CAPÍTULO 24
ORGULLOSOS
Si alguien me pregunta como estoy, puedo decir con toda seguridad que muy orgullosa de mi misma y lo que mi familia y yo hemos logrado. Y el tan común sermón de que ha sido mucho tiempo trabajando duro, desmañanadas, desveladas, enfrentamientos de todo tipo con clientes, amigos, proveedores y mi familia, mi marido, mi madre, mi tía, mi hijo… en fin, hasta mi abuela tuvo sus disgustos conmigo y eso que fui su consentida por mucho tiempo. Pero es muy bonito mirar hacia atrás y ver que yo, comencé con una florería en traspaso, pero que mi abuela empezó de una clienta que conoció de pura casualidad en el mercado de la cruz y que, gracias a ella, logró sacar adelante a su familia y nos dejó un lindo legado.
No me puedo arrepentir de nada, todo lo que he hecho en mi vida es lo que me ha traído hasta donde estoy, mis tropiezos y logros han ido de la mano. Como Diego Alexander, que a pesar de que llegó en circunstancias poco favorables, fue mi motor y mi compañero desde que nació. Fue la razón para tomar decisiones que me han traído a tener mi vida entre flores.
Después de la fiesta de aniversario de mis padres, por fin pudimos tomar unas vacaciones, mi tía Horte, Simonella y mamá se quedaron a cargo. Viajamos a Roma, y tuve muchos recuerdos de aquel viaje a mis quince años con mis abuelas. Ahora me río de las tonterías que hice, y tengo guardado en algún lado aquel dije de murano que me regaló Iván en aquellos callejones de Roma. Mi juventud fue maravillosa a pesar de todos los tropiezos que tuve, las meteduras de pata y mis buenas y muchas malas decisiones.
En mi adolescencia fui tan rebelde, que agradezco que Alexander haya tenido una adolescencia tan tranquila. En verdad Dios me bendijo con este muchacho, que, aunque no es una perita en dulce, es trabajador, dedicado y para mí, el mejor hijo del mundo. Tenemos una relación maravillosa, relación que con mi mamá no tuve por muchos años. Ella hubiese querido que yo fuera hija de casa, tranquila, con la familia, pero yo sigo siendo todo lo contrario. No me puedo estar quieta, al menos eso me decía mi abuela día y noche.
Mi mamá lidió conmigo desde que supo que estaba embarazada de mí, quizá las circunstancias, la desaparición de mi padre en aquel momento, tantas emociones fuertes juntas en un solo “combo” y a precio especial, se casa, enviuda y se embaraza en menos de una semana. Yo eso lo entendí hasta que nació Diego Alexander. Mi mamá tuvo una época en que, por alguna razón, conmigo se hacía la víctima. “Es que eres el vivo retrato de tu padre”, decía mi tía Hortensia cuando me desahogaba con ella, y yo no entendía que tenía que ver eso. Pero pues es que, además de que yo le recordaba la ausencia de mi padre, solo porque era mi padre, me parecía a él. “Los gestos, las caras, los hoyuelos al reír, como frunces el ceño, eres Rodrigo, pero en niña”.
En mis primero años, mi tío Felipe y mi tío Sebastián, fueron mis papás. Ellos siempre hacían lo posible por estar en los momentos importantes, y hacerse presentes. Mi tío Sebas me llevaba a la escuela todos los días, aun cuando volvió papá, mientras se recuperaba, él pasaba por las mañanas para llevarme, luego, papá lo acompañaba y cuando estuvo mejor, mi papá me llevaba. Para mi era un orgullo que me vieran llegar de su mano y me diera mi beso de despedida.
A la salida, casi siempre iba mi mamá o mi abuela Margarita, me gustaba que fuera mi abuela, porque me compraba un helado de limón, mi mamá nunca me compraba porque decía que luego no comía, lo mismo que yo le decía a Diego Alexander cuando entró al kínder.
Por las tardes, pasaba mucho tiempo en las florerías, con mamá o mi abuela. Siempre había algo que hacer y yo iba incluida, “…de ociosos aquí nadie”, nos decía mi abuela, siempre.
El proceso del regreso de papá fue extraño, pero él y yo nos adaptamos rápido, creo que mis padres, se volvieron a “enamorar”, porque mi papá no se acordaba de nada. Recuerdo que un día fuimos a Guanajuato con mi abuelo Roberto y mi abuelita Lourdes. Mi papá estaba raro, caminaba observando todo y mis abuelos le sacaban muchas cosas y fotos para mostrárselas. Mi papá, era como niño chiquito preguntando por todo y cada detalle que le llamaba la atención.
Luego, ya que estuvo más lúcido, comenzó a ir a la notaría, y se puso a estudiar, se encerraba mucho tiempo en el estudio de la casa, y solo salía a media tarde para llevarme al jardín Guerrero a caminar un rato y darle de comer a las palomas, comprarme un helado o una paleta de algún negocio por ahí y volvíamos a casa. Se encerraba otro rato y luego salía a cenar, para ese entonces a mí ya me habían llevado al ritual del baño y la pijama para merendar.
Son vagos mis recuerdos, pues tenía apenas unos cuatro años, pero en la casa siempre había flores, trabajo y mi papá que fue reencontrando su espacio y sus actividades poco a poco. Las flores se volvieron su terapia ocupacional.
Mi tío Felipe siempre estaba en el convento de los franciscanos, pero siempre pasaba a vernos el fin de semana, sobre todo si mis abuelos venían de Guanajuato. Fue un tío maravilloso. Cualquiera creería que por ser religioso era muy estricto conmigo, pero fue un gran amigo. Nadie lo sabe, pero tuve mis charlas profundas con él. Me confesó un día que, aunque lo “correcto” era haberme casado con Enrique, el papá de Diego Alexander, estaba agradecido porque yo hubiera decidido seguir mi camino sola, pues Enrique y yo hubiéramos terminado separados, no estábamos listos para ser padres juntos, la madurez de ambos iba a ritmos distintos. Cuando Alex se reencontró con su papá, mi tío Felipe me lo dijo: “Al final las cosas toman su lugar”. Claro, que esto no lo supo ni mis papás ni mis abuelos, ellos creían fervientemente que yo debí casarme con Enrique sí o sí. Es más, si se hubieran enterado de que perdí mi virginidad con Rafa, me hubieran casado con Rafa. Pero esa era su educación, sus creencias, su forma de ver la vida y vivirla.
A pesar de todo, las circunstancias por haber decidido ser madre y padre para Alex, me apoyaron, cada uno a su manera y a su tiempo, pero todos terminaron dándome el amor y cariño de siempre.
Sé que mi mamá la pasó muy mal cuando se enteró que estaba embarazada, pero ella temía por hacer las cosas sola. Ella lo vivió, aunque las circunstancias fueron distintas, ella sufría por mí, porque temía que de algún modo yo viviría la falta del padre de mi hijo como ella. Pero las flores fueron su salvación y al parecer, la mía también.
Cuando mi hermano Marco supo que iba a ser tío, se enojó conmigo, decía que el no podía ser tío si aún era un niño “Sólo tengo ocho años”, me reprochó. Pero fue como un hermano para él, es fecha que se llevan increíble, antes de que Marco conociera a Simonella, viajaron juntos y hacían cosas de chicos, se iban de campamento y sé que hasta se fueron de pinta alguna vez.
Marco fue un hermano mayor para Alex y se adoran. Mi tío Sebastián se pone celoso cuando no lo invitan, pero en el fondo, sabe que para él también hay un cariño especial, y es que Sebas, ha sido un papá para mí, y también lo fue para mi hijo. Es como “el padrino” natural. Todos lo queremos en nuestras vidas por su amor incondicional.
Hortensia dice que lo quiero demasiado, que no se lo merece, pero es que mi tía Horte es otra mujer que se ha ganado todo mi respeto y mi amor. Si no fuera por ella, creo que el caos en mi adolescencia hubiera sido peor. Ella me salvó de muchas estupideces, me daba los consejos que mi mamá no se atrevía a darme, porque ella pensaba que, si no sabía cosas, no tendría curiosidad por hacerlas, como irme de pinta o portarme mal.
Y mi tío Eugenio, fue otro cómplice silencioso, me confesó que siempre supo que entre Iván y yo habría algo, desde el día uno que nos conocimos. “Le leí la cartilla, pero le valió un pepino”, me dijo un día, “Iván trataría de enamorarte sí o sí, así que me hice de la vista gorda y le daba dinero para que te paseara dignamente y me hubiera gustado que terminaran juntos, pero ya ves, las cosas se dan bien o no se dan”. Alcahuete, era un alcahuete, pero tenía razón. Iván terminó haciendo su vida lejos de la mía y yo también. No he vuelto a saber nada de él. Amenaza con volver por los negocios del tío Eugenio, pero en el fondo, no quiere hacerlo. Él es feliz en Valencia con sus naranjales y no quiere meterse en negocios que no conoce.
Mi mamá tenía miedo de mi relación con él, porque temía que me llevara a España, y para ella, que sus hijos estén lejos, le cuesta mucho. El tiempo que Marco estuvo fuera, no decía nada, pero cuando volvió, le cambió el carácter, ahora casi siempre está de buen humor y por supuesto que los “twinkys” le han cambiado la vida.
Ahora, mi mamá y yo tenemos una relación preciosa, ella se dedica a disfrutarnos y vernos crecer como personas, porque nunca se deja de crecer en todos los aspectos, está feliz de que, a pesar de los malos ratos, seguimos de pie, buscando ser mejores y trabajando con parte de su legado, el que nos heredó mi abuela Margarita. Sé que yo la hice sufrir mucho, fui una adolescente insoportable, pero no porque haya sido mala hija o ella mala madre, al contrario, nuestros desencuentros han sido porque teníamos que crecer juntas y lo hemos conseguido. Mi abuela Margarita nos enseñó a amarnos, en las buenas y en las malas, por eso mi mamá es Lily, a secas, como la flor, y yo Amaranta, porque es una de sus plantas favoritas.
Hace poco, contacté a una escritora que conozco desde hace mucho tiempo, publicó una novela en sus redes sociales y comencé a leerla, me agradó lo que leí, pues yo tenía un tiempo escribiendo en mis redes sociales experiencias y anécdotas con mis clientes, algunos casos de éxito y una que otra historia de terror, entonces se me ocurrió, hablando con mi equipo de mercadotecnia, escribir nuestra historia, quizá con algo de ficción para hacerla divertida, pero sin perder la esencia de donde venimos, y sobre todo a donde vamos y así nació “Mi vida entre flores”, para compartir con nuestros clientes, amigos y seguidores a lo que hemos llegado, “LA CASA DE LAS FLORES – LA FLORERÍA”, contacté a Pat Muñoz para que nos ayudara y ella aceptó el reto, ha sido una decision súper acertada el que ella llenara de creatividad nuestra historia.
Hasta aquí hemos llegado, nuestra historia seguirá y no sabemos con exactitud hasta donde, pero de momento, tenemos un arreglo de flores para cada ocasión cerca de ti. Pues gracias a la tienda virtual de la casa de las flores punto com, con un click puedes enviar un arreglo a quien tú quieras.
Yo lo veo asi: Las flores como medio de expresión de sentimientos, como medio entre personas para lograr efectos positivios, que sirven para cambiar estados de ánimo con magia, para crear y solidificar relaciones y para embellecer espacios.
Digamoslo asi más sencillo: soy una intermediaria de todo lo anterior, con efecto inmediato y a largo plazo.
Me llamo Amaranta, por el amaranto, una planta que no se marchita, nací entre flores, crecí entre flores y vivo entre flores. No puedo imaginar mi vida de otra manera, siempre buscando opciones creativas para crecer, estudiando estrategias de marketing, diseñando y buscando novedades que ofrecer nuestros clientes, y hasta una escritora contactamos para que nos ayudara a narrar mi vida entre flores.
Si has llegado hasta aquí, gracias por leer “Mi vida entre flores”.
Amaranta, arquitecta de profesión y florista por vocación.
“Siempre que sea posible, deberías elegir una ocupación que harías incluso si no necesitases el dinero” William Lyon Phelps
GRACIAS!
Todas nuestras 2 temporadas estarán en breve disponibles juntas.
De momento pudes leerlas en nustros albums de fb. Temporada 1 y 2.