CAPÍTULO 25
EN EL BORDE DE UN PÉTALO
Diego Alexander estaba por cumplir 16 años. Teníamos un buen rato en una zona de confort, las florerías caminaban bien, teníamos unos meses más complicados que otros, pero no faltaba trabajo.
Mis abuelos paternos, murieron con un par de meses de diferencia. Para mi papá y mi tío Felipe fue un trajín, estar viajando a la ciudad de Guanajuato, primero murió mi abuela, y a raíz de eso, se trajeron a mi abuelo a vivir a Querétaro, pero murió al poco tiempo, dice mi mamá que extrañaba a mi abuela Lourdes.
Mi mamá, seguía trabajando su florería, pero tenía delegadas muchas responsabilidades, y los pedidos grandes me los mandaba a mí. Decía que tenía que pasar tiempo con papá y él era muy feliz por ello.
Mi hermano Marco, estaba en Canadá estudiando francés, pues estaba enfocado a ingresar a la industria aeronáutica y era un requisito dominar el idioma, aunque había estudiado durante toda la carrera. Teníamos planeado enviar unas semanas a Alex a Quebec con su tío Marco, se llevaban muy bien y mi hijo estaba muy emocionado.
Yo seguía con Francisco, nuestra relación era seria, pero lo estábamos llevando con calma. Pues al poco tiempo de iniciar nuestra relación, le ofrecieron un trabajo en una empresa trasnacional, con el propósito de recibir a las familias extranjeras que se mudaban por trabajo en puestos directivos. Debía buscarles casa, colegios, mostrarles la ciudad, hasta dejarlos instalados, sólo que a veces, debía viajar a San Luis Potosí, a Monterrey, a la ciudad de México y muchas veces al extranjero. Como un “Concierge”. Eso nos daba muchísimo tiempo para dedicar a nuestros trabajos. A veces nos veíamos en algún punto medio y lo mejor de todo, es que conocía un mundo de lugares y con su experiencia en el sector turístico, conseguía muy buenos precios en rincones paradisiacos. Mi papá decía que teníamos una relación muy rara. Sin embargo, a los dos nos acomodaba, quizá más adelante podríamos dar un paso más.
Mi tío Felipe estaba resignado a que nunca sentaría cabeza, el deseaba casarme por la iglesia con algún hombre serio y formal, y no es que “Franco”, como le decía de cariño no lo fuera, pero el también venía de un matrimonio complicado, tenía dos hijos mas o menos de la edad de Alex, no los habíamos tratado mucho todavía, pero se veía que eran buenos chicos, vivían en Monterrey con su madre. La relación de Franco con su exesposa era educada, aunque sé que lo presionaba con temas de dinero, pero ese era un tema que yo prefería no tocar con él. Y el matrimonio, pues ya no era una prioridad para mí. Buscaba cariño y algo estable, no me interesaba un marido que se hiciera cargo de mi y mi hijo, siempre me ha gustado poder ganar dinero y ser independiente, creo que lo traigo en los genes. Mi abuela Margarita me lo recordaba con frecuencia.
“En esta familia, las mujeres somos querientes y pudientes, hacemos las cosas porque queremos y porque podemos”. Ese era su lema. Ella aprendió a salir adelante a punta de golpes, sin embargo, siempre fue una mujer educada, elegante y muy trabajadora.
Se acercaba la primavera, una época importante para las florerías, y Macarena, aquella española que conocimos mi tía Hortensia y yo años atrás en Madrid, nos visitaba una vez al año, e impartía algunos cursos de floristería. No por nada, pero mi tía Hortensia era muy buena para organizar esos eventos. Ella siempre se las arreglaba para conseguir espacios, porque no le daba tiempo, y no era la organizadora de las expos de flores o creaba alguna asociación de floristas, florerias y productores, que ayudaran a regular precios de flores, porque ese siempre ha sido un problema en este negocio, todos abusan y son informales, ella armaba tambien grupos para viajar, con ella viajé a Florida, a California, a Holanda y por supuesto los principales eventos de floristería de la ciudad de México.
Macarena trajo con ella a Montserrat, y se quedaron a vivir en México un tiempo, se instalaron en San Miguel de Allende. Hice muy buena mancuerna con ellas, pues se volvieron mi principal apoyo, aunque Montserrat no me caía muy bien, era el brazo derecho de Maca.
Montse iba y venía a Querétaro con frecuencia, recogía materia prima y si tenían eventos muy grandes, pues San Miguel de Allende es un lugar que se presta para muchos eventos importantes, principalmente bodas.
Mi amiga Mariana, ya se había independizado como organizadora de eventos, seguía trabajando para la Hacienda Jurica, pero ya era una empresa independiente.
—Esa Montse no termina de caerme bien — me dijo.
—Pero es la asistente de Maca, no puedo hacer nada al respecto.
—Yo tendría cuidado, no me da buena espina. Siempre que tengo evento en San Miguel se pone en un plan muy divo y no se diga con los pagos, me recuerda casi todos los días cuanto hay que pagar. Odio que me cobren antes de las fechas acordadas. Y tiene un modito, que no soporto.
—¿Porqué no hablas directo con Macarena?
—No me atiende las llamadas. Casi siempre me contesta Montse.
Un par de veces, me topé con Montse merodeando en la florería de Jurica, sin tener nada de trabajo que ver. Pocas veces me visitaba para charlar, todo lo hablábamos por chat. La tecnología digital la teníamos en la mano, un buen porcentaje de ventas y contactos los teníamos gracias a las redes sociales, principalmente Facebook.
—Viene temprano, antes de que abran. — Me dijo la administradora —. Después de que llega Ana, se va. Me acerqué a preguntarle si se ofrecía algo y me decía que no tenía llaves, que esperaría porque tiene que entrar a la florería a resolver algo. Dice que es tu socia.
—Es la asistente de una colega con la que trabajo en conjunto. Gracias, hablaré con ella.
Un día, faltando unas semanas para una boda importante en un rancho entre Querétaro y San Miguel, me quedé de ver con Macarena, para ponernos de acuerdo. Habíamos acordado que si en el rancho no lo permitían, armar ahí los arreglos, pues era una boda de 800 personas, debíamos decorar 80 mesas y por supuesto las guirnaldas de la carpa y otras locuras que nos solicitó la novia.
Macarena estaba muy emocionada, pues era su primer evento importante en México, se casaba la hija de un millonario español casado con una mexicana, que tenían viñedos en España y comenzaban un proyecto de vinos en México.
Yo no los conocía, pero Mariana mi amiga era la coordinadora de la boda, y llegó a ellos recomendada por un amigo de su papá que era directivo de una trasnacional de telecomunicaciones.
La flor principal era las Hortensias, me costó muchísimo trabajo conseguir toda la flor, pero al final, todo iba caminando perfecto.
El patio de la casa de mi abuela siempre fue nuestra salvación, ver aquel lugar lleno de cubetas con flores de todos los estilos, follaje, teníamos un par de cuartos acondicionados para mantener las flores en una buena temperatura, no eran cámaras frías, pero eran sitios muy frescos que ayudaban bastante.
—Necesitas una cámara fría— me dijo Franco. Y mi mamá no quitaba el dedo del renglón que debíamos poner una distribuidora de flor. Pues en Querétaro seguíamos dependiendo de otras ciudades para surtirnos.
Unos días antes de la boda, Maca y Montse estuvieron en el patio de la abuela, estuvimos haciendo la lista de pendientes, organizando los viajes de flores, lo que debía llegar directo, lo que podríamos enviar nosotros, etc. Llevar suficiente mano de obra, tanto de su equipo de trabajo como del mío.
Montse entraba y salía de mis bodegas, y me ponía nerviosa. Era una mujer muy entrometida, me molestaba que sentía que era invasiva en todos los sentidos, mi espacio personal y laboral. Maca ya había notado mi molestia con ciertas actitudes de Montse, e incluso un día le dije que no me gustaba tratar con ella, que lo hacía porque era su asistente.
—Yo creo que lo ideal es que Montse se quede en San Miguel por si algo se ofrece y Ana se quede en Jurica. Al final si algo hace falta, las dos están cerca.
Montse se molestó al escuchar eso.
—Maca, pero yo había pensado en ayudar con los arreglos, no quiero quedarme sin hacer nada.
—¿Quién dijo que no harás nada?— respondió.
—Si se ofrece algo, puedo ir a San Miguel.
—Pero perderías tiempo en ir y venir. Es un evento de muchos días de trabajo. No podemos darnos el lujo de que algo salga mal. — Agregué.
Con su usual cara de pocos amigos, tomó su bolso y se marchó:
—Maca, te espero en el auto.
Macarena me miró apenada. Ella sabía que yo no encontraba la manera de trabajar con Montse. No teníamos empatía, ni tema de conversación y no nos caíamos bien.
—Perdón Ami, esta tía ha andado muy extraña. Llámame si algo se ofrece.
Mi tío Sebastián, como siempre que estábamos saturados de trabajo, me ayudó con el ir y venir. Alex, ese fin de semana no fue con su papá, me dijo que me ayudaría a trabajar, y eso me daba mucho gusto. Diego Alexander era un gran colega, desde que nació, literalmente vivía entre flores, al igual que yo. Aunque el era bueno con los números y los negocios, disfrutaba ayudándome a armar los arreglos florales, como en su momento yo lo disfruté en mi infancia y en mi adolescencia.
Uno de los transportistas de flores, se equivocó de dirección y llevó toda la flor hasta San Miguel de Allende. No cabían en la camioneta de mi tío Sebastián, por lo que tuvimos que hacer varios viajes, mismos que nos quitaron algo de tiempo. A final, me di cuenta de que Montse, nunca les envió el domicilio del rancho donde sería el evento. Y como este inconveniente, pudimos evitar muchos. Herramienta insuficiente, pues a la señorita Montserrat le parecía que llevábamos cintas de colores en exceso.
—Esto es un complot. —Dijo Diego Alexander molesto.
Macarena estaba nerviosa. De algún modo no entendía que pasaba entre ellas, sin embargo, la tensión se sentía en el aire.
La recepción de la boda comenzaba a las dos de la tarde, la misa, sería en la capilla del rancho, y fuera de ésta, un cocktail previo al banquete.
Pueblito y Rosa, se dedicaron a la decoración del templo y la zona del cocktail, mientras Maca y yo, de la carpa. Fue una semana intensa, cuidando cada detalle mientras Mariana vigilaba el montaje de las mesas y su personal: el banquete, la mesa de dulces, en fin, mil detalles que en una boda de esa magnitud implican.
Alex, iba haciendo un recuento mental de todas las fallas que fueron presentándose. Antes de la boda, corrí a la suite de la novia a llevar los ramos para ella y las cinco damas de honor. Todo marchaba perfecto, a la hora que cada una tomó su arreglo, tres de ellos se desbarataron. Casi me da un infarto. Le llamé a Alex para que me llevara las herramientas, y en unos minutos se los arreglé. Yo hice esos atados, estaba segura que algo había pasado. La novia, después de casi desmayarse, por fin, salió en tiempo, y llegó la carreta de caballos con dos plazas, también decorada con rosas y lilies blancas, que son las que resisten más las inclemencias del sol y una carreta más, para la mamá y las damas, que vestían unos hermosos vestidos, cada uno a su estilo, pero con la misma tela, a excepción de la mamá, que llevaba un vestido morado que resaltaba sus ojos azules. Una señora elegante, con una mirada triste, o eso me pareció.
El papá de la novia estaba muy serio. Estaba en su papel de hombre importante y padre.
Corrí junto con Alex a la iglesia, para revisar que todo estaba en su lugar. Montse iba saliendo, la vi con desconfianza, pues ella no tenía por qué estar ahí.
Entramos a la capilla, aún no había gente dentro, pues faltaban unos veinte minutos para que diera inicio la ceremonia, y los invitados comenzaban a llegar al área de valet parking. Los arreglos centrales estaban bien, cuando llegué al frente, encontré un par de arreglos totalmente destrozados. Alex me dijo: Fue ella, y después de reacomodar aquel desastre, le dije, a Alex que fuera a buscar a Montse y a Macarena. Llamé a Ana, que estaba con el resto de las chicas en la zona del cocktail y del banquete, para que no quitara el ojo de los arreglos y supervisara que los arreglos colgantes estuvieran bien fijos. Estaba segura que Montse estaba buscando el modo de hacerme quedar mal. Dejé a un par de chicas vigilando la capilla y me fui a buscar a Macarena en el espacio que nos asignaron para trabajar.
Antes de entrar al salón de trabajo, escuché a Macarena decir:
—¿Qué te pasa Montse? ¿Por qué nos quieres hacer quedar mal?
—A ti no, solo a Amaranta.
—¿Pero no os habéis dado cuenta de que, si vos la perjudicáis a ella, atentáis contra mí?
—Ella no te conviene, puedes ganar más dinero trabajando por tu cuenta, ¿por qué queréis trabajar con ella?
—¿De qué estáis hablando?
—Maca, no la necesitáis. Amaranta es un obstáculo para vosotros.
—No sé que pretendéis con todo esto Montse, yo jamás he dado pie a nada, estáis confundiendo las cosas. Yo no trabajo en esto solo por dinero. Sé que sola podría hacer grandes cosas, pero me gusta trabajar en equipo, y hacer equipo con Ami, su tía y su madre, me ha abierto puertas en este país. Estoy agradecida con ellas y no voy a permitir que destruyas mi labor. Estás despedida.
De pronto Montserrat se giró y me vio en la puerta del salón.
—¿Cuánto tiempo lleváis ahí?
—¡Tú!— Le dije — Destrozaste los arreglos del altar y soltaste los atados de las damas…
—Yo no fui…
Macarena se giró a verme mientras Montse tomaba unas tijeras y amenazaba con clavarse las tijeras en el vientre.
—¿Qué os pasa Montserrat? ¡Suelta esas tijeras!
En eso, entró mi tío Sebastián, quien alcanzó a Montse, antes de clavarse las tijeras, provocándole una herida en la mano derecha. Montserrat, se safó de las manos de Sebastián y salió corriendo.
—Atiende a Sebastián, yo voy por ella.
Llamé a Alex a su celular, le dije que lo esperaba en el auto. Dejé a Pueblito y Rosa a cargo, envolví la mano de Sebastián con un trozo de tela, él decía que estaba bien, pero había sangrado mucho, por lo que prefería llevarlo a urgencias por cualquier cosa.
En el camino, me llamó Franco, para avisarme que estaba llegando a San Miguel, habíamos planeado pasar allá el resto del fin de semana, pues el domingo, debíamos volver al rancho a redecorar para la tornaboda. Cuando le dije que Sebastián estaba herido, fue a alcanzarnos al hospital de la Cruz Roja.
Más tarde, ya que atendieron a mi tío, llamé a Macarena, quien me confirmó que Montserrat se había marchado con sus cosas. Me dijo que estaba en todo mi derecho de denunciarla y además estaba muy avergonzada por lo sucedido.
Unos días después, Macarena me avisó que había tomado la decisión de volver a Madrid un tiempo y no estaba segura si volvería a nuestro país. Su decisión me dejó triste. Hasta Diego y mi mamá estaban sorprendidos.
Como con cualquier situación, al día siguiente retomamos nuestras actividades, Franco tenía un viaje a Corea, para coordinar la mudanza de una empresa automotriz, y no lo vería un par de semanas, pero antes de marcharse me dijo:
—Vi unos locales para la distribuidora de flores. No lo eches en saco roto. A mi regreso platicamos, y, además, contacté una empresa que construye cámaras frías. Podríamos adaptar algo en casa de la abuela o en un local. Piénsalo.
De Franco, me esperaba cualquier cosa, pero nunca que se interesara en el mercado de las flores. Me había dicho, que había pensado en emprender algo, pero por el trabajo que él tenía y su experiencia profesional, pensé que buscaría algún hotel o un restaurante.
—Lo pensaré.
A los pocos días, después de una racha tranquila de trabajo, sentí un olor extraño en una de las bodegas en casa de mi abuela. Hay flores que son muy olorosas, y algunas pueden ser desagradables, pero tengo tantos años en el medio, que reconozco los aromas y no me incomodan. Pero este era un aroma muy penetrante. Al entrar, encontré un mosquerío, y casi todas las flores, principalmente las rosas y las lilies marchitas. De momento no supe que hacer ni que pensar, nunca me había pasado. Lo primero que hice fue llamar a mi mamá. En efecto algo había provocado aquello, y estaba casi segura de que había sido intencional.
Cuando llegó mi gente a trabajar, alguien ya nos había reportado con salubridad. Sin duda estaban buscando perjudicarme, era una firme declaración de guerra. No sabía quien podría hacerlo o porqué.
Entonces mi mamá llamó a mi padre, y ardió Troya. Esa semana perdí una gran parte de mi mercancía, “dinero tirado a la basura”, pedidos pendientes y todas las flores inservibles.
Aquella noche, recibí una llamada de Franco, le conté lo que sucedió y me dijo:
—Tienes que mover las bodegas a una zona adecuada, donde puedas recibir la mercancía sin inconvenientes y la cámara fría es indispensable.
Tuve que cerrar la florería de “Amaranta” Mi vida entre flores, en lo que solucionábamos en tema de limpieza y los trámites. Mi corazón estaba decaído.
—Le cerraron la florería oiga… — dijo doña Justina, la nueva vecina que había heredado la casa de a lado, metiche y “mala leche”, como decía mi tío Eugenio.
—¿Usted tiene algo que ver con esto?
—Las denuncias son anónimas — sonrió con malicia y se dio la media vuelta para meterse a su casa.
—¿Qué es lo que quiere?— le dije.
—Yo nada. Odio las flores, que podría querer de ti.
Le pedí a papá que me ayudara a investigar quien había hecho la denuncia, el tenía algunos contactos, pero sin éxito, me dijo que, sin duda, había sido un vecino, y no solo eso, habían provocado de algún modo que las flores se echaran a perder.
Fueron varias semanas de limpieza, y antes de meterle más dinero a la bodega, mamá y yo nos decidimos a rentar otro local cerca del panteón y con la ayuda de Franco, compramos la cámara fría para las flores.
Nos llevamos algunos meses en todo ello, y tuvimos que almacenar las flores en casa de mi madre por un tiempo.
Así que, en enero del año siguiente, reinauguramos “Amaranta” Mi vida entre flores e inauguramos nuestro centro de distribución: “El rey de las flores”.
Franco, Alex y yo, estábamos felices, mi madre, mi hermano, mi tío Felipe y papá también. Mi tía Hortensia y Eugenio no pudieron venir, raro, ellos nunca nos quedaban mal, y esa noche, recibimos un pedido de coronas, la señora Sandra, la primera cliente de mi abuela Maggy, su gran amiga, había fallecido. Con el corazón apachurrado, mamá hizo arreglos de margaritas, como los primeros que le hacía mi abuela cuando se conocieron.
Continuará…
“Si pudiéramos ver el milagro de una sola flor claramente, nuestra vida entera cambiaría.” Buda
Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería
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