, pero también para que yo madurara.

Mi vida amorosa por otra parte, era un desastre, pues los hombres que conocía,  no me veían como un plan serio, o al menos eso pensaba yo,  y yo no estaba lista para eso, tengo que confesar que me había enamorado varias veces, después de Enrique, porque de verdad lo había matado en mi corazón. Necesitaba una pareja que se comprometiera a compartir su vida conmigo sin importar que Alex estuviera presente y por supuesto que entendiera que mi hijo era mi prioridad.

Aquel fin de semana, recibí una llamada de la florería de Jurica, la señora Jasso estaba convencida de que yo debía quedarme con su negocio. Le platiqué a mi mamá y a mi abuela, la primera no decía nada y la segunda, es decir mi abue, no dejaba de decir que era mi momento, que tenía que tomar ese negocio.

—¿Y el despacho de arquitectos?

—Mamá, apenas sale para los gastos, al final tengo que trabajar con la abuela para completar el mes.

—Tanto estudiar para que termines como nosotros, con una florería.

Mi abuela, de inmediato salió a defenderme.

—Tenemos un negocio muy digno, no sobra el dinero, pero nos ha dado para vivir muy bien. A ustedes nunca les ha faltado nada. Si Amaranta quiere poner esa florería, cuenta con todo mi apoyo.

—Da igual abuela, de todos modos, no tengo dinero. Podría vender mi coche, pero al final no tendría con qué ir y venir.

—Yo te presto dinero— dijo mi tío Sebastián metiéndose en la conversación.

—No Sebas, tú estás muy tenso con tu casa de materiales…

—¿Quién te dijo eso? No tengo hijos, ni esposa, ni casa que mantener. Que siga con mi camioneta de toda la vida, no quiere decir que no tenga dinero para una nueva, solo que no la quiero cambiar, está funcionando de maravilla. ¿Entonces? ¿Cuánto necesitas?

El destino me estaba tomando por sorpresa. De pronto parecía que vivía en una burbuja llena de bromas, no tenía idea de como se darían las cosas con Enrique ni tampoco estaba segura de como debía arreglar ese tema. Y por otro lado, las puertas de tener mi propio negocio me causaba mucha ilusión, sabía que sería un arduo trabajo, pero ganaría lo suficiente para que Alex y yo pudiéramos independizarnos. Hacerme de mi propia casa por ejemplo.

Observé a mi mamá y ya mi abue, me miraba con los ojitos brillando de emoción. Esperaban mi respuesta.

—Está bien. Lo intentaré.

Hablé con Cassandra, mi socia del despacho de arquitectos. Le dije que ese despacho no daba lo suficiente para las dos. Que era mejor que cada una siguiera por su camino.

—¿Vas a poner la florería?

—En eso estoy… —Emocionada me abrazó y me deseó suerte.

Aquella semana, hicimos los arreglos con la señora Jasso, y me hice de mi primera florería. No era la de mi abuela, ni la de mi madre, era la mía.

No sabía si cambiar el nombre, si hacer un logotipo nuevo, no tenía idea de muchas cosas, pero estaba convencida de que mi vida entre flores resurgía, como un ave fénix resurgiendo de las cenizas.

No sabía si conservar el nombre de “Alcatraz” pues no era una flor que me encantara, aunque afuera de la plaza comercial donde se encontraba el local había varios árboles de camelinas y la florería ya estaba posicionada. Comencé a buscar nombres de flores, alguna flor linda pero no tan trillada como las rosas o las aves de paraíso.

—¿Qué te parece “Alcatraz Boutique de Flores”? — Dijo Mariana.

—Suena lindo y elegante.

El ir y venir desde el centro a Jurica todos los días parecía que iba a ser pesado, así que mi tía me sugirió que buscara una casa por la zona, pero una renta en Jurica, era impagable, aunque me empezaba a ir bien. Los fines de semana, desde el jueves o viernes, tenía eventos, a veces solo una gran boda otras, pequeñas reuniones, despedidas de solteras o bautizos.

Un día, cerrando la florería, me topé con la mamá de Enrique. Ella dice que pasaba por casualidad pero en el fondo sé que estaba inquieta por algo.

—Amaranta, ¿cómo estás? Felicidades por tu negocio.

—Gracias señora, ¿qué anda haciendo por aquí?

—Pasé por aquí y quise aprovechar para saludarte. Mira, hija, no sé si has visto a Enrique, pero desde el día que se encontraron, pues su esposa está muy nerviosa y él ha cambiado. Ya sabes, con lo de los niños y el embarazo. No quisiera que fueras la tercera en discordia.

—Explíquese señora Leonora, porque no la estoy entendiendo. ¿Qué tengo yo que ver con Enrique? No lo he visto desde hace mucho tiempo ni me interesa, ni siquiera para ponernos al día. Así que, si su mujer está enferma, paranoica o celosa, no es mi problema.

—Cálmate Amaranta, la gente nos mira.

—Claro, es lo único que importa, el qué dirán. Señora Leonora, deje que su hijo y su nuera arreglen sus asuntos. En cuanto a Enrique, hace mucho que él salió de mi vida y no me interesa.

—¿Y entonces el niño? ¿Es mi nieto no?

—Eso debe preguntárselo a Enrique, porque al parecer, hace unos años pensaba lo contrario. Buenas noches.

Anita, mi empleada estaba ahí parada con los ojos muy abiertos. Le indiqué que se marchara, yo me subi a mi coche y manejé con los nervios de punta. Nunca me imaginé que mi exsuegra se fuera a presentar a buscarme para que deje en paz a Enrique, quien tenía varias semanas dejándome notas en la casa de mi abuela.

Esa noche, llegué agotada pero con ganas de pasar un rato jugando con mi bodoque, Alex. Llegar temprano para bañarlo y jugar un poco antes de dormirlo era nuestro momento “mágico”.

Papá me esperaba con unos documentos.

—Enrique ya metió una demanda, así que te corresponde la contrademanda. Tu dime si lo hacemos pedazos..

Continuará…

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería

www.lacasadelasflores.com

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