CAPITULO 12

IVÁN

Amaranta y yo lo intentamos, los dos pusimos de nuestra parte para que nuestra relación funcionara, estuvimos así, yendo y viniendo, buscando días libres para viajar y darnos un espacio, estar juntos. Pero por algo dicen que el amor de lejos es de… tontos. Estar juntos tres o cuatro días cada dos o tres meses, no era buena idea, al final terminábamos discutiendo porque ponernos de acuerdo con las fechas era un dolor de cabeza.—¿Por qué no os vais a vivir a México? —Me dijo mi abuela. Pero yo tenía mis negocios y mis responsabilidades en la finca, y ella, tenía un negocio próspero por el cual había trabajado mucho, sus flores. “Las flores, después de Alexander, son mi prioridad”, así que en aquella fórmula, yo salía sobrando. La última vez que nos vimos, yo ya estaba decidido a terminarla. ¿Por qué es tan difícil estar con la persona que amas? Pues porque la vida nos pone donde debemos estar, no donde queremos estar. Y me resigné a que Amaranta no sería mi mujer, al menos no de momento. Pasaron algunos años, seguíamos en contacto, pero ella seguía con su vida y yo con la mía. En uno de mis viajes de negocios, me invitaron a conocer unas fincas de café en Colombia. La invité, pero me dijo que no podía y me confesó que ya estaba saliendo con alguien. —¿Franco? —Se llama Francisco, pero le dicen Franco. —¿Y a qué se dedica?—A la hotelería y temas de hospedaje. —Vaya, y ¿ya viven juntos?—Nos estamos tomando las cosas con calma. El es divorciado y tiene dos hijos, más o menos de la edad de Diego Alexander.—Y ¿cómo va la relación de Alex con su padre?—Muy bien, se están llevando bien. Alex ha viajado mucho con él últimamente, pues sus hermanos viven en Alemania.—Dile a Alex que si necesita algo, no dude en pasarse por la finca, siempre será bienvenido.—Lo sé.—Y Ami, que sepas que siempre que paso por una tienda de flores, pienso en ti. Siempre serás la mujer de mi vida, y me pesa no estar contigo…—Iván, ya pasa la página, por favor.—Lo intento Amy, espero verte pronto y conocer al imbécil que me ha robado tu corazón.Esa fue la última charla que tuvimos, hace ya unos cuantos años. Sé por mis tíos Horte y Eugenio, que le ha ido muy bien, se casó con el tío ese, sus florerías van bien y yo pues, aquí, solo como hongo. Estoy solo por imbécil, no es que no encuentre tías que valgan la pena, sino que Amaranta me dejó las expectativas muy altas.—J*der Iván, que ya no tienes quince años, estáis de buen ver todavía ¿qué tienes cincuenta años? Tienes todavía un cuerpo atlético, tienes cabello y muy buena estatura, deja de estar buscando a Amaranta, que no vas a encontrar a una igual. Ese fue el último sermón de mi tío Eugenio, y tenía toda la razón. Me pasaba que entraba a las florerías a ver quien atendía, solo por la ilusión de encontrarme con una mujer como mi “Gamaranta”, aquel absurdo apodo que le puse cuando nos conocimos hace ya más de 30 añosEntonces, en aquel viaje a Colombia, mi patética vida amorosa y yo, cambió todo. Caminaba con un grupo de turistas, rumbo a los autobuses que nos llevarían a la Finca Garay cuando choqué con una larga cabellera rizada y larga y unos ojos grandes y avellanados que me dejaron cautivado. Se disculpó conmigo y siguió su camino. La vi subirse a un autobús, vestía un blusón blanco holgado, que no disimulaba su esculpido cuerpo. —Despierta tío — me reprendió Enrique, uno de mis anfitriones —, es una mujer complicada, mejor posa tus ojos en alguien más. En el momento que Enrique dijo esas palabras, mi cerebro se puso un nuevo reto; conocer a aquella mujer, al menos pasarla bien en mi estancia en Colombia. Todo fue un fiasco, lo único que pude hacer fue saber su nombre: Begonia. Un nombre de flor, y vaya que era un nombre exótico y una flor peculiar, como ella. Después de aquel viaje, volé a México, mi tío Eugenio ya estaba viviendo en Querétaro, estuve un par de días, aunque no quise buscar el momento para verme con Amaranta, la tía Hortensia hizo de las suyas inventando un pretexto para reunir a toda la familia en mi honor. ¿Pero si los Tapia no eran mi familia? Era la familia política de Hortensia. Nos reunimos en un pequeño restaurante, italiano en el andador 5 de mayo, fue bastante agradable verlos a todos, y no puedo negar que estaba muy nervioso. Empezando porque Amaranta estaría ahí, seguramente con el tal Franco, con quien ya tenía un rato y amenazaban con casarse. A quienes no vi en aquel viaje fue a Alexander y Marco, que andaban en Canadá y Sebastián tampoco llegó. Por supuesto Rodrigo y Lily, mis exsuegros estaban ahí. Amaranta llegó sola, Franco estaba en un viaje de trabajo y eso me dio mucho gusto, pues pude tener una conversación sin limitaciones con ella.—¿Me acompañas a fumarme un cigarro? — Me dijo. No me lo esperaba, pero sin duda sería un pequeño momento de una charla íntima, como en los viejos tiempos. —Me hubiera gustado conocer a tu prometido. —Tal vez en otra ocasión. Está terminando un proyecto, para poder ya tomar la administración de la oficina y poder quedarse de fijo aquí en Querétaro. —Algo que yo no pude hacer.—No es reproche Iván, las cosas cuando se dan, se dan y punto. Nosotros hicimos lo que pudimos para poder seguir juntos y no funcionó.—La pasamos bien ¿no? —Sin duda, ¿y cómo te fue en Colombia? ¿Valió la pena el viaje?—Muchísimo. Yo creo que voy a invertir en el negocio del café.—¿En Colombia?—Es una casa de café que distribuye cafés de muchos lugares del mundo, México, Costa Rica, Etiopía, Colombia, en fin. Y no pensé que después de las naranjas, pudiera encontrar otra pasión a estas alturas de mi vida. —¿El café?—Como para ti las flores…Después de un buen rato de charla, pasé a visitarla al día siguiente a su florería, la que era de su abuela Margarita, que señora, todos la echaban de menos y se sentía su ausencia en aquella vieja pero pintoresca casa.Me invitó a tomar café, le di una pequeña catedra del tema y me marché, no sin antes desearle lo mejor en su nueva vida y sus nuevos proyectos, que como siempre, eran innovadores y apasionantes. Una florería virtual, la casa de las flores punto com.Unos días después, Eugenio me mandó de regreso a la ciudad de México, mi plan era volver a España pero recibí una llamada telefónica de un número desconocido. —Hola, estoy buscando al señor Iván…—Si, diga, ¿quién habla?—Soy Begonia Garay, de la finca Garay de Colombia, no sé si me recuerde, pero estuvo usted por acá hace unos días y tengo la inquietud de verle personalmente, mi padre me ha dicho que usted está interesado en la inversión de la casa de café. Yo vuelo a España en un par de días, quisiera ver la posibilidad de vernos para hablar del tema. En ese momento, todo tipo de ideas alucinadas pasaban por mi cabeza, Begonia, la mujer que me había cautivado hace unos días me estaba llamando, sé que su interés no era mas que de negocios, pero que mejor pretexto que trabajar juntos para conocerlos un poco. —Estoy a punto de abordar el avión rumbo a Madrid esta noche, usted dígame el día y la hora para vernos. —¿Tengo entendido que usted está en Valencia, prefiere que nos veamos en Madrid o en Valencia?En ese momento, pasaron mil ideas por mi cabeza, Madrid era una ciudad neutral, Valencia era mi territorio. —Madrid, no tengo inconveniente.—Le llamo en un par de días para confirmar el día y el lugar. Un gusto saludarle señor.Mi cabeza no dejaba de pensar en el rostro de aquella mujer. Todo me imaginé sobre ella, pero nunca que fuera la hija del señor Garay, el dueño de la finca de café, con quien realmente había tenido las charlas y negociaciones. Mi amigo Enrique, de Colombia viajó a Costa Rica y se volvería a España unas semanas después, ya que quería aprovechar para tomar vacaciones. Unos días después, Begonia me llamó para confirmar la cita en Madrid en el restaurante del hotel Palacio del Retiro, cerca del parque del Retiro, un lugar peculiar y de mucha tradición. Al llegar a la cita, pensé que seríamos más personas en la entrevista, sin embargo, ella solo me estaba esperando a mi.—Iván, ¿cómo está?—Bien Begonia, muchas gracias, ¿cómo la ha tratado Madrid?—De maravilla, de haber sabido vengo antes. —¿Ya salió a conocer la ciudad?—Ay no, vengo de trabajo, pero me daré un tiempico para ello. Estaré por acá un par de meses.—Eso me da gusto. —¿Qué toma? ¿Café o té?La charla se dio como si nos conociéramos de siempre, pero Begonia no me daba señales, estaba un plan muy serio, totalmente de trabajo, y por más que yo trataba de tantear el terreno de lo personal, ella no se dejaba. Después de unos treinta minutos, llegó un hombre alto, vestido como un pijo europeo, italiano para ser exactos. Begonia se levantó efusiva, lo abrazó con cariño y se dijeron algo en italiano. El le tomó la barbilla risueño y todo me quedó claro, algo había entre ellos, esos gestos tan íntimos no se tienen con cualquiera. Para mí fue un momento incómodo, y solo pensaba en reventarle la cara a ese tipo con su traje hecho a la medida. Begonia no se veía de esas mujeres exuberantemente elegantes, ella vestía más informal, como cualquier empresario que se dedica al trabajo en el campo.—Iván, le presento a René, nuestro principal representante en Europa.—Un gusto — mentí, no me daba gusto conocerlo, se miraban con complicidad y eso me estaba sacando de mis casillas. Después de que Begonia me mostrara algunos planes de trabajo. René pasó su brazo por detrás de los hombros de la mujer y eso fue la gota que derramó el vaso al notar que ella ni se inmutaba, pero con frecuencia se giraba y le sonreía.—Tengo otra cita, Begonia, si no tienes inconveniente, podemos vernos mañana. —Sin duda Iván, le llamo mañana y nos ponemos de acuerdo. Los dos se levantaron para despedirme y yo salí algo ofuscado y molesto por la situación. Cerca de las seis de la tarde, recibí una llamada, era Begonia.—Iván, espero que no esté usted muy ocupado, esta noche estoy libre y quería preguntarle si usted no tiene inconveniente, me acompañe a un coctel el día de mañana, René iba a venir conmigo, pero tuvo un contratiempo. Espero no ser muy arriesgada.—No diga eso Begonia, sería un honor para mí. Una pregunta, usted y René ¿son… pareja?La escuché reír, y me dijo:—René es mi hermano, pero el creció en Italia, la familia de mi madre es italiana. —Oh, ¿de verdad? Ahora que lo dice, tiene razón, tienen cierto parecido. Entonces, mañana ¿a qué hora nos vemos?—¿Puede pasar por mí al hotel?—SeguroAl día siguiente, antes de pasar por ella, salí a buscar una florería, sí, Begonia sería la primera mujer a la que le mandaría flores, solo que no tenía idea de que flores comprarle. Así que le mandé un mensaje a la tía Horte.“Tía Horte, saldré con una mujer hoy por la noche, ¿qué flores debo comprarle?”“¿Es algo serio?”“Es la primera cita, aunque no nos conocemos mucho”“Rosas rosas”Busqué en ni móvil una florería cerca, y pasé por ella. Estaba guapísima con un elegante vestido negro. Se sorprendió al verme con las flores y sonrió. —¿Son para mí? Nadie, nunca me había regalado flores Iván, le agradezco tanto el detalle. Le diré a la recepcionista si las ponen en flores. ¡Muchas gracias!Primer intento de acercamiento, todo un éxito. El belboy nos consiguió un uber y nos marchamos al coctel. Aquella noche fue única, la reunión era de algunas empresas que buscaban proveedores de ciertos productos y estaban presentando una aplicación para administrar las compras y el sctock en sus almacenes y de este modo siempre tener surtido. “Aplica para todo, insumos, alimentos, electrónica, florerías, etc. Cualquier rubro”. En cuanto escuché florerías, se me ocurrió enviar la información a la tía Hortensia. Mientras Begonia, con su elegante sensualidad, bebía de su copa de vino espumoso.—Iván, no me lo tome a mal, pero ya me aburrieron todos estos señores con sus cátedras de administración, ¿le parece bien que nos vayamos a otro sitio? Le invito un trago por ahí.—Con gusto, acepto encantado. La llevé a cenar aquella noche, conversamos de nuestras vidas, de nuestros trabajos y de nuestro presente. Ella sola, recién divorciada, 42 años, sin hijos y futura heredera de una finca de café junto con sus 8 hermanos. Yo, un naranjero valenciano en busca de una mujer maravillosa con ella para pasar el resto de mi vida, tal vez. Desde aquella noche, nos volvimos inseparables, la llevé a pasar unos días a Valencia a conocer la finca y la familia. Me confesó que amaba que le regalara rosas, y así fue como entendí porque Amy y Hortensia vivían felices haciendo arreglos florales, por que cada rosa, cada margarita, cada auzucena, cada lilie, cada alcatraz… forman parte de una relación, de un recuerdo, de una historia, de una amistad o de un amor. Cada flor es un “me gustas”, un “te quiero”, “te extraño o un “perdóname”. Cada flor es un pedazo de una vida, grande o pequeña, importante o pasajera, pero esa flor se queda en los recuerdos de aquellas personas, que saben que alguien pensó en ellas y con un ramo de flores o una sola flor, te dicen todo lo que sienten. No me importó cambiar mi residencia, mis planes, mis negocios, Begonia se volvió mi todo.A los pocos meses, rentamos un piso en Madrid, ella pasaría un tiempo en Madrid y luego viajaríamos a pasar una temporada en Colombia.Así fue como dio un vuelvo mi solitaria y patética vida.Con Amaranta, aprendí que el amor llega cuando debe de llegar, con Begonia aprendí que, si el amor se queda, es porque se tiene que quedar. “Cuando me vi en tus ojos, comprendí la razón de porqué las cosas buenas tardan en llegar…” AnónimoTe invitamos a darnos Like en Nuestra pagina de FB e IG, para poder seguir leyendo nuestra apasionante historia, agradecemos tu apoyo para seguir creciendo y formando nuestra increíble comunidad.Da click aquí: https://www.facebook.com/LaCasaDeLasFlores.LaFloreria/Si quieres conocer nuestro catalogo floral: www.lacasadelasflores.comCon la colaboración de @patmunozescritora para La Casa De Las Flores-La FloreríaEsta historia es parte de nuestra historia por lo que cualquier parecido con hechos reales y similares están protegidos.Todos los derechos reservados, está prohibida la reproducción total o parcial de esta historia sin autorización de los autores.#lacasadelasflores#novela#queretaro#flores#floreria#floreriaenqueretaro#floresqueretaro#mividaentreflores#lilies#hortencia#margarita#arreglosflorales#rosas#enviodeflores#detalles#amor#drama#felicidad#novela#drama#historiasbonitas