CAPÍTULO 4

MIL ROSAS PARA PEDIR PERDÓN

Calculo que Rodrigo estuvo fuera de mi habitación alrededor de una hora, rogándome para hablar de lo que pasaba. Le dije varias veces que se marchara, que no quería volver a verlo nunca. Que era un maldito mentiroso y que me dejara en paz. Mi corazón estaba roto y me sentía tan tonta, tonta de haberme enamorado de él, de haber creído en sus palabras. Mi vida era perfecta sin él, y no necesitaba ni de él, ni de nadie. 

Por fin, después de un largo ir y venir de palabras, le abrí la puerta. Él se veía preocupado, pero yo estaba desilusionada, no existe nada peor que una decepción en cualquier relación y yo había confiado en él. 

—Me dijeron que habías mandado a preguntar por mí al despacho. No pude venir antes, perdóname, entiendo tu enojo y frustración.

—No seas cínico Rodrigo. Lo sé todo. Eres un pedazo de… imbécil. Eres un patán. No sé cómo pude confiar en ti y creer que me amabas.

—Explícate Lily—. Me dijo desconcertado. Entonces, entré a mi habitación, tomé el periódico que tenía guardado en un cajón, y se lo mostré. —¿Así está más claro? ¿O cómo quieres que te lo diga?

Entonces su rostro palideció, vi como su mirada se desencajaba al leer lo que yo ya había leído una y mil veces. Dejó el periódico sobre la mesa, y pasó sus manos por su rostro con impotencia.

—Lily, siento que te hayas enterado de esta manera, de verdad no era mi intención.

—¿Tenías pensado decírmelo en algún momento? Mira que considerado.

—Lily, no habrá boda, perdóname, he estado ausente, porque quiero cancelarla, esto es una boda que han arreglado mis padres con los padres de Mariana. Ellos piensan que está unión fortalecerá sus temas sociales y económicos, pero ninguno de los dos deseamos esta boda.

—Pues ella luce radiante y muy enamorada en la foto.

—Lily, escúchame, por favor. Yo estoy enamorado de ti, solamente de ti, necesito que me des tiempo para solucionar esto.

No sabía que creer. Mi corazón deseaba que me lanzara a sus brazos y besarlo como hace días no lo hacía y mi cerebro me pedía lo contrario. 

—Resuelve tus asuntos Rodrigo. Vete por favor, mi madre no sabe nada de esto y me apenaría mucho que se entere de esto. Solo le diré que hemos terminado y se acabó. 

—Lily, no me digas eso. Yo estoy loco por ti, déjame demostrártelo. ¿Qué debo hacer para que me perdones?

—Eres un hombre adulto, tú sabes qué es lo que debes hacer y el daño que has causado, ahora, déjame tranquila. Adiós Rodrigo.

Lo empujé fuera de la habitación y cerré la puerta. Lloré, lloré y lloré, mucho, como venía haciéndolo desde días atrás. Alcancé a escuchar a Rodrigo cruzar algunas palabras con mi madre, se despidieron “Hasta pronto Doña Margarita, espero poder solucionar esto…”

Escuché a mamá subir las escaleras, me apresuré a esconder el periódico, y le abrí la puerta. Su primer impulso fue abrazarme mientras yo sollozaba y dejaba que me arropara buscando consuelo, ese consuelo que solo unos brazos maternos pueden regalar.

—¿Qué pasó Lily? Cuéntame, estabas muy contenta con Rodrigo ¿Te faltó al respeto? ¿Te hizo algo?, A veces las relaciones se complican, pero tal vez haya una solución.

—No mamá, simplemente no hay manera de que estemos juntos. Su vida y la mía no son compatibles, él tiene sus temas y para mí es más importante estar aquí, viviendo “Mi Vida entre Flores”— le dije.

—No creo que las flores sean prioridad si tienes casi una semana llorando a moco tendido.

—No puedo tener las dos cosas mamá. 

—¿Te dio a escoger?

—No, yo lo decidí. Y no se hable más del tema, te lo pido por favor. De hecho estaba pensando, con tu permiso claro…

—¿Qué?

—¿Puedo ir a la ciudad de México a visitar a Hortensia y Eugenio? Quisiera estar unos días allá, ir de compras… distraerme. Hace mucho que no vamos.

—Vete Lily, si eso ayudará a que pienses las cosas, recapacites y tomes decisiones con la cabeza fría, vete, el tiempo que sea necesario, seguro Horte y Eugenio te recibirán con gusto y puedes ir a ver a doña Rebeca, la de las flores que conocimos cuando fuimos al mercado de las flores, para que te cuente un poco de su experiencia como florista. Supe que acaba de volver de Europa, y trae muchas novedades. Eso te servirá para distraerte.

La idea de mi madre era maravillosa, como siempre. Poner algo de distancia y un cambio de aires me caería bien. Y en efecto, Hortensia y Eugenio me recibieron encantados. Vivían en un lindo departamento de Polanco en la calle de Homero. Me pasearon mucho, me llevaron a comer a restaurantes padrísimos, y Horte y yo nos fuimos varias veces de compras al centro, me llevó también a un salón de belleza, cerca de Chapultepec para que me hicieran nuevo corte de cabello y un look súper moderno, ¡Nada como una visita al salón cuando uno está deprimido!

Eugenio me presentó a sus amigos solteros, muchos de ellos guapos y de buena familia, pero mi corazón seguía perdido por aquel pedazo de idiota, Rodrigo Tapia. 

Visité a Doña Rebeca, mi madre le llamó para avisarle que pasaría a saludarla. No sé qué tanto le habrá contado mamá de mí, pero resultó ser más reconfortante de lo que esperaba. 

—Lily, las flores son para nosotros una extensión de nuestras emociones, si nos ponemos tristes, lo sienten, si estamos contentas también. Por eso es importante poner tiempo y dedicación a cada arreglo, para que la persona que los recibe sienta esa magia que le hemos transmitido. Mira, ven…

En la trastienda, Doña Rebe tenía un hermoso jardín lleno de rosas. Fue increíble la magia que sentí al estar ahí, y empezó a platicar la historia de sus rosales, tenía de todos los colores, principalmente blancas, rosas y rojas. Con paciencia me contaba la historia de cada uno y como cada momento de si vida estaba relacionado con ellos.

—¿Estas las vende en sus arreglos?

—Claro que no, estas son mi dosis de vida personal. Cada vez que algo malo me sucedía, corría al invernadero a comprar un rosal y lo plantaba. Cuidarlas y verlas crecer es mi pasión. Las rosas representan tantas cosas. Son hermosas, pero tienen espinas. Como nosotros, los humanos. Podemos parecer buenas personas, pero a veces, alguna situación puede sacar lo peor de nosotros y tomamos decisiones equivocadas, esas son nuestras espinas, nos ayudan a defendernos, porque la gente nos lastima o lastimamos a quienes amamos.

—¿Quiere decir que somos como las rosas?

—En realidad Lily, somos como las flores, cada especie tiene una misión especial, dar alegría, amor, pasión, esperanza. Regalar flores es… demostrar sentimientos y las rosas son las favoritas ¿Sabes por qué?

—¿Por qué?

—Porque las rosas tienen todo. Son místicas, hermosas, elegantes, una sola rosa o cien rosas pueden ser suficientes para causar un gran impacto, el efecto de unas rosas rojas es incalculable. ¿Sabes cuántas parejas se han reconciliado por un ramo de rosas rojas?

Me quedé pensando en sus palabras, a mí nadie me regalaba flores, porque yo era la chica de las flores. Rodrigo me mandaba chocolates, y siempre me decía que no me daba flores porque ya tenía muchas, pero de verdad me hacía ilusión recibir flores. 

—Cada flor, cada color, cada follaje, compone una hermosa armonía que alegrará o consolará algún corazón.

Al escuchar aquellas palabras, me di cuenta de lo hermoso que era mi trabajo, no pude evitar que se me escaparan algunas lágrimas. Doña Rebeca me ofreció volver a su casa y quedarme una temporada, para que me enseñara todo su legado como florista. Ella era viuda, y no tenía hijos, por lo que su deseo era poder compartir conmigo su sabiduría.

Aquella noche, Hortensia pasó por mí, en la guayín amarillo que se compró con su herencia. Llené su cajuela con flores, que me obsequió Doña Rebeca para iniciar con mi propio rosal y comenzar con mi propia terapia.

Volví a Querétaro, con un guardarropa renovado, un rosal y un corazón restaurado, aunque mi mente no dejaba de pensar en Rodrigo, el dolor era menos pesado.

Había pasado un mes, desde la última vez que vi a Rodrigo. Supe por mamá que, que mientras estuve en la ciudad de México, me mandaba obsequios y llamaba todos los días para preguntar por mí. A mi regreso,  cuando entré a mi habitación, sobre la cama encontré un montón de regalos. Cajas de chocolates, galletas, perfumes y cartas. Cada carta tenía algún mensaje corto como “Te Extraño” Y otros mensajes más poéticos, de esos que te escaldan la piel y te aceleran el corazón.

“Lily, sé que llegarás pronto, me lo dijo tu madre, no quiero pasar un día más sin ti. Cuento los días para volver a verte. Necesitamos hablar y poner las cosas claras. Te amo, nunca tuve la intención de lastimarte, pero me enamoré antes de poder resolver las cosas. Piensa en mí, como lo hago yo. Te amo. Rodrigo.”

Leer aquellas notas, era harakiri puro. A la mañana siguiente, llegaron varios pedidos para un funeral. Había muerto Doña Magdalena Alcocer, la suegra del presidente municipal. Fue un día muy ajetreado. Lo más curioso, es que había un pedido de mil rosas rojas, para otra dirección. Era raro, porque cuando había funeral, casi nadie pedía arreglos para otra cosa.

Cerca de las 3 de la tarde, llamaron por teléfono para pedir informes de la casa de la tía Teresa. Mis hermanos y yo acordamos en rentarla, pero al estar algo deteriorada, no habíamos conseguido un buen inquilino. Me citaron a las 4 de la tarde. Sebastián me dijo que las llaves de la casa las tenían en la notaría, pues la habían mostrado a unos conocidos del Lic. Jiménez. Llamé por teléfono a la notaría, y me informaron que alguien me llevaría las llaves, que no era necesario que fuera por ellas. 

Antes de las cuatro, con mi atuendo de luto, -para de ahí pasarme a la casa de los Alcocer para hacer acto de presencia en el velorio- salí sin prisa, pero nerviosa. Sebastián estaba hecho un lío con las entregas y mi madre arreglando flores mientras Pueblito tomaba los pedidos. 

Al llegar a la casa, encontré la puerta abierta. Supuse que alguien de la notaría ya me esperaba. La puerta de la sala estaba entreabierta y la luz prendida, con las cortinas corridas y las ventanas abiertas. De pronto, sentí un aroma familiar, al entrar a la sala, mis ojos no podían creer lo que veía, quedé sorprendida, todo estaba lleno de rosas rojas, ¡Fue un momento increíble! Al darme la vuelta, aún con mi cara ingenua, estaba Rodrigo parado en una esquina, con un traje negro, muy elegante, y muy guapo, esperando mi reacción. No supe que decir, estaba anonadada. Era la primera vez que alguien me obsequiaba flores, y no solo una rosa, mil rosas. Eran las mil rosas que le habían encargado a mi madre ¿Acaso era cómplice de Rodrigo? Eso me pasaba por no haberle contado de su traición. Asombrada y con mis emociones a punto de estallar atiné decirle:

—¿Qué significa esto?  

—Que te amo…

—Pero tú estás comprometido… Te vas a casar con otra mujer. No hagas esto más difícil Rodrigo, por favor. 

—No lo haré. 

—No te creo…— dije llorando. 

—Es verdad. Me ha costado un gran disgusto con mi padre, y mi madre está enloquecida, pero la boda se ha cancelado.

Entonces, se hincó, con una clásica cajita de terciopelo rojo con un hermoso y enorme anillo dentro y me dijo lo que más deseaba escuchar y más temía:

—Lily, sé que tienes tus propios sueños, tus propios propósitos y anhelos, pero, aun así, quiero ser parte de esos planes y quiero compartir mi vida contigo. Lily ¿te quieres casar conmigo?

Mi corazón latió por cada una de las rosas que había en la habitación, por cada una de sus palabras y por aquel solitario que sostenía en sus manos. Mis signos vitales nunca habían trabajado a marchas forzadas como aquel día. Sin palabras, comencé a llorar, buscando el modo de articular palabras y decirle lo que más quería. ¿Realmente estaba dispuesta a estar con él, el resto de mis días?

Continuará…

No olvides seguirnos, el Capítulo 5 estará disponible el próximo sábado.

Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores.

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