CAPÍTULO 8

DIEGO ALEXANDER

Sé que llegué a este mundo en circunstancias complejas, mi mamá se embarazó un poco antes de terminar su carrera y eso generó mucho caos en su vida, sobre todo por que tuvo que enfrentar la maternidad prácticamente sola. Me refiero a que mi papá no estuvo presente en mis primero años de vida. Pero no puedo quejarme, aunque desde bebé, literalmente “viví entre flores”, he tenido una vida muy divertida. Mi mamá -Amaranta- y yo, siempre fuimos un equipo. Estoy agradecido de lo que me ha dado como madre.

Puedo sentirme orgulloso de mis abuelos maternos y mi bisabuela Margarita, que honestamente me consentía demasiado. Sé que ella quería mucho a mi mamá, al final todo su legado fue para ella, no es que no quisiera a mi tío Marco, es solo que él es un apasionado de las máquinas, los aviones en particular y mi mamá, le hacía segunda a la bisabuela en todas sus locuras y viceversa.

Y sí, también tuve mi edad difícil, en la pubertad. Algunos ratos de rebeldía. Un día le dije a mi mamá que me quería ir a vivir con mi papá. Ella no me dijo que no, pero en el fondo sé que le rompí el corazón. Solo aguanté tres días con él, su ritmo de vida era muy preciso, pues trabajaba para una empresa, por lo que esos tres días solo lo ví cinco minutos por la mañana antes de que se marchara al trabajo, y volvía tardísimo, además viajaba todo el tiempo. Mi mamá terminaba pasando por mi para llevarme al colegio, a mis clases, a casa… No iba a funcionar. De cualquier modo, era mejor pasar el fin de semana con el cada quince días.

El acercamiento con mi papá fue extraño. Primero comenzamos por enviarnos emails, pues él vivía en Alemania. Me platicaba de mis hermanos, Eric y Nathaly. Luego pasamos a las llamadas telefónicas, al chat y cuando regresó definitivamente a México, pues comenzamos con la convivencia. Me fui con el Alemania varias veces, cuando se divorció, su exmujer no quería que los niños viajaran solos hasta México, por lo que mi papá, decidió llevarme y viajamos los cuatro una semana por Europa y luego hasta México. Después de aquella aventura, no me negué a viajar nunca. Pues hubo un tiempo, durante la pubertad, que solo quería estar en mi casa jugando videojuegos con mis amigos, pero luego mi tío Sebastián, Marco y mi abuelo Rodrigo, comenzaron a invitarme a hacer cosas de chicos. Varias veces nos fuimos de campamento a la sierra, otras a la playa, pero, cuando me mandaron de viaje solo a Canadá con Marco, fue lo mejor. Era mi primer viaje prácticamente solo. En ese viaje, Marco conoció a Simonella.

Cuando cumplí dieciocho años, yo ya había juntado algo de dinero para ir a Alemania con mi papá, pues Nat se graduaba de secundaria y mi papá nos quería llevar a algún sitio de vacaciones, pero yo quería visitar Holanda y aprender todo sobre los tulipanes. Mi mamá accedió, me consiguió un tour que a ella le habría fascinado. Paseos en bicicleta por los principales campos de flores en Holanda, fue increíble, regresé inspiradísimo y listo para ingresar a la universidad.

Entonces entré a la carrera de Comercio Internacional en la UVM. Mi idea loca, en un futuro, poder comenzar en el negocio de las flores importadas. Pero al final, uno nunca sabe que nos depara la vida.

Mi mamá cargaba conmigo a todas partes desde que nací, y eventualmente me dejaba con mi abuela Lily y Marco, que es como mi hermano mayor, crecimos juntos y no por nada, pero nos llevábamos bastante bien. Digamos que él es como mi gurú en todas las cosas de chicos, y mi mamá en temas de negocios, que, para no perder la costumbre, tiene mucho que ver con las flores.

Crecí viendo a mi mamá, mi abuela y la tía Hortensia, haciendo negocios, lo traigo en la sangre y literalmente siempre he vivido entre flores, así que, por qué no se me viene a presentar la grandiosa oportunidad de tomar el traspaso de una florería en Juriquilla. En cuanto vi el local con el anuncio, corrí a buscar a mi mamá. ¿Quién más que ella? Lo peor que podía pasar era que me dijera que no, pero la conocía, seguro le iba a mover el tapete. Un día, pasamos junto a esa florería, y noté que algo llamó mucho su atención.

Recuerdo que en cuanto le dije, ella ya estaba con los ojos brillantes y con una lista interminable de preguntas.

—¿Ya sabes el precio? ¿hablaste con el dueño? Haz una cita…

Le dije lo que sabía y Franco me veía con cara de sorpresa, él comenzaba a apasionarse con el tema junto con mamá, ya eran socios y tenían bien repartida las actividades.

En cuanto concertamos la cita con el dueño de la florería, East Village. Mamá ya tenía en su cabeza creativa mil y un ideas. Habló con Alan, el dueño, por largo rato, yo solo los observaba negociar. Él, seguro de lo que esperaba y mi mamá segura de lo que podía ofrecer. Al final, se pusieron de acuerdo con el dinero justo para el traspaso, y mi mamá le pidió un mes para cerrar el trato, dejándole un apartado de cinco mil pesos.

Salimos de ahí emocionados, mi mamá con una cara de ilusión que ya conocía, y yo solo la observaba.

—Mamá ¿tienes el dinero?

—No, pero lo vamos a conseguir.

—¿Mi abuelo? ¿Franco? ¿Mi tío Sebas?

—No cariño, vamos a trabajar, tu confía en mí, ya traigo un par de ideas en la cabeza.

Hicimos una campaña super fuerte de arreglos florales, armando kits de regalos empresariales y literal estuvimos repartiendo flores y buscando eventos como locos. Una semana antes de la firma del trato, Alan le llamó a mi mamá.

—Señora Amaranta, no le voy a traspasar el negocio.

—¿Por qué Alan? Ya teníamos un trato, incluso te di un anticipo, ya tengo el dinero.

—Una disculpa, pero he pensado sobre el tema y mejor no. De hecho, aquí tengo el dinero del anticipo, si gusta puede pasar por él.

Yo solo observaba la cara de desilusión de mi mamá, tenía mucho tiempo sin verla así, tan apagada. Cuando colgó el teléfono, yo ya me imaginaba lo que me iba a decir.

—Ya veremos en qué invertir ese dinero. — Se dio la media vuelta y se fue.

Aquel fin de semana, volvía Marco de Canadá, seguía de novio con Simonella, ya tenían poco más de un año juntos, ella pasaba temporadas en México y viajaba a Canadá con frecuencia. Trabajaba en la florería con mi abuela y la tía Horte caundo estaba por acá.

Mi abuelo Rodrigo se burlaba de Marco, le decía que ya era hora de casarse, pero Marco y Simonella no daban su brazo a torcer. Para mi estaba bien, pero mis abuelos querían que las cosas se hicieran bien, a la costumbre provinciana. Mi abuela hubiera casado a mi mamá con mi papá si hubiera podido. Pero mi madre es rebelde. Y creo que ellos dos no terminaron juntos por algo, mi papá hizo bien su vida por su cuenta, y tengo dos hermanos con los que me llevo muy bien, y mi mamá, no solo ha sido la mejor, supo darme tiempo de calidad, aunque hubo tiempos complicados. También tuvo algunos novios, pero terminó casada con Franco, que no por nada, es un tipazo y tiene dos hijos con los que me llevo bien. Mi vida no ha sido perfecta, pero ¿qué es la perfección?

Aquel fin de semana, hubo mucha fiesta familiar, la tía Horte nos invitó a comer a su casa, pues venía el “supuesto” hijo del tío Eugenio, nadie lo conocía en persona, desde que el tío Eugenio se enteró que tenía un hijo, lo frecuentaba, pero no se animaba a presentarlo a la familia. Pues se había llegado el día. Venía con su novia. Eran mucho mas grandes que yo, incluso más grandes que mi tío Marco.

El ambiente no era muy cómodo, por lo que mi mamá decidió que era tiempo de volver a casa. Y así fue, nos sentamos los tres a ver la TV, cuando pasan un comercial de una serie nueva. “La casa de las flores”.  En ese instante, mi mamá se levantó como alma que lleva al diablo, fue por su computadora portátil y se puso a buscar mil cosas.

—Lo tengo. ¡Está libre!

—¿Qué cosa mamá?

—El dominio. Ya tengo lo que estaba buscando Diego Alexander.

—¿Qué estabas buscando?

—Una tienda virtual, ya está. ¡En vez de otra florería física, tendremos una tienda virtual!

Franco abrió lo ojos mientras me miraba confundido, Ninguno de los dos comprendíamos que le pasaba a mi mamá. ¡Estábamos viendo la televisión!

—¿Qué les pasa? Acabo de encontrar el dominio perfecto para la página web de la nueva florería.

—Pero má, no hay florería, Alan ya se echó para atrás.

—Pero yo no, solo vamos a cambiar un poco las cosas. Compramos el dominio de la casa de las flores, ¿cómo no se me ocurrió antes? Así le llamaban a la casa de mi abue Margarita.

—No te entiendo nada— dijo Franco apagando la tele y prestando atención.

—Nuestra próxima florería será virtual. Una tienda donde la gente pueda comprar un ramo de flores a distancia. Por ejemplo, si tu mamá está en Monterrey, pues le compras las flores desde aquí, y tendremos quien surta el producto en Monterrey y lo entregue.

Mi mamá hablaba y hablaba de su idea, a Franco y a mi nos sobrepasaba mientras ella seguía alimentando su idea, a final, antes de dormir, se fue diciendo que ya lo tenía todo resuelto en su mente, no hubo manera de hacerla reflexionar, y el dinero que teníamos planeado invertir en el traspaso se fue en la compra de un dominio de internet y el diseño de una tienda virtual www.lacasadelasflores.com ¿Coincidencia? ¿Suerte? ¿Destino? No lo sé, pero mi mamá siempre conseguía lo que quería, porque tenía muy claro a dónde quería llegar.

Al final fuimos y venimos a visitar gente experta en el tema, pero cuando a mi mamá no encuentra quien le resuelva algo, busca la manera de hacerlo ella misma, y no hay quien la detenga. Al terminar ese año, ya teníamos diseño de logotipo, la tienda virtual muy avanzada, aunque enfrentando algunas dificultades, pues había que planear contenido, no solo la tienda virtual y el catálogo, había que generar algo de interés para que la página tuviera éxito.

En ese inter, Alan llamó a mi mamá. SI, Alan, el dueño de la florería.

—Ahora sí voy a traspasar la florería ¿todavía estás interesada?

Cuando mi mamá nos platicó, pensé que me diría que ya habíamos invertido en la tienda virtual, cuando me ve y me dice:

—¿Le entras?

—¿A la florería?

De pronto me sentí saturado, mi cabeza a punto de estallar, estudios, trabajo, tienda virtual, hijo… todavía no era novio, pero había una niña de la clase de negocios que me gustaba. ¡Pum! De pronto no sabía para donde correr, pero a mi mamá no podía decirle que no, sobre todo cuando se trataba de cosas que me gustaban. ¿Yo operando mi propia florería? En verdad, era algo que no solo me ilusionaba, me hacía sentir que era un reto importante poder sacar adelante este proyecto.

Mi mente intentaba poner algo de orden en mis prioridades, pero sin duda East Village era una prioridad.

Empezábamos el año con toda la actitud, emocionados, la familia algo asustada de nuestras iniciativas, el reto de la tienda virtual y el reto de la florería nueva. Nos reunimos con Alan, mi mamá le dijo que nos habíamos gastado el dinero en otra cosa, pero que sí nos interesaba. Fueron otros largos e intensos días de negociación, cuando se me ocurrió, que yo tenía algo de dinero ahorrado para un viaje a futuro, tenía ganas de ir a Japón, no era mucho, pero de algo serviría. Pero cuando quise hablar, mi mamá ya había hecho una negociación con Alan. Nos dejaría el traspaso en pagos y teníamos un par de semanas para darle el primero e iniciar los trámites. Hablar con el dueño del local, permisos de operación, etc.

No era la primera vez que mi mamá tomaba un traspaso, así que lo resolvió sin complicaciones. Sin duda hubo algunas trabas en municipio, tuvimos que contratar un gestor, pero al final todo se resolvió. Me llegaba la hora de empezar a trabajar en serio, no es que antes no fuera en serio, pero eran los negocios de mi mamá, ahora, podríamos decir que somos socios. Ella me formó en este oficio del servicio al cliente y la floristería, porque, además, es un obsequio que lleva muchas emociones incluidas; lealtad, respeto, cariño, y el más importante: el amor.

Mientras tanto por el mundo, comenzaba a circular un virus, el covid 19 y nos mandaron a casa. Nosotros seguíamos yendo a las florerías, pero no abríamos al público. Las autoridades no nos consideraban artículo de primera necesidad, pero tristemente, mucha gente estaba internada, padeciendo neumonías atípicas y muriendo en las manos de un bicho que generaba mucha incertidumbre.

Yo estudiaba desde casa, mis abuelos estaban encerrados, nos turnábamos para llevarles lo que les hiciera falta. La pandemia quiso desacelerar nuestras vidas, pero la gente que si podía quedarse en casa comenzó a consumir en línea, el lanzamiento de la página fue un éxito. No había fiestas de cumpleaños, pero enviar un ramo de flores con chocolates o algún oso de peluche, un globo con un mensaje alentador, un “Alíviate pronto”, “Te Extraño” o un simple “Felicidades”.

Abril fue un mes bastante extraño. Había caos, la gente salía lo menos posible y los centros comerciales estaban cerrados y los servicios comerciales migraron a las tiendas virtuales. Todo se convirtió en un “servicio a domicilio” que los que sí salíamos a trabajar comenzamos a servir.

—Sólo tú te atreves a iniciar un nuevo negocio empezando una pandemia. — Le dijo mi tía Hortensia a mi mamá, un día que coincidimos en casa de mis abuelos, a quienes saludábamos desde lejos después de un baño de desinfectante.

Y la pandemia amenazaba dejarnos sin trabajo a los floristas, mi papá trabajaba desde casa, Marco y Simonella, se quedaron atascados en Canadá, mi tío Sebastián se quedó parado en su casa de materiales, pues las constructoras también tuvieron que hacer una pausa. El tío Felipe nos avisó que tendría que quedarse en el convento, clima social no era alentador y cada uno tuvimos que enfrentarlo desde una trinchera distinta.

Mi mamá llenó las despensas de comida, la nuestra y la de mis abuelos. Hizo un plan de trabajo, horarios, luego los hijos de Franco, Beto y Charly, decidieron venir a casa a pasar la pandemia con nosotros, pues las clases virtuales se alargarían todo el semestre.

Así estuvimos, yendo y viniendo lo menos posible, con un poco de angustia, pero con ganas de enfrentar el reto. Incertidumbre en varios aspectos, estrés y preocupación. El desenlace, solo podríamos saberlo enfrentando aquel reto.

“Si crees que puedes, ya estás a medio camino” Theodore Roosvelt

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Con la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La Florería

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