CAPÍTULO 11

EUGENIO

Mi vida era un caos, se preguntarán cómo fue el terrible lío con Lola mi exsecretaria. Sí, reconozco que la mujer era muy exuberante, pero no me gustaba, era atractiva, pero de esas mujeres que en general uno prefiere poner distancia, sin embargo, con Lola, las cosas se dieron de forma muy extraña.

Lola siempre estaba buscando pretextos para pasar tiempo conmigo, y yo siempre me escudaba con que necesitaba estar solo para concentrarme, y es que en verdad con los escotes que usaba Lola, concentrarme era lo único que no podía.

Después de que Hortensia me puso un ultimátum con respecto a Lola, la mandamos a la bodega de asistente administrativa, eso me dio un respiro y contraté a otra secretaria, Jovita, una mujer mayor y con un estilo mucho más conservador. Así pasaron varios años, hasta que, a finales de los noventa, organizamos una fiesta de navidad para los empleados, en las oficinas principales, teníamos un patio de muy buen tamaño, rentamos mesas, encargamos un servicio de banquete y compramos regalos mismos que sorteamos entre el personal. Lola había renunciado, en enero se presentaba en otra ciudad con un empleo muy bueno, ya no me acuerdo ni de qué. por lo que los empleados decidieron que aquella fiesta también era su despedida. Hortensia estaba en Querétaro, a ella no le gustaba participar en esos eventos y yo respetaba su decisión, yo la alcanzaría unos días antes de navidad para pasar allí las fiestas.

Es verdad cuando les digo que no recuerdo nada. Después de varias cajas de vino y cervezas, recuerdo que decidí quedarme a dormir en el sofá de la oficina. Algunas imágenes me vienen a la mente de que hice la graciosa huida, esa en la que uno se desaparece como si fuera a volver, pero no vuelve, y cuando desperté, tenía la ropa desacomodada y Lola estaba dormida a mi lado, me abrazaba y tenía sus piernas enroscadas en mi cuerpo, mientras yo tenía un terrible dolor de cabeza. Me levanté y me metí al baño de mi oficina, me lavé la cara y traté de recordar qué había ocurrido, eso me tenía con los nervios de punta, nunca me había pasado que perdiera la memoria en una borrachera. Al salir, Lola ya no estaba. Nunca hablamos del tema y no volví a saber de ella.

Aquella navidad, me fui a confesar, y el párroco, que no lo conocía me dijo: Si no te acuerdas, aquí no pasó nada. Además, un caballero no tiene memoria.

Hortensia y Lily estuvieron tan ocupadas armando arreglos florales, que casi ni veía a mi esposa, por lo que anduve de vago con Rodrigo inventando cosas que hacer mientras las mujeres se ocupaban de sus cosas y la cena de navidad.

Pasó el tiempo y conseguí dar vuelta a la página, Hortensia nunca sospechó nada y yo asumí que tal vez entre Lola y yo no pasó nada, tal vez unos besos, eso si llegué a imaginarlo.

Después de que murió mi tía Sandra, no mucho tiempo después de la muerte de Margarita mi suegra, yo andaba otra vez por la calle de la amargura, pues Lola me había dejado varios mensajes en la oficina de la ciudad de México, decía que quería verme, ya habían pasado muchos años y por otro lado mi tía Sandra me había heredado algunas propiedades y parte de sus negocios agrícolas, negocios que tenía que atender en Querétaro y por supuesto Hortensia andaba rara conmigo, creo que sospechaba que yo traía algo.

—¿Por qué no me dices que sucede? Sé que algo te pasa y siento que no quieres decírmelo.

—Te lo diré, solo dame tiempo para asimilarlo.

Por fin, un día que fui a la ciudad de México, vi a Lola. Se veía mucho más grande de la edad que tenía, la vida sin duda no la había tratado bien, no me dio gusto verla, pero decía que tenía que decirme algo importante.

—Tengo un hijo, es tuyo.

—¿Qué? ¿Cómo me dices eso Lola? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué hasta ahora?

—Porque no estaba segura de que fuera tuyo. Sabes que en aquella época, me fui a vivir a otra ciudad porque me casé. Pero unos años después, mi marido se enteró que fue una aventura contigo y se hizo una prueba de paternidad y salió negativa. Así que…

—Así que se te ocurrió venir a darme la noticia… ¿En qué cabeza cabe Lola? No puedo con esto, déjame asimilarlo…

Salí hecho una furia de aquel lugar. Un hijo de casi veinte años, estudiando la universidad y una mujer que no encuentro palabras para describirla… ¿Pero en qué cabeza cabe? Yo estaba totalmente ofuscado y confundido.

Me quedé varios días en la ciudad, deambulando como tonto, tratando de recordar aquella noche ¿qué pasó?, pero mi cabeza solo me llevaba a la misma escena, de los dos medio vestidos en el sofá. Hortensia decía que no era mía, sé que en el fondo deseaba que no fuera mío, pero yo estaba más perdido que nunca.

Al volver a Querétaro, lo primero que hice fue hablar con Rodrigo. Él fue el único que supo de Abelardo desde que Lola me dio la noticia. Me dijo que me hiciera un examen de ADN, antes de que Lola comenzara a exigir cosas.

Hortensia estaba metida en sus actividades, unos días estaba con Amaranta y otros con Lily, tenían muy bien repartidas sus responsabilidades en las florerías. Recuerdo que ese fin de semana hubo graduaciones y tenían mucho trabajo, estuvieron repartiendo arreglos por toda la ciudad, por fortuna ya era un equipo de trabajo muy grande y eficaz.

Siempre que pasaba a alguna de las florerías, les pedía que me hicieran un arreglo de hortensias y las llevaba a casa. Pues a Horte le gustaba ese detalle y a mí me gustaba complacerla, y más ahora que tenía que darle esa noticia que no sabía si era buena o mala, lo que sí sabía es que no era fácil de asimilar y no sabía cómo Hortensia se lo iba a tomar.

Después de varias discusiones, por fin pude armarme de valor y contarle todo lo que estaba pasando. Como lo supuse, no se lo tomó bien y salió de casa enojada, llorando, no sé a dónde fue. Hablé con Rodrigo, y ya todos estaban enterados, pero Hortensia no estaba ni en su casa ni en la de su madre.

Unas horas más tarde, llegó a casa. No me dirigió la palabra, se encerró en nuestra habitación y yo tuve que dormir en el cuarto de visitas. A la mañana siguiente, encontré una nota que decía:

“Me voy unos días para pensar las cosas, dame tiempo.” Horte

Mi corazón se volvió loco, tomé el florero de la mesa y lo aventé contra la pared lleno de rabia. Hortensia no se merecía eso y yo me sentía un imbécil que no sabía cómo arreglar las cosas.

A media mañana, recibí una llamada de José Carlos. “…Solo te llamo para avisarte que Hortensia está en el rancho conmigo, estará bien, pensará las cosas y todo se va componer, ten paciencia, está asimilando las cosas, pero, primero que nada, quiero que me digas ¿tú cómo estás?”

De nuevo me desahogué con Don José Carlos, un viejo con una sabiduría envidiable, bueno para dar consejos y reflexionar las cosas. Todos los días le llamaba para preguntar por Hortensia, y me daba santo y seña, enseñaba a las mujeres del rancho a arreglar las flores, les daba clases de jardinería, quién iba a pensar.

Yo aproveché para ir a León y conocer a Abelardo y hacernos la prueba de ADN. El chico sí tenía cierto parecido a mí, solo faltaba estar seguros de que así era.

Unos días después, tal como me dijo en la nota, me llamó para decirme que estaba lista para hablar, y así fue. Esa misma tarde fui al rancho por ella y conversamos en el despacho de José Carlos. Me dijo que estaba dispuesta a perdonarme, pero que no estaba lista para conocer a Adalberto.

Unos días después, recibí los resultados del examen, eran positivos.  Adalberto era mi hijo. No había duda de que le había sido infiel a Hortensia y eso me pesaba, le había roto el corazón, pero ella estaba dispuesta a intentarlo de nuevo y perdonarme.

Cada cierto tiempo, iba a visitar a Adalberto a León, Horte no quería ir todavía, y la familia se había mantenido al margen. Lily y Amy me hicieron la ley del hielo un tiempo, y poco a poco las fui recuperando.

Lola me pidió dinero, tal y como Rodrigo me lo había advertido. Accedí a pagarle la universidad, me había perdido los primeros 20 años de su vida.  Cada mes le depositaba a Lola la colegiatura y algo más para su manutención. Rodrigo me dijo que le depositara directamente a Adalberto, pero para mí era lo mismo.

Cuando Adalberto se graduó de la universidad, después de la pandemia y el caos del país, Hortensia se animó a venir conmigo y ella invitó a Lily y Rodrigo, para sentirse segura, pues Lola estaría presente. Ella sabía que yo no sentía nada por Lola, pero le tenía mucho coraje.

Durante la ceremonia me enteré de que Adalberto estaba becado, beca del 100%. De haberlo sabido mejor le hubiera dado el dinero para que pusiera un negocio o se marchara al extranjero a estudiar una maestría o algo. Pero Lola nunca me lo dijo, y Adalberto tampoco. Eso me dolió profundamente, me sentí usado y manipulado.

—Papá, yo no sabía que le depositabas la colegiatura a mi mamá, de haberlo sabido te lo habría dicho, además tú sabes que trabajo, no me sobra el dinero, pero con lo que me pasaba mi mamá y lo que gano me da para vivir.

—Bueno, la idea era compensar a tu madre por tu manutención todos estos años, pero no a la mala, no me esperaba que me mintiera de esa manera.

—Papá, mamá ya te ha mentido antes. Es mi madre, pero sé cómo es, ya te conté antes que sufrí mucho cuando Alfredo, quien creí que era mi papá, nos dejó.

—Lo siento tanto, de verdad no sé qué hacer para compensar las cosas. Si yo me hubiera enterado antes, no te habría abandonado. 

—Lo sé papá.

Aquel verano fue extraño. Hablé con Lola al respecto, y le dije que no volviera a pedirme dinero, si Adalberto necesitaba algo, que me lo pidiera él mismo. A los pocos meses, Adalberto me llamó para avisarme que se iba a Italia y luego a España a estudiar una especialidad de diseño de lámparas e iluminación. Decidí organizar una reunión en Querétaro para presentarle a la familia. Amaranta, Franco y Diego Alexander, estaban ocupados con sus mil proyectos, pues ahora tenían en la cabeza un plan de una tienda virtual, que surgió durante la pandemia.

Luego Marco y su novia Simonella, nos dan la noticia de que están esperando un bebé. Hortensia trabajaba en la florería de mi suegra junto con Amy mientras Lily y Rodrigo decían que estaban en proceso de retirarse del mundo laboral, cosa que yo no les creía.

La reunión fue extraña, pues conocer a Adalberto era raro, sin embargo, todos fueron educados con él y con Gaby, su novia. Los dos se iban juntos a la aventura de la maestría, ella no había conseguido beca, pero sus padres le pagarían una especialización en diseño de calzado. Gaby era hija de un fabricante de calzado bueno para los negocios, por lo que por temas económicos no tenían problema y planeaban casarse pronto.

Les ofrecí pagar la recepción en una de las fincas de mi propiedad y aceptaron encantados. Lo único que no me gustaba, es que, sin duda, íbamos a ver a Lola otra vez. 

—Papá, te quiero pedir un favor.

—Claro, dime…

—No quiero que mi mamá me acompañe, de hecho, quiero que tú seas quien me acompañe a pedir la mano de Gaby.

—Pero y tu madre que opina…

—Ella está cegada por el dinero y el rencor, me duele mucho esta decisión…

Me sentí mal por Lola, al final ella era su madre, pero él estaba decepcionado. Hortensia me acompañó a León un fin de semana, y pedimos la mano de Gaby. Adalberto y Horte tenían una relación cordial, no se amaban, pero al menos no se odiaban y se daban la oportunidad de convivir y poco a poco se tomaron cariño. Gaby, si se había ganado el corazón de Hortensia, al grado que mi mujer, sin que yo se lo pidiera, se ofreció a hacer todos los arreglos florales de la boda, tanto del banquete como de la ceremonia, los ramos y lo que fuera necesario. Varios fines de semana, Hortensia, Gaby y su mamá, iban y venían por todo Querétaro, buscando los detalles que hicieran falta y por supuesto, las llevó a la ciudad de México a buscar el vestido de novia.

Todo fue muy rápido, la boda no fue muy grande, la familia cercana y algunos amigos de ambas familias. Lola no estaba invitada, me hubiera gustado que Adalberto se reconciliara con ella, pero él estaba decidido a seguir con su vida.

Unos días después, recibí una llamada de Lola. “… Ahora me has quitado el cariño de mi hijo, después de que yo lo saqué adelante, no sé qué le has dicho que no quiere saber nada de mí, ni siquiera me invitó a su boda.” No supe qué responder, yo también estaba molesto con ella.  

Un día antes de que se marcharan a Italia, le pedí a mi hijo que fuera a despedirse de su madre. A regañadientes lo hizo, lo entendía, pero al final, los lazos son los lazos, y yo, a pesar de la distancia con mi familia, nunca me he permitido estar peleados, tal vez poner algo de distancia con quienes tenemos menos en común, pero estar enojados sin razón me parece absurdo.

Hortensia y yo viajamos a España, como cada año, y llevamos a mi hijo a conocer a mi familia y la finca de naranjas en Valencia. Mis padres estaban felices, Iván no lo podía creer y yo estaba orgulloso de él. A pesar de todo, Lola educó a un buen muchacho.

Mi relación con Hortensia no volvió a ser la misma, pero yo no he dejado de buscar la manera de recuperar todo su corazón, aunque ella me dijo una vez: “Eso no será posible, porque Adalberto se ha quedado con un pedazo.”

Con los años uno aprende a elegir las batallas que desea pelear, agradezco que Hortensia, a pesar de lo mal que la pasó, haya elegido pelear esta batalla conmigo.

Perdonar no es olvidar, justificar, minimizar… Perdonar es un proceso personal sin esperar nada del otro.” Bernardo Stamatcas

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